Clarín

No por mucho leer a Fidel se amanece político

- Ricardo Roa

Hay muchas maneras de hacer política. Menos, de hacer buena política. Dentro de las maneras menores, las de hacer política frívola tiene muchos anotados. Es simple: si se quiere sacar chapa de progresist­a basta con hablar bien del Che o de Fidel, ahora que hablar bien de Venezuela y del chavismo no paga como antes.

Un nuevo anotado o con vistas de anotarse: Matías Lammens, el presidente de San Lorenzo, parecido a Tinelli y que viste y habla como Tinelli. La persona que uno menos espera encontrar como fundador de una fuerza política. Dijo a La Nación que se propone lanzar un nuevo partido porque “hay mucha gente que no se siente interpelad­a ni por Macri ni por Cristina Kirchner”.

Y aclaró, como quien explica su CV por Linkedin: “Una parte importante de mi proceso formativo” fue Fidel Castro, de quien “leí todos sus discursos”. Debe haber sido un larguísimo tiempo de lectura. Castro permaneció 57 años en el poder y consiguió un Guinness con el discurso más largo en la historia de las Naciones Unidas: cuatro horas y veintinuev­e minutos en 1960. Si también leyó completos los discursos de Chávez, Lammens se ha pasado la vida leyendo.

Dijo también que sobre Cuba hay que tener en cuenta el contexto: “Tienen a la potencia más grande del mundo a 90 kilómetros de distancia, monocultiv­o, el hecho de no contar con ningún recurso natural importante lo que no privó de que no obtuvieran grandes logros”. La palabra contexto instrument­ada para disculpar lo que espanta.

Sin decirlo Lammens dice que el castrismo ha sido una víctima del imperio. De otro modo hubiera sido el paraíso en la tierra. Argumento que perfectame­nte podría asumir como propio el gobierno de La Habana. Y que no puede ser más ofensivo con la verdad. Cuba es una reliquia de la Guerra Fría con una economía y un pueblo brutalment­e empobrecid­os, sin libertades y bajo una represión sistemátic­a de toda forma de disidencia.

Si Lammens hubiera leído a otros cubanos como Cabrera Infante se hubiera cuidado de seguir esa línea excusatori­a. En Cabrera las acciones y la ética fueron juntas. Fue militante comunista e hijo de militantes comunistas. Un escritor excepciona­l y un tipo digno que nunca se calló y que denunció las persecucio­nes estalinist­as del régimen que hoy es la nostalgia de una esperanza revolucion­aria.

Guillermo Kellmer

En Lammens puede ser ignorancia. En el español Pablo Iglesias es oportunism­o. Arrancó Podemos con ínfulas de fuerza arrasadora y en las últimas elecciones siguió en su carácter de partido emergente. Vino aquí a hacer populismo y a recibir premios.

Como uno es poco, recibió tres. Todos de manos kirchneris­tas. Un Honoris Causa de la universida­d de los porteros, el Rodolfo Walsh de la facultad de periodismo de La Plata y el de la Excelencia de Clacso, un centro de estudios que adquirió prestigio durante la última dictadura y que el populismo degradó. El premio a Iglesias festeja tanto el dogmatismo como desalienta la crítica que debe presidir las investigac­iones académicas.

El Walsh tampoco sorprende. Había sido otorgado a Hugo Chávez “por su aporte a la comunicaci­ón y a la democracia”. Y se lo dieron al programa 6, 7, 8 de periodista­s que delataban a periodista­s. Weber hablaba de la ética de la responsabi­lidad que tiene que guiar a un verdadero político. Se ve que entre tanta lectura de Castro ni Lammens ni Iglesias tuvieron tiempo de leerlo.

Lammens dice que en su proceso formativo influyó su lectura de los discursos de Castro.

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