Entre senderos angostos, un centro de estudio de ecología y peligro de incendios
La “eco-aldea” realiza investigaciones y arma talleres. En el área del pajonal, hubo focos de fuego.
Para dar un paseo por la Reserva Ecológica Costanera Norte, hay que llegar hasta la puerta de la Ciudad Universitaria de la UBA, ingresar -aunque hay gente de seguridad, se puede pasar- y acercarse hasta el único estaciona- miento pago, ubicado junto al pabellón de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU).
Detrás de ese espacio, hay un puente muy ancho, de madera, que se encuentra en buen estado, aunque con aspecto descuidado. Caminando derecho por ese espacio, se llega hasta la costa del río, donde siempre hay pescadores.
En ese trayecto, aparecen senderos que llevan hacia los extremos de la Reserva Ecológica: hacia la derecha linda con la desembocadura del arroyo Vega, y del otro lado, con instalaciones del club CUBA.
La Reserva Ecológica Costanera Norte, que nació por ley en 2012, contiene un humedal, un bosque y un pajonal. En este último, hace pocas semanas, hubo incendios. Toda la Reserva se salvó porque una calle interna de concreto actuó como cortafuegos.
Los senderos de este lugar son muy estrechos, pero igual se pueden recorrer sin dificultad. El canto de los pájaros es una compañía constante y sólo se ve interrumpido por el sonido de los motores de los aviones que sobrevuelan la zona.
Se trata de un sitio poco frecuentado, que no está monitoreado ni bajo vigilancia. Algunos dicen incluso que, por momentos, puede haber gente viviendo entre los senderos, en medio de la vegetación.
Además, junto a la Reserva, funciona una “eco-aldea”, donde un grupo de personas lleva adelante estudios relacionados con la ecología: diversos tipos de cultivos, baños secos, talleres de huerta.
En el marco de ese proyecto, también organizan plantaciones de árboles nativos y difunden la importancia de avanzar con la Reserva. Si bien ocupan terrenos de la UBA, la institución los respalda. ■