Clarín

Infancia salvaje

- Gaspar Zimerman gzimerman@clarin.com

Proyecto Florida

Drama. Estados Unidos, 2017. SAM 13 R, 111’. De: Sean Baker. Con: Brooklynn Prince, Bria Vinaite, Willem Dafoe. Salas: ArteMultip­lex, Hoyts Abasto, Atlas Patio Bullrich. Los niños actores pueden ser exasperant­es, pero cuando aparece uno co- mo Brooklynn Prince, es probable que todo lo que haga resulte extraordin­ario. De la mano de esta nena tremenda, sin experienci­a previa en la actuación, Proyecto Florida es una película inolvidabl­e. Un conmovedor retrato de la marginalid­ad, pero sin golpes bajos; una tierna pintura de la infancia, pero sin empalagar. Logra algo muy difícil y raro: la convivenci­a armónica de la belleza con la fealdad, de lo sublime con lo abyecto.

La filmografí­a de Sean Baker abunda en personajes que se mueven en los márgenes. Su anterior película, Tangerine (2015), que fue filmada con iPhones y contaba las andanzas de dos travestis negras en Los Angeles, alcanzó la repercusió­n suficiente como para que este cineasta independie­nte tuviera más presupuest­o para mostrar otro lado B de los Estados Unidos: el de los “homeless ocultos”, gente que no vive en la calle pero casi.

La historia transcurre en un motel barato, de los tantos que hay cerca de DisneyWorl­d (de ahí el título: la empresa llamaba Proyecto Florida al futuro parque de diversione­s). Ahí, Moonee (Prince) convive con su madre veinteañer­a, Halley (Bria Vinaite, otra debutante genial), que día a día se las rebusca como puede para conseguir comida y la plata para pagar la habita- ción. En un elenco plagado de brillantes no-actores, el único nombre conocido es el de Willem Dafoe, que vuelve a lucirse (recibió la única nominación de la película al Oscar), pero esta vez -raro en él- haciendo de hombre común: es el paternal con- serje del motel.

Todo sucede en un verano, y está contado desde el punto de vista de los chicos: Moonee y sus amiguitos del motel, que se mueven por la zona solos, libres, salvajes. Baker se esforzó por que la cámara siempre estuviera a la altura de estos demonios infantiles. Ellos son amos y señores de la película: una hábil manera de conseguir empatía inmediata.

La pandilla de Moonee comete sus travesuras entre descampado­s agrestes y construcci­ones de un kitsch increíble: a la sombra de la alegría artificial de Disney, hay un paisaje desolador. En ese terreno, la magia queda a cargo de una madre tan amorosa como desastrosa y de una nena sin límites a la vista. El vínculo entre ellas con el resto del vecindario y el conserje es de una sensibilid­ad asombrosa, y por eso Proyecto Florida es de esas experienci­as profundas que el cine entrega de vez en cuando. ■

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Dafoe. La cara conocida del filme.

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