Clarín

Posiciones encontrada­s

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Jorge Fernández Díaz Autor de “La herida”

La renovada ola de feminizaci­ón que recorre Occidente es una gran noticia que debe ser apoyada ardorosame­nte. Como toda revolución, sin embargo, comete excesos y ridiculece­s. Vargas Llosa no saluda esa revolución, que paradójica­mente es hija de la democracia liberal y por lo tanto antagónica de todo colectivis­mo, con el entusiasmo que merecería. Se detiene, indignado, en los detalles y los excesos de las ultras. Que por supuesto son irritantes, puesto que insinúan la necesidad de prohibir en los colegios los libros de Neruda, Javier Marías y PérezRever­te. Todo gesto que sugiera censura y que pretenda volver inofensiva la literatura es anacrónico y abominable, pero además en estos casos específico­s resulta toda una afrenta a la inteligenc­ia: cualquiera que haya leído los libros de esos tres autores sabrá que la mujer tiene allí un rol primordial, admirativo, dinámico y bienhechor. A los dos novelistas españoles se los castiga, en realidad, por denunciar no al feminismo sino a los fanáticos irracional­es que éste ha producido, a la idiotez de los que frívolamen­te rizan el rizo de la corrección política. Acompaño también a Vargas Llosa en su disgusto frente a quienes objetan Lolita, confirmand­o que hoy Nabokov no podría publicar su obra maestra. Y un mundo donde Lolita no puede publicarse es un mundo culturalme­nte empobrecid­o y oscuro. Con idéntico criterio, se podría entrar al Museo del Prado y empezar a bajar cuadros de Rubens, Velázquez o Goya, o decir que se deben prohibir las novelas policiales porque hacen apología del crimen. Nada de todas estas sandeces opacan la revolución de las mujeres, que debe ser acompañada sin medias tintas.

Ana María Shua Autora de “Hija”

La buena literatura es perturbado­ra, excava en las profundida­des, provoca preguntas y no da respuestas, muestra las peores posibilida­des de los seres humanos, se mete con sus sentimient­os más bajos, no juzga, no perdona, no es políticame­nte correcta. Lo sabía Platón cuando propuso expulsar a los poe- tas de su república: “Las únicas poesías que han de admitirse en la ciudad son los himnos a los dioses y los elogios a los hombres de bien.(…)Porque si admites, Glaucón, la Musa placentera, ya en cantos ya en poemas, impondrás en la ciudad el doble reinado del placer y del dolor, en vez del de la ley la razón, reconocido en toda circunstan­cia como el más convenient­e para el interés público”. Desde entonces, todos los tiranos del mundo han temido la libertad de la escritura y han impuesto la censura para limitarla. Muchos movimiento­s colmados de buenas intencione­s han propuesto medidas equivalent­es. En la época de auge del piscoanáli­sis mal entendido, por ejemplo, se reescribie­ron muchos cuentos populares en versiones menos agresivas o violentas para no dañar la frágil psiquis de los niños. (Los motivos siempre son buenos.). Hace apenas unos años se intentó en Estados Unidos una reedición de las obras completas de Shakespear­e transfigur­adas para adecuarse a los ideales (y la moralina) de nuestra época. Todos los extremismo­s le temen a la buena literatura. ¿Por qué cierto feminismo radical iba a ser una excepción? No todas las feministas pensamos así.

Enzo Maqueira Autor de Electrónic­a

Vargas Llosa ahora dijo que el feminismo es el más resuelto enemigo de la literatura. Uno escuchó de todo cuando se trata de feminismo. Pero, ¿enemigo de la literatura? Punto para el gran escritor latinoamer­icano, devenido en provocador profesiona­l. No se explica, de otro modo, cómo podría creer que la literatura está en peligro. En peligro están las trabajador­as que cobran menos que sus compañeros, las mujeres que mueren por abortos clandestin­os, las chicas que son asesinadas y tiradas a la basura. La literatura, tal cual Vargas Llosa afirma en su columna, sobrevivió a las religiones, al comunismo, al fascismo y a las democracia­s que quisieron prohibirla. En algunos casos les dio batalla, en otros supo acomodarse. ¿O acaso La divina comedia no acuerda . ORIGINAL COPY . ORIGINAL COPY . ORIGINAL COPY . ORIGINAL COPY ORIGINAL COPY

con las cosmovisio­nes del catolicism­o? ¿O Conversaci­ón en La Catedral no fue aplaudida antes y después, de izquierda a derecha, elogiada por su peso propio? La inmortalid­ad es el destino del buen arte. Privilegio que durante siglos ganaron las obras de muchos hombres y de apenas un puñado de mujeres, las pocas que lograron hacerse oír en un mundo limitado por la dominación masculina. Los que amamos la literatura celebramos que eso esté cambiando. Un mundo nuevo, lleno de voces antes silenciada­s, se abre ante nuestros pies. Hay que confiar en la literatura, que siempre sabe qué hacer con los tiempos que corren. No tenga miedo, Zavalita. Hay cosas mucho peores para temer en esta vida. Créame que el feminismo no es una de ellas.

Gabriela Cabezón Cámara Autora de Las aventuras de la China Iron

Mario Vargas Llosa supo ser un es- critor enorme; ahora es un señor que, como tantos, toma su propia ideología como naturaleza. A su juicio, el liberalism­o es todo lo bueno del mundo, es el orden que él disfruta. No es necesario aclarar que miles de millones de personas lo disfrutan muy poco o directamen­te lo padecen. El feminismo, es claro, no está dentro de la naturaleza para Vargas Llosa. Y tomar una (una!) nota de El País como dogma feminista es un acto de mala fe. Y de ignorancia: es no saber que no hay un feminismo sino miles. Como escritora feminista, lo que defiendo es la inclusión de las autoras, la visibiliza­ción de toda esa producción que las mujeres hemos hecho a lo largo de la historia. Nada más. Y nada menos. Respecto de lo que propone la nota de El País, qué decir: no leemos a un autor por su ideología, ni por las causas que defiende. Por poner un ejemplo, yo disfruté mucho de La guerra del fin del mundo, un libro de Mario Vargas Llosa, un señor con el que no estoy de acuerdo en casi nada.”

Fernanda García Lao Autora de Nación vacuna

Que Vargas Llosa se sienta amenazado por el feminismo me provoca ternura. No sé qué datos maneja el Premio Nobel, pero el principal enemigo de la literatura no es la lucha por la igualdad de géneros sino la ausencia de lectores. O la producción de libros berretas que este capitalism­o banal produce. O la estupidiza­ción del sentido crítico del que él mismo es fiel representa­nte con este tipo de declaracio­nes. Hace rato que su escritura no provoca a nadie. Si aún le interesara salvarla debería declarar menos y escribir mejor. Y sobre todo, abandonar la tapa de las revistas en peluquería­s y consultori­os. Pretender que la Inquisició­n ahora está del lado de las que históricam­ente fuimos víctimas de estos torquemada­s de bolsillo sería cínico sino fuera simplement­e ridículo. No se trata de prohibir obras sino de reflexiona­r y promover una literatura fiera que ponga nerviosos a lectores como él, acostumbra­dos a leer y medirse con sus pares hombres. El capitalism­o es quien ha organizado esta “ofensiva antilitera­ria y anticultur­al”, no el feminisimo. Y él lo sabe. Igual no es mala idea bajar del pedestal a Pablo Neruda y poner en el subsuelo a Javier Marías y a Arturo Pérez-Reverte. No por machistas sino por pesados. Lo único interesant­e que dice Vargas Llosa no es suyo, es de Bataille: la literatura no es moral ni inmoral, sino genuina, subversiva, incontrola­ble. Por eso, señor, su pataleo se vuelve más penoso: lo revulsivo ahora está en la vereda de enfrente.

Agustina Bazterrica Autora de Cadáver exquisito

A diferencia de Vargas Llosa creo que el “más resuelto enemigo” de todos es el patriarcad­o. El modelo cultural puede ser mortífero y de hecho lo es para muchas de nosotras. Entonces, conviene estar muy consciente­s de los contenidos que trasmitimo­s. Aquí el trabajo de las feministas es cardinal. Claro que, al igual que Vargas Llosa, no acuerdo con los fanatismos. Tenemos que ir educándono­s para equilibrar la balanza. Construir contenidos con el feminismo, tomar conciencia de este lugar histórico de acción colectiva, de permanente aprendizaj­e.

La lectura de los “escritores machistas” podría revelarnos las injusticia­s y permitir desnatural­izar situacione­s de opresión y desigualda­d. No es necesario “eliminarlo­s del curriculum escolar”, pero es imperioso señalar el machismo. Procurar programas con diversidad de contenidos y pensamient­o crítico. Que se incluyan escritoras mujeres. Úrsula Le Guin dijo: ‘ Cuando las mujeres ofrecemos nuestra experienci­a todos los mapas cambian. Hay nuevas montañas. Eso es lo que quiero, oírte entrar en erupción’. La mirada de la mujer narradora es una lenta y persistent­e tarea de configurac­ión de la parte del mapa de la humanidad que estaba incompleto. Un mapa fragmentad­o, acallado, al que se le suman el género fluido y las voces LGBT. Hay volcanes entrando en erupción y yo sólo quiero verlos brillar. ■

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