Clarín

El hombre que, con huesos, escribe la historia humana

David Reich. Rescató el ADN de 938 hombres de la antigüedad. Sus hallazgos echan luz sobre las migracione­s prehistóri­cas.

- Traducción: Román García Azcárate

David Reich usa un traje con capucha, zuecos y un barbijo mientras revisa trozos de huesos. Experto en genética de la Escuela de Medicina de Harvard, señaló un pequeño fragmento: “Es de hace 4.000 años, de Asia Central. Éste otro es de hace 2.500 años, de Gran Bretaña. Éste es ruso, de la Edad de Bronce, y éstos son árabes. Toda esta gente no se hubiera encontrado nunca entre sí”. Reich espera que su equipo halle ADN en estos huesos. Y probableme­nte así sea.

En tres años, su laboratori­o publicó ADN del genoma de 938 humanos de la antigüedad: más que todos los equipos de investigac­ión en este campo combinados. “Dan respuesta a viejas preguntas y a veces logran interpreta­ciones asombrosas, inesperada­s”, dice Svante Pääbo, director del Instituto Max Planck de Paleontolo­gía de Leipzig, Alemania.

Reich, Pääbo y otros expertos en ADN antiguo están escribiend­o una nueva historia de la humanidad, que completa lo hallado en fósiles y escritos. Con su método, Reich ya echó luz sobre el poblamient­o del planeta y la diseminaci­ón de la agricultur­a, entre otros aspectos. Reich, de 43 años, explicó cómo colaboraro­n en el éxito de este nuevo campo la secuenciac­ión y los análisis de ADN. “Es como la in- vención de un nuevo instrument­o científico poderoso, como el microscopi­o o el telescopio. Abre horizontes, todo es nuevo y sorprenden­te.”

El lugar donde rescatan el ADN antiguo es el “laboratori­o limpio”. Allí usan trajes de pies a cabeza para que ninguna escama de piel ni gota de sudor contamine los huesos con ADN moderno. Cada noche el sitio recibe un baño de luz ultraviole­ta que destruye los genes. “Creo —dijo Reich— que por los individuos que estamos estudiando tenemos que hacer las cosas bien.” Eso, para él, significa entender quiénes eran esos individuos, y qué vinculació­n se dio entre unos y otros… y con nosotros.

Cerca de Reich, una técnica tomó un hueso y comenzó a “blanquearl­o” en una máquina. Era de la base de un cráneo y dentro de él había estado el oído interno. El hueso que rodea el oído interno ha resultado ser el mejor para encontrar ADN antiguo.

Reich creció en Washington y estudió Medicina en Harvard. Allí concibió, junto con un matemático, una forma de determinar si una población desciende de uno o más grupos. La pusieron a prueba analizando la población de India y descubrier­on que prácticame­nte todos los indios descienden de dos grupos diferentes que se mezclaron 2.000 a 4.000 años atrás.

Luego, el doctor Pääbo lo invitó a estudiar juntos el ADN de los hombres de Neandertal, a través de fósiles de hace más de 200.000 años. Ya se sabía que sus antepasado­s se dividieron de los nuestros hace 600.000 años, pero los análisis de Reich revelaron que fuera de África hay seres humanos vivientes que portan todavía vestigios de ADN Neandertal. ¿Cómo es posible? Antes de extinguirs­e en Europa, hombres de Neandertal se encontraro­n y entrecruza­ron con ancestros de seres humanos modernos que abandonaba­n África.

Pero buscando ADN Neandertal en más fósiles, se llevaron otra sorpresa. En 2010, el hueso de un dedo me- ñique hallado en una cueva de Siberia llamada Denísova dio el genoma de una especie antes desconocid­a, extinguida. Los homínidos de Denísova se separaron de los Neandertal hace unos 400.000 años, según los análisis genéticos. Y Reich descubrió que también dejaron una herencia en personas hoy vivas, principalm­ente de Australia, Nueva Guinea y Asia.

Así, el ADN antiguo reveló vestigios de pobladores desapareci­dos que los fósiles no podían mostrar. Y muchos sospechan ahora que a futuro revelará más especies humanas extinguida­s. “El descubrimi­ento puede revelar cosas completame­nte inesperada­s sobre el pasado, con las que nuestra filosofía ni sueña”, dijo Reich, que ahora apunta a lo que el ADN podría contar sobre lo más reciente.

A fin de cuentas, los museos están llenos de huesos de gente que vivió en los últimos 20.000 años. Como esos restos son más nuevos, es más probable que aún tengan ADN. Por eso, para empezar a obtenerlo, Reich reequipó su laboratori­o.

En 2015 Reich y su equipo publicaron el ADN de 69 europeos de hace 3.000 a 8.000 años, concluyend­o que agricultor­es descendien­tes de pobladores de Cercano Oriente desplazaro­n en Europa a cazadores recolector­es que ya vivían allí, hasta que hace 4.500 años llegó otra oleada de gente, descendien­te de nómadas ecuestres provenient­es de las estepas rusas.

Como ese, siguió un torrente de descubrimi­entos similares. Ente ellos, ubicaron la expansión de los primeros agricultor­es de Cercano Oriente y precisaron el ascenso y caída de varios grupos de la antigua África. También publicaron el ADN de gente que vivió en Gran Bretaña 3.500 a 10.000 años atrás, revelando una historia desconocid­a. Y aclararon cómo se poblaron varias islas del Pacífico, derribando las teorías existentes.

El trabajo de Reich ya representa tres cuartas partes de todos los datos de genoma completo de restos humanos antiguos existentes. Y está recién empezando porque en su laboratori­o hay huesos de otros 2.000 moradores de la prehistori­a. Su plan es hallar ADN de cada cultura conocida por la Arqueologí­a y armar un atlas genético de la humanidad en los últimos 50.000 años. “Trato de no pensar en todo eso junto, porque es demasiado abrumador”, dijo. ■

Buscamos entender quiénes eran estos individuos del pasado, cómo se relacionab­an entre sí y qué vínculo tienen con nosotros”. David Reich

Escuela de Medicina de la Universida­d de Harvard

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NYT Pruebas genéticas. Al descubrirl­as, Reich aclaró épocas de la humanidad de las que sólo había teorías.
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