Clarín

“Paradox”: Neil Young y su hidalguía para el ridículo

- José Bellas jbellas@clarin.com

“Algunas lunas atrás, en el futuro, cuando las mujeres casi legítimame­nte habían renunciado a nosotros, un roñoso grupo de forajidos se escondía junto a una preciada fuente de agua, mientras los malos tranquilam­ente robaban las semillas de la vida. Afortunada­mente, la música seguía ayudando a nuestros espíritus a volar”. Así se introduce Paradox, la novísima película sobre Neil Young, realizada por su actual pareja, la actriz Daryl Hannah y convenient­emente subida a Netflix en estos días. Curioso: el diccionari­o dice que la paradoja, la palabra que titula la obra es un “dicho o hecho que parece contrario a la lógica”. Y al mismo tiempo, el filme se inscribe en una larga, extensa y similar saga de películas que tiene a Neil Young como protagonis­ta. Eso marcaría una coherencia, una palabra explicada en la RAE como la “relación lógica entre dos cosas o entre las partes o elementos de algo de modo que no se produce contradicc­ión ni oposición entre ellas”.

A diferencia de esas otras películas, de las que ya nos ocuparemos, en esta hay cupo femenino: desde la directora hasta el racimo de damas que muy avanzados los 113 minutos de duración, llegarán para aleccionar a los forajidos. Ellas representa­n, según el rol y el relato, lo puro de este mundo, igual que las semillas (que Neil Young y la leyenda Willie Nelson se encargan de robar de un banco), los cielos, los alces, los arroyos, caballos, trenes, montañas y la naturaleza misma, rondante al célebre rancho del músico, el Broken Arrow.

El tono es desopilant­e, en todo sentido, dividido en tres partes: El tiempo es fluido, Hora de alimentar al lobo bueno y Esperando el águila plateada. ¿El resultado? Como si El árbol de la vida (Terence Malick) estuviese en las manos de Saborido-Capusotto. “El amor es como un pedo: si lo forzás mucho, sale mierda”, le dice un forajido a otro, mientras utilizan la litera. Más tarde, buscando oro y minerales preciosos, encontrará­n celulares y teclados de computador­a. Otro diálogo: “Nos rige la anarquía”, dice uno. “Eso es un oximoron”, dice otro. “¿Qué me dijiste?”, sale la réplica. Y un tortazo al mejor estilo Pepe Biondi acompaña el ¿gag?

En contrapunt­o, los paisajes adyacentes man-

Disponible en Netflix, la película es un western de un humor dudoso y un evidente toque feminista.

dan y auxilian el sinsentido. Young es como un marginal zen, que vive tocando la guitarra, sin dar crédito a los facineroso­s, interpreta­dos todos por su actual banda, Promise of Real. Una curiosidad: su percusioni­sta, Tato Melgar, es uruguayo. Y sus intervenci­ones, con acento charrúa, le dan un tono pintoresco, igual que su ofrenda de un mate para las señoritas.

En muchos aspectos, Paradox no es mejor ni peor que Journey Through The Past (1973), donde oficiara de director y reuniera filmacione­s de su carrera en vivo con representa­ciones especialme­nte filmadas de puro sub-surrealism­o. Aparte es el caso de Rust Never Sleeps (1979), basado en el tour de presentaci­ón de lo que sería parte de aquel gran disco.

De algún modo, se le puede levantar el brazo a Human Highway (1982), su segundo intento desde la silla (junto a Dean Stockwell), con la participac­ión del legendario Dennis Hopper y los nuevaolero­s Devo, que ideológica­mente marcan la pauta del relato con sus esquirlas de mutación post-nuclear. Más tarde, montaría la coral Gleendale (2003), un musical pobremente recibido desde la crítica. Otro rubro serían los documental­es que directores renombrado­s como Jim Jarmusch ( Year of the Horse, 1996) y Jomathan Demme ( Heart of Gold, de 2006 y Journeys, de 2011 ) realizaron tomándolo como objeto de tours y presentaci­ones.

Algunas tomas en vivo (como una emocionant­e versión de Pocahontas, extraída del show de Desert Trip 2016) y la ternura de ver volar a la directora, voluntaria­mente atada a una soga en la cintura de su pareja y mentor, no desmiente n la posibilida­d de que un artista que es genial en una veta, haga el ridículo en otras. ■

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