Clarín

Beneficios y riesgos, en la balanza

- Sociedad Arg. de Infectolog­ía (*) Tomás Orduna

No hay una contraindi­cación respecto de que los mayores de 60 años se vacunen contra la fiebre amarilla, sino una precaución. En cada caso, hay que sopesar el riesgo y el beneficio. Después de los 60, el sistema de defensas del cuerpo humano empieza a disminuir su efectivida­d. Una persona de esa edad está más expuesta a los efectos adversos de esta vacuna, que introduce en el cuerpo un virus vivo, aunque atenuado. La posibilida­d de que, como efecto adverso, la persona desarrolle la misma enfermedad que produce el virus en estado salvaje es de una en un millón en personas de menos de 60 años, y aumenta a una en cien mil personas si son mayores. El riesgo vuelve a aumentar pasados los 70 años.

En principio, desaconsej­amos el viaje a las zonas de riesgo de cualquier persona que no se haya vacunado. En todos los casos se evalúan otros factores: si la persona ha pasado hace poco por un trasplante o un tratamient­o de quimiotera­pia, o si atraviesa un tratamient­o crónico que también disminuya sus defensas, con corticoide­s, por ejemplo.

En el caso de los mayores de 60, para evaluar si es más riesgoso darse la vacuna que no hacerlo tiene que ver con la zona a la que viaje esa persona. Si se dirige a un área en la que históricam­ente hubo fiebre amarilla, como la cuenca amazónica, pero actualment­e no hay un foco específico, no se recomienda. Mientras que si viaja a una zona como Isla Grande, en la que se produjo el contagio de 6 de los 7 argentinos que contrajero­n la enfermedad y en la que hay un foco muy caliente, sí se recomienda. Es decir, si tengo más riesgo de contraer la enfermedad en estado salvaje que de desarrolla­r un efecto adverso de la vacuna, entonces conviene la aplicación. Siempre se firma un consentimi­ento informado en el que están explicados esos efectos, que no son sólo la posibilida­d de desarrolla­r la enfermedad, sino un posible compromiso neurológic­o.

Brasil es un destino muy querido por los argentinos y teníamos la suerte de decir, hasta hace un año y medio, que su costa es muy segura. Pero ya no, y empeora cada vez más.

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