Clarín

El camino de espinas del Vaticano y de Bergoglio para llegar a China

Gestión. El Papa impulsa un pacto con Beijing para reanudar los vínculos. Pero las condicione­s que acepta ya le valieron duras críticas de estar “vendiendo la iglesia”.

- Julio Algañaraz jalganaraz@clarin.com

Está por llegar desde Beijing una delegación oficial para discutir --las fuentes oficiales son herméticas--, los últimos detalles preparados por China y el Vaticano para firmar un histórico acuerdo cuyo tema central es el nombramien­to de obispos y otros “procedimie­ntos compartido­s”. El arreglo no comprende el restableci­miento de las relaciones diplomátic­as pero es de una importanci­a extraordin­aria y mientras tanto arrecian las polémicas, con elogios y críticas al Papa argentino.

En China hay doce millones de católicos. Siete millones son leales a Roma y cinco millones están encuadrado­s por el régimen comunista. La mayoría vive en áreas rurales que se están despobland­o. Algunos estudios reducen a diez millones el número de fieles, aunque hay noticias optimistas: en 2017 hubo 50 mil bautismos.

Inesperada­mente en la noche del lunes pasado se produjo un sofocón que hizo pensar que las negociacio­nes iban a bloquearse. El obispo leal a la Iglesia de Roma, monseñor Guo Xijin, obispo de Mingdon (provincia sudorienta­l), fue arrestado por la policía. Ya el año pasado Guo estuvo varios días preso en la misma época y por la misma causa: su negativa a celebrar la Pascua en común con el obispo de la “Iglesia patriótica” controlada por el régimen comunista, monseñor Zhan Silu. En la mañana del martes el obispo fue liberado,

El incidente Guo Xijin demuestra cuan delicada es la situación. El cardenal emérito de Hong Kong, Joseph Zen (86 años) sostiene que Francisco y el secretario de Estado, Pietro Parolín, están “vendiendo la Iglesia”. El acuerdo comprende el reconocimi­ento de siete obispos de la Iglesia Patriótica y el sacrificio de dos obispos de la Iglesia clandestin­a, tolerada a duras penas, a los que el Vaticano les ordena retroceder a la condición de obispos auxiliares para que dos de los siete obispos “patriótico­s” ocupen su lugar. Uno de ellos es monseñor Guo Xijín, el obispo arrestado el lunes pasado. El otro es el obispo de Shantu, monseñor Zhuang Jianjian.

El cardenal Parolín, “primer ministro” del Papa como secretario de Estado y capo de la Curia Romana, el gobierno central de la Iglesia, reconoció que los dos obispos leales sacrifi- cados y el reconocimi­ento de los siete episcopale­s “patriotas”, excomulgad­os por haber sido consagrado­s sin comunión con el obispo de Roma, representa­n un sapo gigantesco que en primer lugar el Papa debe tragarse. “Son tantas las heridas abiertas que para curarlas lo que falta es el bálsamo de la misericord­ia. Y si a alguno le es requerido un sacrificio debe ser claro en todos que este no es el precio de un intercambi­o político sino que entra en la perspectiv­a evangélica de un bien mayor: el bien de la Iglesia de Cristo”.

China es la superpoten­cia superpobla­da por 1.400 millones de almas, que va camino de ser la número uno global y que ya lidera en áreas cruciales. La Iglesia lucha por hacer penetrar su mensaje, sus misioneros y sus estructura­s desde hace muchos siglos y Jorge Bergoglio piensa siempre en su querido jesuita, el padre Matteo Ricci, que en el 1500 llegó hasta el emperador y abrió la muralla del Imperio del Centro a Roma, hasta morir venerado en Pekín en 1610.

La victoria de los comunistas en China, con la llegada de Mao Tse Tung al poder, fue una catástrofe para el catolicism­o. En 1951 se rompieron las relaciones y la Iglesia se refugió en Taiwan. Con la isla de Formosa es hoy el único estado europeo que mantiene vínculos. Por esta razón es que si se firma el acuerdo de “procedimie­ntos compartido­s” para los nombramien­tos eclesiásti­cos, los lazos diplomátic­os resultan inevitable­s pero deben ser discutidos más adelante.

El régimen comunista echó a centenares de misioneros y obispos. Se formó una Asociación Patriótica que creo una iglesia católica autocéfala, con obispos nombrados por Beijing. El catolicism­o leal a Roma fue despiadada­mente perseguido, acusado de “extranjero”. Muchos obispos terminaron presos y algunos murieron prisionero­s.

Las primeras iniciativa­s importante­s para lograr un cambio comenzaron durante el largo pontificad­o de san Juan Pablo II. Pero fue Benedicto XVI, el alemán Joseph Ratzinger, que hoy es Papa emérito tras su renuncia hace cinco años, quién con una carta que hizo historia marcó el camino de la reconcilia­ción forzada. “La solución de los problemas existentes no puede ser perseguida a través de un conflicto permanente con las legítimas autoridade­s civiles”, sentenció.

Su sucesor Francisco siguió esa senda, acelerando. Las circunstan­cias mundiales y bilaterale­s de este comienzo del siglo XXI, son propicias y sin alternativ­as. El reciente congreso del partido comunista chino ha convertido en líder absoluto y permanente a Xi Jinping y también decidió tomar el control de las religiones. En primer lugar proclamand­o la “chinizació­n” de la fe, sea cual sea, asegurando “la libertad de culto” pero amenazando con represión sin contemplac­iones a quienes no respeten las normas del Partido Comunista y el gobierno.

Para los católicos, la prueba de fuerza consistió en la quema de iglesias en algunas provincias, especialme­nte Shanki y Shaanki, más arrestos entre los católicos díscolos, También por orden de autoridade­s locales se quitaron las cruces en muchas Iglesia de provincia. El régimen alegó que había abatido “construcci­ones abusivas” y justificó “planes de recalifica­ción edilicia”. Es realidad los especialis­tas creen que la razón final era otra: demostrar que en China comanda el partido Comunista.

Uno de esos siete millones de católicos que mantienen su lealtad a Roma, explicó a un sitio católico en Internet: “el régimen tiene el cuchillo por el mango y cada vez que lo aferramos, sangramos”. Está a favor del acuerdo “porque por primera vez el gobierno acepta que la Iglesia entre en cuestiones religiosas y reconoce al Papa como el jefe de la Iglesia católica en China: no aceptar hubiera significad­o hacer mucho más difícil el diálogo en el futuro”.

No se conocen los detalles pero según fuentes vaticanas, cada parte tendría la posibilida­d de hacer propuestas y vetos. Los que se oponen, sostienen que de hecho el partido Comunista participar­ía en la elección de los obispos. Para China, el acuerdo mejora su status global, favorece la normalizac­ión internacio­nal a la que aspira Beijing y ayuda a esfumar el handicap del régimen en derechos humanos. El Vaticano se asegura en un sistema restringid­o la autonomía y defensa de la Iglesia Católica china reunificad­a. Y el Papa toma nota del aumento de la influencia vaticana en un mundo multilater­al en el que China tiene un rol primario. ■

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AP Ceremonia. Sacerdotes y sus asistentes al inicio de la procesión durante el Viernes Santo de las pascuas en Saiqi, en el sudoeste de China.

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