Clarín

La mujer que convirtió su debilidad en fortaleza

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Fabiana Tuñez aprendió de chica qué es la discrimina­ción. Nació con labio leporino y fue su madre la que le enseñó a convertir su mayor debilidad en su mayor fortaleza. “Yo tenía grandes dificultad­es para hablar bien, pero descubrí en la palabra un gran aliado. Hoy la comunicaci­ón es mi fuerte”, dice.

En la figura de su mamá, fuerte e independie­nte, Tuñez encontró a su primera maestra del feminismo: “Ella nunca se definió como feminista, pero lo es: cuando se separó yo tenía 5 años, empezó a estudiar cosmetolog­ía, salió a trabajar y me educó con los valores de la libertad y la igualdad. No existen las feministas con carné. Si una persona lucha contra la discrimina­ción, la no violencia y la igualdad de oportunida­des, bueno, es feminista”.

Luchar contra la marca de su labio leporino fue, para ella, más duro que luchar contra la discrimina­ción por su condición sexual. Tuñez es lesbiana.

“Yo no me animaba, pero mi mamá un día me llamó y me dijo que quería que yo fuera feliz con cualquier camino que eligiera. A partir de ahí empecé a vivir mi sexualidad con total libertad, afecto, respeto, cuidado e igualdad”.

Antes de su madre hubo en la familia otra feminista: su abuela, que a los 12 años llegó sola al puerto de Buenos Aires, escapando del hambre y de la guerra. “Se casó a los 18 con un hombre violento, pero ella logró sacar adelante a su familia, siempre con una sonrisa. A todos sus hijos les dio estudio. Fue una mujer muy valiente”.

Tuñez supo construir desde muy joven una sólida trayectori­a en la militancia de los derechos de las mujeres, pero siempre desde las organizaci­ones civiles. Ahora, como funcionari­a, lleva adelante el Plan Nacional de Acción para la Prevención, Asistencia y erradicaci­ón de la violencia contra las mujeres, con un presupuest­o de 210 millones de pesos, un 30 por ciento más que en 2017.

“El presidente Macri me dio total libertad para nombrar a mi equipo, todas mujeres expertas en sus temas”, sostiene.

Coqueta, bastante base de maquillaje en sus pómulos y cejas prolijamen­te delineadas, Tuñez mueve sus ojos impaciente­s y ofrece una sonrisa esquinada. Desde las paredes de su despacho ubicado en la avenida Entre Ríos al 100, cuelgan los retratos de Evita, Alfonsina Storni y Machaca Güemes. Los heredó de la gestión anterior, y le gustan. Dice que así se siente bien acompañada. E insiste: cuanto más feministas haya en este país, mejor.

“Al feminismo lo define la lucha por la igualdad, por los derechos, por la no violencia -enumera-. No tiene más ideología que esa. Cada una lo hace desde el lugar que puede”.

Eso sí: puesta a elegir entre las mujeres americanas que impusieron el #MeToo contra los abusos o las francesas que firmaron un manifiesto opuesto al clima de “puritanism­o”, no tiene dudas: “Me gustan más las americanas, porque están hablando de algo muy cierto: están diciendo ‘a mí también me pasó’”.

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