Lanzan una huelga ferroviaria de tres meses en Francia con paros alternados
La ferroviaria es la más extensa, con paros intermitentes. Protestan contra un plan que elimina su jubilación a los 50 años. También paran los recolectores de basura.
Los gremios piden mantener el estatus laboral: se jubilan a los 50 años y tienen empleo de por vida. Funciona 1 de cada 8 trenes locales y los internacionales casi no andan.
El presidente de Francia Emmanuel Macron se juega su reputación y sus reformas al confrontar desde este martes una huelga múltiple, que deja a los franceses sin trenes, con basura en sus calles y cortes de luz y de gas durante los próximos tres meses.
El “martes negro” comenzó espectacularmente. Al menos 4,5 millones de franceses se quedaron sin trenes porque el 75 por ciento de los trabajadores ferroviarios se plegaron a la huelga. Dos de cada cinco días en la semana no habrá trenes en Francia hasta el 28 de junio para oponerse al cambio del status de ferroviarios, que les permite un trabajo para toda la vida, con una jubilación a los 50 años. Los ferroviarios se oponen que la SNCF, la compañía ferroviaria estatal seriamente endeudada, se abra para aceptar las reglas de competencia de la UE. El gobierno sostiene que el Estado seguirá siendo su propietario pero cotizará en bolsa. El temor gremial es que sea privatizada.
El gobierno niega esta privatización y argumenta que lo que está en juego es su modernización y eficiencia. Los nuevos ferroviarios que ingresen tendrán otro status, como cualquier trabajador y no los actuales privilegios del sector. Pero no cambiarán la compañía.
“Nosotros estamos defendiendo el servicio público francés, no solamente los ferroviarios”, dijo Emmanuel Grondein, jefe de Sud, una de las agrupaciones sindicales detrás de la acción, pero que dialoga con el gobierno.
El gran test es para Macron y para la CGT, que ha pasado de ser la primera a convertirse en la tercera fuerza gremial francesa por su radicalización y la pérdida de militantes. Los ferroviarios son el sector más riesgoso a la hora de las reformas y el más duro. Macron deberá demostrar que no va ceder. Aunque el riesgo es caer en la confrontación del año 1995, que llevó al entonces primer ministro Alain Juppé a abandonar las reformas y finalmente, a renunciar.
El presidente francés permanece optimista. En su fin de semana en su casa de la playa en Touquet, estaba exultante cuando al regresar de su partido de tenis, un transeúnte le gritó: “No ceda con el SNCF”. “No se in- quiete”, dijo, tras posar para varias selfies. En esta batalla el gobierno quiere que Francia abandone su cultura de huelgas y busca abrir un diálogo abierto con los gremios.
Esta vez los sindicatos han abandonado la marcha, que tenía olor a naftalina en Francia, para reemplazarla con un desafío en la radicalización de la acción, su duración y la multiplicidad de apoyos.La última gran marcha fue el 22 de marzo.
En esta larga duración de la huelga se juega el “tour de force” entre el gobierno y los gremios. En una semana ya la opinión pública comenzó a cambiar de humor: antes la apoyaba 42 por ciento, ahora 46 por ciento considera justificada a la medida de fuerza.
La dirección dijo que 33,9 por ciento apoya la huelga contra 35,4 por ciento el pasado 22 de marzo. En una encuesta de la revista Le Point, 51,1% no la considera justificada y 48,9% sí. Macron quiere hacer de la SNCF el espejo de su revolución reformadora. En este combate se juega la voluntad del Estado de mantener las reformas sin ceder o correr igual suerte que sus antecesores.
El primer día de huelga de los ferroviarios es duro: uno de cada dos ferroviarios adhirió a la huelga, 8 de cada 10 conductores de trenes son huelguistas. La gente ha recurrido al ómnibus, al “tele-trabajo” desde su casa, a “covoiturage”, donde al menos 5 personas comparten un automóvil para ir a sus empleos. La SNCF va a perder 20 millones de euros por día.
Francia ha quedado aislada en este servicio: no hay trenes a Suiza, ni a Italia ni a Luxemburgo y solo uno cada hora en el Eurostar, que une Gran Bretaña con Francia. Los franceses fronterizos que viajan a diario a Suiza, Luxemburgo, Alemania y Gran Bretaña para trabajar no logran llegar.
Pero esta huelga es “una convergencia de luchas”, como lo definió Philippe Martínez, el líder de la CGT de origen español. Así se sumaron los trabajadores del sector de la electricidad contra la liberalización del sector. No excluyen cortar el gas y la electricidad o reducir su tiempo de trabajo.
A los ferroviarios y electricistas se sumaron los basureros. Ayer comenzó una huelga en la recolección de basura en todo el país. Los incidentes en las universidades se multiplican en toda Francia tras la violencia en la universidad de Montpellier. Han ocupado las universidades en Nancy, París, Lyon y el movimiento se extiende. La fórmula de estudiantes y obreros unidos siempre ha sido explosiva en Francia.
La ministra de trabajo Elizabeth Borne se queja de que “las huelgas se han lanzado antes que el debate parlamentario comience, que las concertaciones están a mitad de camino”. Pero la izquierda de la Francia Insumisa de Jean Luc Mélenchon y el partido comunista francés, que están debilitados tras las últimas elecciones, apoyan a los ferroviarios “en esta destrucción de la SNCF”.