“Atravesé períodos en los que deseé ser hija de desconocidos”
Los padres de esta realizadora, escritora y actriz son el célebre dramaturgo Arthur Miller y la fotógrafa Inge Morath. Directora de un documental sobre su papá para HBO, está casada con el actor Daniel Day-Lewis. Quién es esta mujer que se anima a revelar secretos familiares.
Arthur Gelb, quien fuera el zar de la sección cultural de The New York Ti
mes durante décadas, tenía anécdotas fantásticas. Mi preferida era la de su intento de asignar a nuestro crítico musical una nota sobre Wanda Horowitz. Wanda era hija de Arturo Toscanini y esposa de Vladimir Horowitz. Arthur la conoció una noche, en una cena, y se sintió intrigado sobre el tipo de vida que tenía al estar entre dos artistas geniales. El crítico, Harold Schonberg, la invitó a almorzar. “¿Por qué estoy hablando con usted de la vida miserable que tuve con estos dos hombres? ¡Me arruinaron la vida y deberían quemarse en el infierno!”. Fin de la entrevista.
Por eso, cuando me encontré almorzando en Morandi, en West Village, con Rebecca Miller, la hija de Arthur Miller y esposa de Daniel DayLewis, no pude resistirme a preguntarle: ¿Cómo es estar entre dos artistas geniales, atendiendo a ambos?
“Yo los conocí”, dice, refiriéndose a los Horowitz. Como la amada hija de uno de los dramaturgos más famosos de Estados Unidos, Miller conoció a todo aquel que fuera conocido. Y ahora dirigió un documental sobre su padre para HBO, Arthur Miller:
Writer, el sexto trabajo de una filmografía que hasta ahora constaba exclusivamente de ficciones.
“Por razones que todavía no puedo determinar, nadie me llevaba a la cama a acostarme cuando había cenas, entonces, se esperaba que me quedara debajo de la mesa”, contó acerca de su padre y su madre, la prestigiosa fotógrafa austríaca, Inge Morath.
“Es una vida que hoy no existe más. No era una vida de fantasía; se trataba en cierto modo, de trabajo y decencia. De alguna manera, eran bohemios, pero también gente muy recta. Eran simplemente gente trabajadora que bebía mucho vino a la noche”.
Miller, de 55 años, tiene ojos celestes y cabello oscuro largo y ondulado. Le pregunto si alguna vez se intimidó por su linaje, ya que hizo su propio nombre, primero como escritora de ficción y luego como guionista de cine y directora.
“Definitivamente atravesé períodos en los que deseaba haber sido hija de desconocidos”, afirma. “Pero creo que mis padres, especialmente mi madre, me dio mucha confianza. Me crió para ser amable con la gente. Aunque realmente me criaron para ser una artista”.
Le cuento a Miller que me sentí muy afectado por La muerte de un
viajante, cuando la leí en la escuela secundaria. “Creo que hubo casi una propiedad mística para la creación de esa obra”, acuerda Rebecca Miller. “Siguió siendo un misterio para él durante el resto de su vida. ¿Cómo se puede escribir ese primer acto en una noche? Es casi una aparición. Fue un fuego embravecido que lo atravesó”.
Su hija, que creció en una época en la que la reputación de su padre había decaído, se sintió obligada a ofrecer el el documental una visión de su
padre tal como ella lo veía. “Ya sabes, me doy cuenta de que esta es mi sexta película, aunque también es mi primera película”, dice. “Fue un proceso muy emocional para mí”.
“Tenía una lejanía en las entrevistas porque era tímido y se protegía mucho a sí mismo”, afirma Rebecca. “Era como sentir que su calidez y su humor nunca aparecerían realmente”. Fue extraño, admite, trabajar los segmentos sobre las dos primeras mujeres del dramaturgo, Mary Slattery y Marilyn Monroe. “¿Cómo expresar su vulnerabilidad con estas mujeres?”, se pregunta. Rebecca Miller descubrió que retratar el romance apasionado de su padre con Monroe fue “muy delicado”.
“Era raro, aunque ese también fue el momento en el que me transformé de hija en cineasta. Solo dije: ‘OK, ¿cómo podemos penetrar un poco el misterio de esta mujer y este hombre y al final encontrar algo de claridad?’”
Lee una de las cartas de amor que su padre le envió a Marilyn: Simplemente creo que debería morir si alguna vez te perdiera. Es como si ambos hubiéramos nacido en la misma mañana en la que ninguna otra vida exis
tía en esta Tierra. Amor, Arte. Aproximadamente un año después de su separación de Monroe, Arthur Miller comenzó a salir con Morath.
Si Miller tuvo que convocar a su coraje para lidiar con el aspecto vigoroso y apesadumbrado de su padre que burbujeaba con Marilyn, también tuvo que convocar su coraje para lidiar con la parte más perturbadora del documental: la institucionalización de su hermano menor, Daniel, que nació en 1966 con síndrome de Down (ver aparte). “No sabía como abordar el tema”, dice. “Era un tema delicado y personal para ellos, y eran personas muy privadas. Aunque también tenía la necesidad, como directora de cine, de ser honesta. Y sentí que si estaba haciendo ese retrato, tenía que hacerlo. Y como digo en la película, mi padre se ofreció a hacer una entrevista”.
El murió en 2005, a los 89, antes de que su hija pudiera entrevistarlo. Habría sido revelador. El dramaturgo conocido como el moralista del siglo por su obra, terminó virtualmente borrando a su hijo de su vida; Daniel no fue mencionado en las memorias de Arthur Miller, ni en su obituario en The New York Times. Y tampoco en el obituario de Morath en el Times.
“Es un tema que fue difícil de abordar en mi familia. Y cuando te crían de esa manera, no es fácil superarlo rápidamente”. La obra de Rebecca Miller ha sido denominada la versión “feminista y no espeluznante” de Woody Allen. Miller, que fue mentora de Greta Gerwig y otras mujeres que quieren ser directoras, hace una observación acerca de las mujeres en Hollywood: “Tenemos que ayudarnos entre nosotras. Cada vez que una mujer hace una película exitosa, como la de Greta, eso es fantástico para todas nosotras. Lo que me preocupa de #MeToo es que las mujeres se están haciendo adictas al rol de víctima. Y eso no nos llevará a ningún lado al final, ¿no es así?”