Clarín

BRILLAR EN LA PENUMBRA

La banda británica provocó el delirio, aunque debió soportar que no funcionara­n las pantallas gigantes.

- Pablo Raimondi praimondi@clarin.com

Depeche Mode dio un gran show el sábado en el Único de La Plata, rodeado de pantallas que no funcionaba­n.

“Bailarín en la oscuridad” podría titularse la tercera venida de Depeche Mode en la Argentina. Pero no es un homenaje -en modo masculino- a la película de Lars von Trier, que tenía a Björk como protagonis­ta. No, podría ser una digna metáfora del movedizo Dave Gahan sobre un escenario en donde los tonos violetas, rojos y azules contrastar­on con un serio problema: la pantalla central del escenario y las laterales no funcionaro­n durante el 90% del show. Un papelón.

Es 2018 y la tecnología de shows para estadios, sobre todo en el aspecto visual, podría tornar esto como ejemplo de algo grave, sobre todo si se tiene en cuenta la alta vara artística de Depeche Mode. ¿El motivo de tan grueso error técnico? Por el momento, es una incógnita. Al cierre de esta edición, la co producción del show - la local DG, de Daniel Grinbank, y la internacio­nal Live Nation-, aún no sabía qué había pasado.

Un paso, otro paso; una imagen multicolor y abstracta en pantallas sirve como decorado, mientras Dave Gahan (bigotito anchoa y look retro) comienza a cantar desde una de las tarimas del escenario, entonando Going Backwards del disco Spirit, álbum del cual interpreta­ron dos canciones más ( Cover Me y Where´s The Revolution), sinónimo de una banda repleta de hits que puede colar su reciente trabajo sin miedo al qué dirán.

Un comienzo algo frío, sumado a un incipiente bajo volumen, encontró la solución en la experienci­a vocal y performáti­ca Dave Gahan: él se puso el show al hombro más allá de los “problemas de pantallas”. A menudo, el cantante protagoniz­ará un baile alado, haciendo flamear los brazos, mientras sus piernas se mueven como suspendido en el aire. Su estado físico y carisma, muy lejos están de los 55 años que acusa.

Para It´s No Good, Dave da vueltas sobre su eje y viaja directo al corazón del disco Ultra (el álbum más interpreta­do de la noche) que impregnó de cierta oscuridad musical el encuentro. Luego, siguió Barrel of a Gun, otro de los hits de ese álbum de 1997 con una base densa y electrónic­a, sello electrónic­o del combo de Basildon.

Pero entre una canción y la otra, las pantallas dijeron basta, y ya la tercera visita de los británicos al país no volvió a ser lo mismo para gran parte del público. Ojo, eso no quita que el núcleo duro del concierto (despliegue instrument­al y pericia en las voces) haya sido de ensueño.

El primer salto emotivo de la noche llega con Precious. La guitarra de Martin Gore comienza a oírse con fuerza, mientras Gahan sigue bailando en la oscuridad durante ese gran tema del disco Violator: World in My Eyes. Piel de gallina cuando Gahan entona el estribillo, con esa voz profunda y cavernosa que lo impulsó a la cresta de la ola new wave y el synth pop de los años ‘80.

Párrafo aparte para el lucimiento vocal y adaptación guitarríst­ica, en el plano acústico, de Martín Gore: Insight y Home fueron dos perlas en medio de la tormenta electrónic­a. Entonces, ¡el milagro! Aparece la figura de una casa en la pantalla central y parece que todo se solucionar­á. Apenas una mera ilusión: dos temas después, no habrán más visuales.

Where’s The Revolution deja en evidencia que Spirit no es un sonido para las masas, a diferencia de Stripped (tarareado infinitame­nte) como el tan festejado Everything Counts, lo más retro, pop y bolichero de su repertorio en vivo. La gente corea el hit y, tras la arenga de Dave -que nadie desobedece-, una ovación se engarza con Enjoy the Silence. La intensidad sube con la eterna intro de Never Let Me Down Again y el Único es un salto viviente. Llegan los bises y con Strangelov­e asoma una de las sorpresas de la noche y es que, al igual que en toda la gira Global Spirit, no será cantada por Gahan sino por Martín Gore (¿descansa la voz de Dave?), y le cortan la adrenalina al show, al ritmo del piano, pero gana en emotividad.

Luego de Walking In My Shoes llega una de las partes más paleras, rockeras y gancheras con A Question of Time, donde la inercia del show es total para dejar servido en bandeja esas exhalacion­es electrónic­as que dan comienzo a Personal Jesus.

El cierre, marcado marcialmen­te con la guitarra de Gore y el sintetizad­or de Andy Fletcher (de impecable trabajo), deja latiendo en el aire la frase “extiende tu mano y toca la fe”, que resonará como eco new wave en el Único. Extasis total y amenaza de lluvia, hecha realidad, apenas se prenden las luces del estadio... ¡y las pantallas del recinto! ■

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M.BONETTO La voz cantante. Al margen de los problemas técnicos, Dave Gahan se puso el show al hombro.

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