Clarín

Jones Huala en prisión: cóctel de heavy metal y plantas medicinale­s

Líder mapuche. Lleva 9 meses detenido en Esquel y espera que se defina un pedido de extradició­n. Ya casi no sale de la celda.

- Claudio Andrade bariloche@clarin.com

El lonko Facundo Jones Huala lleva nueve meses en prisión. Los transcurre casi en solitario, con pocas visitas, apartado del que fue su núcleo de confianza, bebiendo infusiones de plantas medicinale­s mapuches, leyendo historia y escuchando trash metal, una variante del heavy.

El 27 de junio de 2017 fue detenido en un control policial cerca de El Bolsón y trasladado a la Unidad 14 de Esquel. Pesaba sobre él una solicitud de extradició­n de la Justicia de Chile, que ahora fue concedida pero tiene una instancia más en la Corte Suprema antes de resolverse. Cuentan quienes lo conocen que pasó de la furia inicial por un nuevo encierro –el juez federal Guido Otranto lo había liberado en septiembre de 2016–, a la depresión, pasando por un mudo hastío. A fines de 2017, el referente mapuche estaba convencido de que sería extraditad­o y que ya nada podría hacer al respecto. Sus abogados eran –y son– pesimistas. Apuntan que poco a poco ha ido recuperand­o el temple. Pero todavía deja fluir sus días casi sin moverse del interior de su celda que comparte con otros cuatro detenidos por delitos diversos.

Se niega a caminar por el patio. A mostrarse privado de su libertad considerán­dose una autoridad ancestral. La Unidad 14 de Esquel tiene un espacio al aire libre para que los detenidos hagan deporte y jueguen al fútbol. Rara vez se lo ve “dar la vuelta” por ahí. Su piel se observa pálida y perdió peso producto del estrés y una huelga de hambre que duró un mes. Consume diariament­e infusiones llamadas “fuertes”, que considera vitales para mantener su equilibrio físico y mental. Entre ellas el chakay y el küla que se usa en los rituales.

La mayor parte del tiempo lo dedica a leer libros de historia universal y latinoamer­icana. Textos sobre la conquista, la industrial­ización y el comunismo. Aunque, en general, sus preferenci­as son eclécticas. Escucha en sus auriculare­s a la banda de trash metal norteameri­cana Slayer, al tiempo que repasa los Diarios del Che o textos que recuerdan las gestas indígenas en la Argentina precolonia­l. También escucha radio. En particular, el programa de Marcelo Longobardi en Mitre. "Es un gorila, pero me encanta", ha llegado a confesar.

Sus amigos lo definen como una esponja. Su vestimenta es un reflejo de lo que consume culturalme­nte. Debajo de su poncho suele llevar puesta una remera negra con el logo de algún grupo de rock pesado.

En el seno de su familia, Jones Huala siempre cargó una invisible corona de espinas. Fue el único “llama- do” de sus hermanos para convertirs­e en lonko. La máxima autoridad política de una comunidad mapuche. Según él mismo ha relatado, siendo un niño soportó una dura enfermedad que encarnaba en sí misma una revelación. La "machi" que lo curó dictaminó que sólo podría sanarse si se convertía en lonko. Así fue. Hasta en esto fue distinto el creador de Resistenci­a Ancestral Mapuche (RAM).

Esta suerte de “brote psicótico” temporal –como lo llaman algunos especialis­tas en historia– se manifiesta por regla entre las niñas mapuches cuando “sienten” la convocator­ia de los dioses para transforma­rse en "machis" al crecer. Pero creció como un adolescent­e humilde de Alto de Bariloche y asistió al secundario. En las aulas manifestó una fuerte vocación por reivindica­r sus raíces frente a la educación del Estado. Participó de numerosos movimiento­s juveniles de los que terminó decepciona­do. Creyó que el diálogo político no era el camino para su pueblo.

La familia de su madre – Isabel Huala– vivió tradiciona­lmente en la zona más humilde de la ciudad. En la actualidad mantienen ocupados terrenos del Ejército Argentino en Colonia Suiza, a 16 kilómetros de Bariloche. Entre los barrios trabajador­es de Islas Malvinas, 2 de Abril y Nahuel Hue se formó el futuro lonko. Son núcleos poblaciona­les golpeados por la delincuenc­ia y el narcotráfi­co.

En este escenario, Jones Huala aprendió a repudiar las drogas y en especial el alcohol, al que culpa por muchos de los dolores de su gente. Los miembros del RAM tienen prohibido el consumo de estupefaci­entes o alcohol. Su padre, Ramón Eloy Jones, quien pocas veces es mencionado por él, conserva su rama familiar en la zona que va entre El Bolsón y Esquel. Muchos tíos y primos de Jones Huala nacieron en el área rural de Cushamen. Este es uno de los motivos por los que decidió ocupar las 1.200 hectáreas del grupo Benetton donde murió Santiago Maldonado.

Es visto por los guardias penitencia­rios y sus compañeros de encierro con una mezcla de temor, respeto y exotismo. El lonko representa una combinació­n cultural que excede las posibilida­des ideológica­s de una cárcel. Pero “allá afuera tiene banca” –relatan– y eso lo entienden todos. Un grupo de unos 10 jóvenes mapuches fanáticos son su guardia pretoriana y si algo le pasa no dudarían en “morir por él”. Jones Huala, según averiguó este diario, les hizo conocer personajes de la historia “winka” y mapuche que murieron por sus camaradas. Un ejemplo que cree merece ser repeti- do si se dan las circunstan­cias.

Durante su primer encierro, unos 20 militantes mapuches y amigos “blancos” se quedaban todas las noches haciéndole el “aguante” afuera de la cárcel. Las visitas de figuras políticas y de organizaci­ones sociales no paraban de firmar el libro de ingreso. “Alguien” pagaba las pizzas y hamburgues­as con que alimentaba­n al grupo, cuenta a Clarín un vecino.

Pero su actualidad es muy distinta. Las pocas personas que tienen su permiso para visitarlo son su pareja Andrea Millañanco y su hermano Fernando Jones Huala. En los últimos meses se distanció de Soraya Maicoño y Moira Millán, con quienes compartía proyectos al interior de Cushamen. Se dice en Esquel que la discusión por la división de tierras fue uno de los detonantes de su quiebre. Otro sería la pelea por el poder en la Comunidad Resistenci­a Cushamen. Algunos mapuches opinan que el lonko no puede ser tal si se encuentra detenido. Jones Huala se ha jactado de mantener pleno contacto con sus seguidores fieles. Durante el proceso de búsqueda del cuerpo de Santiago Maldonado, los militantes mapuches le enviaban mensajes a través de Millañanco y su hermano.

Para hablar telefónica­mente con Jones Huala sólo hace falta marcar cualquiera de los dos números de la Unidad 14 habilitado­s en el ala en la cual está su celda. Un penitencia­rio contesta y de inmediato pide por él. A veces lo llaman “Facundo”, en otras “Jones Huala”. El lonko demora solo unos segundos en ponerse al habla. La semana pasada criticó por primera vez en mucho tiempo a sus carceleros. Los culpó de haber inundado con restos cloacales el sector en el cual hace el "nguillipun", una ceremonia mapuche. “Esta situación sobrepasa todos los límites de tolerancia que hemos tenido ante las continuas faltas de respeto hacia nuestra cultura por lo que se realizaran las acciones judiciales correspond­ientes", indicó en un comunicado. Fuentes del centro afirman lo contrario. "Nadie lo molesta y puede hacer sus rituales sin problemas", contestan. ■

Es un lector voraz. Le interesa la historia de la colonizaci­ón y de líderes marxistas, como el Che.

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MARIO QUINTEROS Marzo de 2018. Jones rumbo al juicio de extradició­n.
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Septiembre de 2017. Jones Huala cuando se dejaba ver en el patio de la prisión, en Esquel.

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