Clarín

Entre lo popular y lo sinfónico

Crítica

- Laura Novoa Especial para Clarín

eeeee Bueno Aca Seca Trío. Orquesta Sin Fin

Dirección y arreglos Exequiel Mantega. Sala: CCK, ciclo Estaciones Sinfónicas

La asociación entre la música popular y el sonido sinfónico pocas veces resulta virtuosa. En repertorio­s donde la fortaleza de las canciones es su estructura austera y despojada, el ropaje sinfónico aporta una carga pesada.

Sobre todo si los arreglos emulan la música romántica, que redunda en una sensualida­d aterciopel­ada, y se lleva por delante el poder y la ternura rítmica y melódica de la canción. Las baladas son más adaptables, pero se complica en las canciones más vigorosas rítmicamen­te, especialme­nte si se agrega la participac­ión de una batería.

En ese sentido, no deja de ser un desafío la propuesta del ciclo Estaciones Sinfónicas, en el CCK, con la participa- ción de grupos y solistas, y la Orquesta Sin Fin (de formato más pequeño que el sinfónico), bajo la dirección de Exequiel Mantega, también responsabl­e de los arreglos.

El trío Aca Seca se presentó en esta oportunida­d con adelantos de su nuevo disco Trino y clásicos de su repertorio.

El universo íntimo y poderoso que Andrés Beeuwsaert (teclados, piano, voz), Mariano Cantero (percusión, batería y voz) y Juan Quintero (guitarra, y voz) crean en cada una de las canciones de su exquisito repertorio, aun en las más extroverti­das, quedó subyugado entre la amplificac­ión defectuosa y una sonoridad orquestal por momentos grandilocu­ente.

El concierto abrió con Otro atardecer (Macchi) y una confusa masa orquestal en la que apenas se distinguía­n las líneas melódicas. Las traviesas inflexione­s de las canciones de Fandermole , Puerto pirata y Carcará, se per- dieron en una textura atiborrada.

Paseo y Bandera, ambas de Quintero, tampoco corrieron mejor suerte con el tironeo entre la orquesta y el virtuosism­o de Cantero en la percusión.

Por fortuna, las cosas mejoraron en Pasarero (Aguirre), se destacó especialme­nte la sección de metales y, luego de algunas modificaci­ones en la amplificac­ión, no sólo la preciosa voz de Quintero se escuchó más natural, también el piano de Beeuwsaert (una picardía el volumen escaso del piano). En las canciones más baladístic­as, Formas y Hurry de Fattoruso -o no tanto, como Comadre Dora-, los arreglos funcionaro­n mejor.

Sin embargo, el clímax de la noche llegó con una poderosa versión de Esa tristeza, de Eduardo Mateo, donde todo se escuchó más acomodado y con destacados solos de Fred Selva (vibráfono), Richard Nant (trompeta) y Ramiro Flores (saxo soprano). No menos potente resultó Hayno del diablo (Fandermole-Gonzalez), con una actuación también destacada de Paulina Fein (flauta), y un manejo de los recursos orquestale­s mejor administra­do. Poco antes, Quintero dedicó Ceibas (Macchi) “a los maestros en sus luchas”.

La sencillez desarmante que caracteriz­a al prodigioso trío emergió entre las preciosas armonías de las voces sin amplificac­ión en Canción de las cantinas (Rolando Valladares), acompañado­s por la voz profunda y con timbre singular de Nadia Larcher, una caja y un sutil arreglo de cuerdas.

Después de Paloma (Quintero), la última canción de la noche, el público despidió a los músicos con una intensa ovación. ■

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FOTO: GENTILEZA ANITA KALIKIES En el escenario. Los Aca seca, con la Orquesta Sin Fin, en el CCK.

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