Clarín

El modelo Juan Maldacena

- Ricardo Roa

Sencillo, de bajo perfil y casi 50 años, Juan Maldacena es miembro del selecto club de genios capaces de explorar los misterios de la gravedad, el espacio tiempo que postuló Einstein, los agujeros negros, el Big Bang o la intimidad de la materia que en el fondo son el misterio de qué somos y qué es dónde estamos.

Maldacena nació en Caballito y estudió en la UBA y en el Balseiro. Hoy enseña en Princenton que fue la universida­d de Einstein cuando emigró a los Estados Unidos. Desde hace tiempo Maldacena está en el tope mundial de la física teórica. Y acaba de añadir a su decena de grandes premios y reconocimi­entos la medalla Lorentz que cada cuatro años otorga la Real Academia de Ciencias de los Países Bajos.

Es una distinción no menor a la del Nobel y que tiene una curiosidad estadístic­a: varios Nobel antes tuvieron el Lorentz, que fue un físico que recibió su Nobel en 1902. La ciencia no es nacionalis­ta. Pero es el resultado de la educación y del apoyo institucio­nal que ofrece un país. El nuestro es el único de la región con tres Nobel. El desafío es cómo retomar y enriquecer esa tradición.

Maldacena conoció como estudiante a Stephen Hawking y trabajó como profesor con él en Harvard. No se vanaglorió por ello aunque es una gloria real. Lo contó cuando se lo preguntaro­n luego de la muerte del inmenso científico británico que construyó una obra única postrado en una silla de ruedas.

No hace falta precisar porque es fácil imaginar en qué universida­des e institutos trabaja Maldacena. Mucho más difícil es imaginar de lo que habla cuando habla de esas cosas que pocos pueden imaginar como la mecánica cuántica, que investiga dimensione­s mínimas de la materia. El campo de lo que no se ve.

Lo no medible aunque contribuya y mucho a la calidad de vida: aplicacion­es en medicina como cirugía laser o la exploració­n radiológic­a y en supercondu­ctores y computació­n.

Como Hawking, Maldacena es un explicador formidable que atrapa hasta los más pro- fanos en esas cosas. Un trabajo suyo derivó en la llamada Conjetura de Maldacena relacionad­a con la supergrave­dad y la teoría de las cuerdas, un nombre que nos dice poco o no nos dice nada pero que estruja las mentes más brillantes porque promete revolucion­ar las teorías.

Hablamos de él aquí no sólo porque motiva el orgullo de sentirlo compartido y nuestro por ser argentino. Una cercanía de ciudadanía que nos amiga. También porque representa el extremo opuesto y luminoso de los corruptos. Un investigad­or que produce saberes en la universida­d frente a los chantas que producen negocios en la universida­d. Cualquier parecido con las universida­des del GBA o las filiales de la UTN usadas por el kirchneris­mo no es pura coincidenc­ia.

Maldacena es una prueba de que no todo es lo mismo. “Yo tenía facilidad para la física”, dice modestamen­te. Servía para la física y a partir de eso hizo un esfuerzo enorme. Es otro gran mensaje para todos. Tener conciencia de lo que en cada uno es bueno y del esfuerzo que se necesita para alcanzarlo.

El modelo Maldacena. La mayoría no entiende lo que hace ni puede explicar lo que hace. Pero Maldacena nos hace bien. Hay que mirarlo, tomarlo como ejemplo porque es con esta clase de conductas como se construye y como nos educamos y mejoramos.

El físico argentino ganó un premio que suena a antesala del Nobel. Pero más importa cómo es.

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