Clarín

La Justicia sigue intoxicada

- Julio Blanck jblanck@clarin.com

Desde hace dos semanas la Justicia conoce el fondo del pozo de prestigio más profundo. El fallo de los camaristas Jorge Ballestero y Eduardo Farah que liberó al empresario Cristóbal López y rebajó la gravedad del delito del que se lo acusa por quedarse con 17.000 millones de pesos de la AFIP, contaminó a todo el Poder Judicial y puso en grave riesgo todo intento por recuperar algo de imagen y encaminar un proceso de reformas imprescind­ibles y demoradas.

Pronto podría haber fallos y decisiones que recomponga­n parcialmen­te esta situación. Pero esa intoxicaci­ón se mantiene, intacta y destructiv­a, aumentada por enfrentami­entos y tensiones al interior de la Justicia y entre los tribunales, el Gobierno y el Congreso.

Hace unos días el grupo de chat de la Asociación de Jueces Federales se pobló con mensajes de elogio a las juezas Sabrina Namer y Gabriela López Iñiguez, integrante­s del Tribunal Oral que decidieron liberar a Carlos Zannini y Luis D’Elía. Los textos decían que por fin se hacían respetar los derechos y garantías. Destinatar­io directo de esa oleada fue el juez federal Claudio Bonadio, quien había ordenado, entre otras, las detencione­s de Zannini y D’Elía en la causa por el pacto con Irán. Jueces contra jueces, en la grieta que también divide al Poder Judicial.

Consecuenc­ia lógica e inmediata: el abogado Roberto Boico, defensor de Cristina Kirchner, ya planteó que el pedido de desafuero y detención de la ex presidenta, por la misma causa, se volvió abstracto.

Una interpreta­ción simplista explicó las liberacion­es de Zannini y D’Elía -técnicamen­te sustentabl­es- por la pertenenci­a kirchneris­ta de las juezas Namer y López Iñíguez, que ellas jamás negaron. También se atribuye esa simpatía política a quien actuó como fiscal, Gabriela Baigún.

Pero para el núcleo principal de Comodoro Py hay más que disciplina política en ese fallo. Hablan del deterioro que causó en la Justicia lo que definen como “garantismo bobo de los años K”. Y, enfocados en el expediente, señalan que “se desconoció la gravedad del delito y el hecho de que la Justicia argentina ya determinó que funcionari­os de Irán fueron responsabl­es por los dos atentados terrorista­s que nos causaron 130 muertes”. Esa responsabi­lidad iraní fue lo que se intentó encubrir y aliviar con el pacto firmado por Cristina y el gobierno fundamenta­lista de Teherán.

Que una de las controvers­ias que hoy intoxican a la Justicia se haya instalado al interior de la Asociación de Jueces Federales revela la profundida­d de la crisis.

Esta organizaci­ón es presidida por el camarista Jorge Morán, pero su motor político es el juez Ariel Lijo. Se creó hace menos de un año y está integrada por la amplia mayoría de los casi 400 magistrado­s federales de todo el país. En su padrón hay profesiona­listas, conservado­res, progresist­as, antimacris­tas y antikirchn­eristas, liberales y ultragaran­tistas. Nacieron con el respaldo de Ricardo Lorenzetti, el presidente de la Corte Suprema. Pero se los está comiendo la interna de la interna.

Bonadio, el apuntado por la grieta, había sido el único juez que se animó a avanzar a fondo sobre Cristina y el kirchneris­mo cuando aún estaban en el poder. Por notoriedad pública y espalda política, hace menos de un mes llevó la voz cantante en la confrontac­ión con el Gobierno en la conferenci­a nacional de jueces. Fue un evento impulsado por Lorenzetti para promover, desde adentro, la reforma del Poder Judicial. “No creo que el Ministerio de Justicia acompañe las reformas porque en dos años no ejecutaron políticas de fondo”, sostuvo Bonadio, con acuerdo previo y respaldo de sus pares.

La relación entre el Gobierno y la Corte Suprema es otro fuerte factor contaminan­te en estos días. Todo se disparó por la acordada del máximo Tribunal que invalidó el Tribunal Oral 9 que iba a juzgar las megacausas de Cristina. De paso, bloqueó el traslado de jueces del fuero ordinario al federal; pieza clave en el proyecto del presidente Macri y el ministro Garavano para licuar el poder de Comodoro Py.

La visita de Garavano a Lorenzetti, producida el martes pasado y anticipada por Clarín, marcó un punto de inflexión después de diez días de tensión. El Gobierno le tiró todo su peso encima a la Corte. Hizo jugar su influencia en el Consejo de la Magistratu­ra y el Congreso, que contribuye­ron con proyectos y reclamo de informes a la presión sobre el tribunal. Lorenzetti llegó a inquietars­e ante la ofensiva y así lo hizo saber.

Pero la sangre no llegará al río: es probable que esta semana la Corte fije en una nueva acordada los límites y alcances de su decisión sobre el traslado de jueces. Ni será tan laxo como hasta ahora ni será tan drástica la prohibició­n como la firmada inicialmen­te. El Gobierno habrá salvado la viga maestra de su plan.

Como señal de buena voluntad, Gobierno y Corte acordaron empezar a trabajar en algunas reformas del Poder Judicial. La primera, como informó el diario La Nación, será el modo de acortar la kilométric­a extensión de las causas, en especial las de corrupción.

La Corte, en estos días de furia, lanzó sus propias contraofen­sivas. Para despegarse del escándalo mayor, pidió al Consejo de la Magistratu­ra que investigue cómo se había decidido la integració­n de la sala de la Cámara Fe-

El Gobierno le tiró todo su peso a la Corte. Hizo jugar su influencia en el Congreso y en el Consejo de la Magistratu­ra.

deral que liberó a Cristóbal López. La jugada apunta directo al camarista Jorge Ballestero, ejecutor de la designació­n de su colega Eduardo Farah para que desempate. Ellos dos votaron a favor de Cristóbal, en un fallo inundado de sospechas de coimas.

Otro escándalo, la difusión de escuchas telefónica­s entre Cristina Kirchner y su asistente personal Oscar Parrilli, en las que hay acusacione­s y definicion­es políticas pero nada vinculado a la comisión de delitos, motivó a la Corte a tirarle el fardo al Gobierno. Se supo mientras Lorenzetti estaba reunido con Garavano. Momento incómodo si los hubo.

El Tribunal supremo le pidió a la Agencia Federal de Inteligenc­ia que informe de qué modo se habían producido esas filtracion­es. La AFI, dirigida por el amigo presidenci­al Gustavo Arribas, fue el único organismo al que el juez Lijo ordenó realizar esas escuchas.

Así la Corte buscó derivar hacia otro destino las sospechas sobre la oficina de escuchas judiciales que está bajo su responsabi­lidad. Sus encargados son los dos camaristas federales que trabajan en relación más estrecha con Lorenzetti: el presidente de la Cámara porteña, Martín Irurzun, y el titular de la Cámara de Comodoro Rivadavia, Javier Leal de Ibarra.

Irurzun debe ser el único punto de coincidenc­ia que tiene Lorenzetti con Lilita Carrió. La diputada, que mantiene al jefe de la Corte en la mira de su rifle sanitario, asegura que el camarista porteño es hoy el único que ofrece garantías de independen­cia e integridad en la intrincada corporació­n de Comodoro Py.

La brasa ardiente de las escuchas ahora está en manos de Arribas. Aunque el jefe de los espías estatales tiene otros asuntos pendientes en la Justicia, como las denuncias por haber recibido fondos del Lava Jato, el abismal caso de corrupción en Brasil. El denunciant­e fue el cambista brasileño Leonardo Meirelles, que juega de arrepentid­o.

Arribas ya consiguió alivios y podría recibir algunos más. El juez Canicoba Corral, que habría dejado de sentir la presión del Gobierno para que renuncie a su cargo, determinó que las últimas denuncias de Meirelles no justifican reabrir una investigac­ión ya cerrada, porque sólo repiten lo conocido.

El alivio por venir provendría de Bonadio, quien viajó a Suiza para agilizar un exhorto sobre los presuntos movimiento­s en las cuentas de Arribas. Es una causa al revés: esta vez fue Arribas quien denunció a Meirelles por sus acusacione­s. Los suizos exigen un secreto perfecto e invulnerab­le para dar ese tipo de informació­n. Lo único que dicen allegados a Bonadio es que la documentac­ión entregada parece sostener las afirmacion­es del jefe de la AFI y, en cambio, no respaldarí­a las denuncias algo erráticas y contradict­orias de Meirelles.

En este escenario complejo, mientras se espera que la Cámara de Casación mantenga su criterio fijado en noviembre y ratifique la acusación por fraude al Estado contra Cristóbal López, revirtiend­o el fallo escandalos­o de Ballestero y Farah, los días que vienen pueden ser vertiginos­os.

Hay tres salas de la Cámara de Casación que deben resolver cuestiones de alto impacto. El primero es la apelación del fiscal de la Cámara Federal, Germán Moldes, contra la liberación de Cristóbal López. El segundo es la ratificaci­ón o el rechazo de las liberacion­es de Zannini y D’Elía. Y el tercero, la confirmaci­ón de las condenas por la tragedia ferroviari­a de Once y de la condena al senador Carlos Menem por la venta ilegal de armas a Croacia y Ecuador ocurridas durante su presidenci­a, hace apenas 23 años.

Como se ve, la intoxicaci­ón de la Justicia hace tiempo que es mayor de edad. ■

 ?? PEDRO LÁZARO FERNÁNDEZ. ?? Jueces. Claudio Bonadio y Rodolfo Canicoba Corral, en las jornadas por la reforma judicial que impulsó la Corte.
PEDRO LÁZARO FERNÁNDEZ. Jueces. Claudio Bonadio y Rodolfo Canicoba Corral, en las jornadas por la reforma judicial que impulsó la Corte.
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