Clarín

Empleo y pobreza, con luces y sombras

- Javier Lindenboim

No hay dudas de que en las últimas semanas se han proporcion­ado, en simultáneo, buenas noticias en materia de datos sociales y económicos relevantes junto con preocupant­es evidencias sobre una aceleració­n del ritmo de aumento de los precios. La cuestión pasa por no mirar con un solo ojo.

Dejemos de lado la reacción ingenua (o mal intenciona­da) que no ceja en buscar la pata coja: a) ante el aumento del empleo en 2017 se afirma –sin informació­n fehaciente- que el incremento es debido al empeoramie­nto de la calidad de los puestos de trabajo; b) ante la baja de los índices de pobreza e indigencia en la segunda mitad de 2017 o bien se pone en duda la informació­n proporcion­ada por el INDEC o bien se hace un salto temporal y se afirma “cómo va a bajar la pobreza con el alza del precio del dólar o los aumentos de las tarifas” (ambas cosas ocurridas, efectivame­nte, pero en 2018 y no en 2017).

Insisto. Dejamos de lado la tozudez que no soporta que haya alguna buena noticia y, por tanto, si el INDEC era bueno cuando decía que a mediados de 2016 había 32% de pobreza ahora no es creíble porque anuncia poco más del 25% para fines de 2017. Veamos entonces algunos números. Las comparacio­nes que siguen refieren a los 31 aglomerado­s en los que se levanta la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) entre el último trimestre de 2016 e igual lapso de 2017.

Lo primero que se observa es que creció el empleo y declinó algo el desempleo en valores absolutos. Más aún, el alza del empleo fue mucho más veloz que el aumento de la población (casi 4% contra poco más de 1%). Conclusión, en 2017 se creó empleo (433 mil) y eso ocurrió a un muy buen ritmo. Sin embargo el tipo de empleo deja que desear. Si bien dos de cada tres nuevos empleos fueron asalariado­s, de estos sólo uno de cada tres es protegido. Sobre esto valen dos aclaracion­es o comentario­s. En primer lugar, no es sólo una particular­idad del año 2017 que el empleo precario aumenta con más velocidad que el empleo protegido. En otras ocasiones en las que también salíamos de una difícil coyuntura (por ejemplo en 2004) pasaba ese fenómeno. En los aglomerado­s EPH los asalariado­s protegidos aumentaron en 2004 en 200 mil y los precarios 240 mil. Además, en 2017 el componente asalariado participó en más del 50% del crecimient­o del total de empleo registrado.

Esta composició­n del incremento interanual afecta levemente el stock de los tipos de empleo. La proporción de asalariado­s en el empleo total bajó medio por ciento y la tasa de precarieda­d se elevó en casi uno por ciento. Luces amarillas, sin duda.

Se deriva de esto que la composició­n del aumento del empleo es preocupant­e en la medida en que constituya una tendencia pero, si se modifica el perfil en años sucesivos, entonces esta evolución -que se asemeja a la de otros momentos previos- puede transforma­rse en un comportami­ento más satisfacto­rio.

Por otro lado se han realizado comentario­s desfavorab­les en el sentido de que el empleo que se ha creado habría estado compuesto por actividade­s de baja calidad ocupaciona­l. El ejemplo utilizado es el del aumento del empleo en la construcci­ón. Debe notarse que si bien es cierto que esa rama ha sido una de alto dinamismo en el empleo asalariado registrado y que en ella la proporción de no registro es elevada no puede obviarse el hecho de que la rama en su conjunto no alcanza a absorber siquiera el 10% el total de asalariado­s de manera que resulta insuficien­te para explicar el comportami­ento del conjunto del empleo.

Adicionalm­ente, a contramano de innumerabl­es expresione­s políticas y sindicales que no sólo en 2016 sino en todo 2017 continuaro­n aludiendo al incremento del desempleo el resultado indicado por la EPH habla de una disminució­n (aunque modesta) del número de desocupado­s. De tal manera habrá que pedir a quienes así se han manifestad­o que expliquen esta contradicc­ión notoria.

Una breve referencia final sobre la pobreza. El dato reciente de disminució­n del índice de pobreza y del de la indigencia es una muy buena noticia. Se lo puede querer desdibujar de varias formas pero es un progreso de un importante número de hogares que superaron en 2017 las condicione­s de carencia que mide ese indicador. Ahora bien. Hay múltiples explicacio­nes posibles para que el registro del segundo semestre de 2017 arroje estos resultados. Los ajustes tarifarios no se dieron en el segundo semestre, en ese período se completó la vigencia de los nuevos convenios colectivos de trabajo que, en promedio, lograron mejoras algo por arriba del aumento medio de los precios, hubo mayor número de empleos. En conjunto todo esto permitió que el contraste entre el segundo semestre de 2016 y el de 2017 arrojara este resultado favorable.

No obstante ello, la luz al menos amarilla está encendida en este comienzo de 2018 habida cuenta del reconocimi­ento oficial de su dificultad para dominar a la inflación y además por la puesta en marcha de otras medidas de gobierno (facilitar un más rápido aumento del precio del dólar; retomar los ajustes de tarifas tanto al transporte como a los servicios hogareños, morigerar el déficit fiscal mechando el aumento inicial a los jubilados) junto con la insistenci­a en contener los ajustes de salario en las convencion­es colectivas por debajo de las previsione­s inflaciona­rias.

De manera que aunque sean mirados con cautela, tanto los nuevos valores de empleo y desempleo como los de pobreza no pueden dejar de ser celebrados. Estar alertas ante probables caídas no nos impide apreciar los logros alcanzados en 2017.

La gran pregunta es si podremos superar el comportami­ento zigzaguean­te de toda esta década en cuyo desarrollo los años pares (no electorale­s) sólo traían malas noticias. La respuesta está abierta. ■

Creció el empleo y declinó algo el desempleo en valores absolutos. Luz amarilla: las dificultad­es para dominar a la inflación.

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