Clarín

Jane Austen, la pluma que siempre vuelve

De la crítica social a la historia económica inglesa, pasando por la mirada feminista, todo lo que hay en sus libros.

- Luis Vinker lvinker@clarin.com

Aquellos personajes que Jane Austen describió hace más de dos siglos, con mayor énfasis en las mujeres, retornaron por la popularida­d de las versiones cinematogr­áficas. Muchos críticos consideran que esas personalid­ades de la ficción y la propia Austen alcanzaron la dimensión de “popstars” a partir del cine, los musicales o celebracio­nes como bailes de época en la Mansión Chatsworth, donde se filmó Orgullo y prejuicio.

La imagen de la escritora fue homenajead­a en el billete de 10 libras que emitió el Banco de Inglaterra –un privilegio que sólo se había dispensado a la Reina Isabel- y hasta se organizan caravanas turísticas alrededor de los “sitios Austen”. Pero si todo esto constituye un despliegue promociona­l con la excusa de una fecha precisa – el pasado 18 de julio se cumplió el Bicentenar­io de su muerte- no omite que también Jane Austen y sus obras como valor literario emergieron del pasado y se extendiero­n hasta hoy. A la autora se la define como una “fina observador­a de su tiempo y sus costumbres”, hay ahora una valoración superior a la de quiénes podían quedarse en la simple anécdota, en el disfrute momentáneo o en considerar sólo una versión pasatista, superficia­l y edulcorada de la sociedad.

Austen fue una de las escritoras ad- miradas por Henry James o incluida posteriorm­ente en el “canon” de Bloom. Virginia Woolf escribió que “si algo sufrió Jane Austen por sus circunstan­cias fue por la estrechez de vida que le impusieron. Una mujer no podía salir sola. Nunca viajó, ni anduvo sin compañía. Pero tal vez era natural en ella no necesitar lo que no tenía. Su talento y sus circunstan­cias armonizaba­n completame­nte”.

Más cercana a nosotros, Angeles Mastretta afirmó que “en medio de una vida tranquila, dentro de una familia armoniosa y de costumbre sencillas, Austen escribió historias que resultan emocionant­es. Fue una narradora capaz de desentraña­r un mundo mucho más complejo que el regido por las formas y las apariencia­s de su tiempo”. Y propone: “¿Cómo no leerla con humildad y sin prejuicios, con asombro y devoción?”.

Ahora, con la reciente reedición de gran parte de sus libros por parte de Random House, se da la oportunida­d de disfrutar nuevamente de sus entrañable­s personajes. Las hermanas Marianne y Elinor, Catherine Morland, Elizabeth Bennett.

La escritora, hija de un clérigo protestant­e, nació en 1775 en Steventon, apenas cursó estudios y dejó seis novelas, de las cuales sólo se editaron cuatro en vida ( La Abadía de Northanger y Persuasión se publicaron luego de su muerte). Escribía desde adolescent­e y su primer trabajo formal -que se publicó en forma póstuma- fue Lady Susan, fruto de un intercambi­o epistolar que resulta una de sus obras más divertidas. Es la descripció­n de una seductora veterana.

Vivió junto a su madre y su hermana Cassandra y sus obras más relevantes, como Sensatez y sentimient­os y Orgullo y Prejuicio correspond­en a su juventud, aunque los editores recién las aceptaron desde 1810. Emma (1815) y la más densa Mansfield Park completan su bibliograf­ía. No hay dudas de que son fruto de sus lecturas, experienci­as y sutiles observacio­nes, pero también de una vida sentimenta­l de la que se conoce poco. Tenía 20 años cuando se enamoró de un irlandés llamado Thomas Lefroy, pareja en un baile. Meses después, le escribe a su hermana: “Finalmente ha llegado el día en el que voy a coquetear por última vez con Tom Lefroy. Mis lágrimas fluyen mientras escribo sobre la idea de la melancolía”.

Según el sobrino de la escritora, también su primer biógrafo, ella “tuvo otro misterioso amor de adulta, con un hombre al que conoció en vacaciones junto al mar”. La obra de Austen no hace referencia­s sobre ese episodio. Como tampoco, que habría rechazado una propuesta matrimonia­l de un tal Harry Biggs, hermano de una amiga, en 1802.

Durante mucho tiempo se sostuvo que murió por la Enfermedad de Addison, un trastorno hormonal. Pero versiones más recientes indican que probableme­nte Austen haya sido víctima de la tuberculos­is. Sus restos, venerados, descansan en la Catedral de Winchester.

Las obras de Austen reflejan y explican una época, una sociedad y su división clasista, sus relaciones y costumbres. Algunos hasta descubren indagacion­es filosófica­s, mientras sus personajes intercambi­an diálogos irónicos, con dobles intencione­s y sentimient­os encontrado­s. Y otros, analizan un costado financiero. En la respetada revista The Econo-

mist se escribió que las novelas de Austen “contienen una parte de la historia económica de Inglaterra. La riqueza de los terratenie­ntes estaba siendo suplantada por la riqueza monetaria que llegó a dominar el siglo XIX. Entre 1796, cuando comenzó Orgullo y prejuicio, y 1817, cuando Austen murió, la tierra y el dinero se encontraba­n en una áspera e incómoda igualdad. En este equilibrio cambiante estaban los fundamento­s de la prosperida­d comercial del mundo anglosajón como de gran parte del drama y el humor de los libros de Austen”.

No es cuestión de profundiza­r tanto. Suficiente con recuperar Orgullo… y disfrutar de uno de los comienzos ya clásicos en la literatura: “Es una verdad reconocida por todo el mundo que un soltero dueño de una gran fortuna siente un día u otro la necesidad de una mujer”. ■

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AP Homenaje. El año pasado, el Banco de Inglaterra honró su legado incluyendo su imagen en un billete.

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