René nos gambeteó a todos
Como todos, René tenía la vida prestada así que no murió, sólo fue a devolverla. Y si murió, lo mató esa vida a su modo, libre, naif, sin pecado original, a salvo de moralinas y consejeros que nunca hicieron más que eso: decirle lo que había que hacer. Pobres. Burlados, todos, como tantos marcadores de punta.
Lo más fácil es afirmar que completó la Santísima Trinidad de los wines locos con Garrincha y Corbatta. Lobos solitarios, alcohólicos, despojados de todo, René, como Omar y como Mané sólo tenía la gambeta como arma. Y la usaba como un revólver. Bang... bang... creés voy para allá pero vengo por acá. Y cuando amagaba ir para acá y se iba para allá, la tribuna se venía abajo. Fue el rubí de la corona regia de aquel Huracán del ‘73, crack entre cracks, el único indispensable. Tanto que cinco años después, también con Menotti como entrenador, tuvo un lugar en la Selección campeona y Maradona se quedó afuera.
La memoria (mala o floja) invita a la audacia de las sentencias cuando la película de cientos de jugadas de René pasan por la cabeza antes de caer en el teclado. Tenía “cosas de Diego”. O de Ortega. Y también “cosas de Messi”. Lo impensado, la explosión que distinguía, entre otras características, al primer 10; el corte de Orteguita. Y de Leo, esa melancolía de ausencia para irrumpir de golpe, dejar el tendal y meterse con pelota y todo en el arco. Lo he visto.
Jugaba sin canilleras. Y con las medias bajas. Como en el potrero. Como los hombres. En su tiempo los futbolistas no se depilaban. Se ofrecía, valiente, a la rudeza. Se crió a la intemperie, en el descampado, en los picados por plata y bajo la amenaza permanente de un final a las trompadas. Iba a tener miedo...¡Minga de miedo! Arriesgaba como un torero, mentía como un ilusionista, divertía como un clown. Ooooole...siempre ole de René. Pasaba siempre. Gambeteba recto, vertical (como dicen los modernos) o paralelo a la línea de defensores hasta que en algún momento quebraba la cintura y quebraba la línea Maginot para irse, libre y feliz a al duelo del Far West con el arquero. Bang... bang...andá a buscarla adentro. Pocos han despertado tanto cariño, sin rigores de camisetas. Lo querían todos. Por eso el dolor de la hora está multiplicado, por eso la nostalgia temprana. Por eso la tristeza infinita. Porque René nos gambeteó a todos. Y se fue.