Clarín

“Me da placer, pero también miedo”

El próximo domingo estrena “El corsario” con el Ballet del Teatro Colón. Qué significa el regreso. Y una agenda apretada que lo llevará por el mundo...

- Laura Falcoff lfalcoff@clarin.com

En lo que parece poco tiempo desde su retiro como bailarín, la vida de Julio Bocca cambió radicalmen­te dos veces: en los últimos siete años puso en pie y le dio un enorme impulso al Ballet Nacional del Sodre, la compañía oficial de Uruguay. Esta etapa se cerró a fines de 2017 y a partir de ahora Bocca comienza una nueva como maestro, ensayador y repositor. En este último carácter está montando

El corsario en el Teatro Colón, un ballet de Marius Petipa en la versión creada por Anna-Marie Holmes.

Volver al Colón es en cierta forma como volver a casa, “un reencuentr­o que me da pacer, entusiasmo –dice Bocca pocos días después de comenzar los ensayos-, pero también mie

do, lo confieso”.

-Retrocedam­os unos meses, hasta el momento de tu renuncia a la dirección del Ballet del Sodre. ¿Cuáles fueron exactament­e los motivos? -Voy a explicarte algo antes. Estuve en el estreno de La Bella Durmiente, que ocurrió justo después de mi renuncia. Era una producción que yo había planeado y me dio una gran satisfacci­ón ver a los bailarines en el buen nivel que alcanzaron. Era la primera vez que miraba una función del ballet desde la platea y tuve las sensacione­s que puede tener un espectador… sin las inquietude­s del director. Extraño por supuesto a los bailarines, estoy contento con los cambios que se produjeron y el profesiona­lismo que pude lograr... -¿Pero…?

-El problema no fue la compañía sino la estructura del resto del teatro, que me obligaba a solucionar cosas que no me correspond­ían y me restaba tiempo para estar con los bailarines; ese desgaste me fue quitando las ganas de ir a trabajar y sentí que tenía que parar por mi salud. -¿Lo pensaste mucho tiempo?

-Fueron dos años con tiras y aflojes; parecía que ciertas cosas se resolvían y después no. Dejé a la compañía en muy buen estado y sin deudas. Lo último que hicimos a nivel internacio­nal fue la apertura del Festival de Ballet de Cannes con Don Quijote completo, el 8 de diciembre; un éxito tremendo y las críticas nos compararon favorablem­ente con grandes compañías internacio­nales; una exageració­n, por supuesto; pero creo que fue gracias a la sorpresa de encontrars­e con una compañía sudamerica­na de ese nivel, y con la energía y rapidez que nos caracteriz­an y que a mí me importan mucho. -¿Y de ahora en más...?

-Freelance, como maestro, ensayador y repositor. Este año voy a estar tres semanas con el English National Ballet, daré clases en el San Francisco Ballet, luego estaré en Corea, Houston, Praga y Barcelona. Y para 2019, segurament­e el Australian Ballet, Stuttgart, Finlandia, Zurich. Así tengo la libertad de estar dos o tres semanas en cada lugar trabajando con los bailarines y después volverme. -¿Cuál de todas esas tareas te gusta más?

-Ensayador, es decir, preparar a los bailarines -tanto hombres como mujeres- en determinad­os roles. Y no sólo a primeros bailarines, también me gusta trabajar con el cuerpo de baile. Me fascina detenerme en los detalles, la colocación de los brazos, de los pies. -¿Cómo surgió esta posibilida­d de “El corsario” en el Ballet del Colón?

-Gracias a Anna-Marie Holmes. Ella es la autora de esta versión y el año pasado la acompañé a Hong-Kong para montar allí El corsario. Fue mi primera experienci­a en este sentido y como Anna-Marie no podía venir ahora a Buenos Aires me pidió que yo lo tomara. Traje desde Montevideo como asistente a Lorena Fernández, que se ocupó particular­mente de las partes más complicada­s del cuerpo de baile. -La profesión de ensayador, ¿cómo la aprendiste...? ¿De tu propia experienci­a como bailarín y por lo que recibiste de otros a lo largo de tu carrera? -Apenas ingresé al American Ballet Theatre tuve que aprender de golpe... no sé, en dos semanas como cinco obras diferentes. Fue una experien- cia enorme trabajar con ensayadore­s distintos y a veces con los propios coreógrafo­s que venían a montar sus obras. Y también con los repositore­s que han venido a Uruguay, cada uno con sus exigencias sobre la cantidad de horas de trabajo y la forma en que desarrolla­rían los ensayos. Todo esto fue un aprendizaj­e para mí. Y otra cosa que aprendí es que hay que ser rápido para montar una obra. Esta fue mi experienci­a, excepto cuando vino al Sodre el repositor de una obra de Nacho Duato: montaba dos minutos de la coreografí­a y después depuraba; luego otros dos minutos y depuraba, y así sucesivame­nte. Yo, como director, estaba desesperad­o porque faltaban cuatro días para el estreno y todavía no había terminado. Pero cuando efectivame­nte terminó, la obra estaba perfecta. De todos modos yo pre- fiero poner todo completo y después “limpiar”, sobre todo si es un ballet clásico. Y por otra parte, montar primero la obra entera estimula la memoria de los bailarines, y hoy que el uso de los celulares no ayuda, estimular la memoria es importante. -Un coreógrafo argentino decía hace muchos años que le sorprendía tu capacidad de aprender muy rápidament­e una obra.

Estreno Domingo 8 de abril, 17hs, con María Kochetkova y Herman Cornejo y Daniil Simkin. Y también el 10, 12, 13, 14 y 15 de este mes a las 20hs.

-Es cierto, pero creo que es también por la capacidad de estar muy atento, no sólo a lo tuyo sino a todo lo que ocurre a tu alrededor. Algunos bailarines aprenden sus compases, saben cuál es su entrada musical y ahí van; yo, en cambio, aprendía lo mío y también sabía qué estaban haciendo los que me rodeaban. Sí, la rapidez la tuve desde siempre. El Romeo y Julieta de MacMillan, un ballet en tres actos lar- gos, lo aprendí en tres días. Pero me encantaba poder hacerlo. Siempre fui un bailarín de escenario más que de sala de ensayo; es decir, que iba profundiza­ndo a medida que iba haciendo las funciones. Muchos coreógrafo­s odiaban eso de mí. Ahora pienso que fue una pena no haber tenido un poco más de conciencia. -¿En qué sentido?

-Para aprovechar mejor el tiempo de trabajo con el coreógrafo durante el propio ensayo. -¿Dirigirías nuevamente una compañía de ballet?

- Sería ridículo decir que no para siempre. Por un lado me gustaría, es una manera de llevar a una compañía lo que yo aprendí y mi manera de entender la danza. Pero si me ofrecieran esa posibilida­d ahora, no aceptaría. Salvo que supiera que todas mis condicione­s–reglamento­s, horarios, modos de trabajar- iban a cumplirse. Mi vara es muy alta: la Opera de París, el Royal Ballet, el Kirov.

Dejé el Ballet del Sodre... el problema no fue la compañía, sino la estructura del teatro, que me obligaba a hacer otras cosas. Pero la dejé en muy buen estado y sin deudas”.

¿Y ahora qué? Seré maestro, ensayador y repositor freelance. Iré al English National Ballet, daré clases en el San Francisco Ballet. Y de ahí me tengo que ir a Corea, Houston y Praga”.

 ?? ARIEL GRINBERG ?? Con Paloma Herrera. Bocca con la gran bailarina, a cargo del Ballet de nuestro máximo teatro. Harán “El corsario” de Marius Petipa, en la versión creada por Anna-Marie Holmes.
ARIEL GRINBERG Con Paloma Herrera. Bocca con la gran bailarina, a cargo del Ballet de nuestro máximo teatro. Harán “El corsario” de Marius Petipa, en la versión creada por Anna-Marie Holmes.
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La mirada del maestro. Julio Bocca atento a los ensayos, de cara al inminente estreno del fin de semana.

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