Un viaje por el noroeste argentino a bordo de canciones
La cantante riojana propone un atractivo recorrido a través de diferentes ritmos, con un sonido actual.
Alguien escribió por allí que Norte es el más ambicioso de los ocho discos que lleva editados La Bruja Salguero. Y con sólo ver que la cantante eligió abrir su nuevo álbum nada más ni nada menos que con el clásico de Ariel Petrocelli y Daniel Toro Cuando tenga la tierra, uno debería admitir que es cierto.
No porque se trate de una obra cuya interpretación suponga desafíos técnicos mayores que los que presentan muchos otros títulos de nuestra canción popular, en los que encontrar el punto exacto entre técnica y expresividad no es cosa fácil. La cuestión es que Cuando tenga la tierra fue una especie de símbolo del cancionero más combativo de Mercedes Sosa; entonces cualquier versión, por fantástica que sea y por odiosas que sean las comparaciones, inevitablemente será sometida a un especial escrutinio.
Y se sabe, a los mitos no hay con qué darles. Aún cuando, como ocurre con la de la Bruja, la interpretación, que hace base en una instrumentación actualizada de manera más que adecuada, sea impecable. Acaso tanto, que ahí radica finalmente su talón de Aquiles; en el plano de la emoción, la Negra apabulla.
No pasa lo mismo con la maravillosa Romance de la luna tucumana. Quizá porque la identificación de Sosa con la poesía de Yupanqui tan bien musicalizada por Pedro Aznar no sea tan fuerte, y entonces la impronta con que Salguero aborda la canción no queda a la sombra de la de la gran voz argentina.
Por eso, esa ambición planteada desde el vamos no zozobra ni mucho menos. Muy por el contrario, a lo largo de los otros 11 títulos que le dan forma al álbum encuentra argumentos sólidos, que se adivinan apenas un escalón más en una trayectoria que parece lejos de haber alcanzado su techo.
Esa búsqueda de actualización de ritmos tradicionales encuentra en cambio sus mejores continente en la chaya Dale retumbar, en esa especie de chacarera actualizada que es Aves nocturnas, y en Para renovar los dí- as, un chutunqui -ritmo derivado de la vida chayera- en el que la Bruja convierte las palabras en imágenes entrañables.
Del otro lado de la moneda, la zamba La catamarqueña, tan simple en su forma como ajustada en su instrumentación, que incluye el bandoneón de Matías Gobbo, muestra el costado más tradicionalista de la cantante, que en su nuevo disco se animó a la composición. Para hacerlo, eligió el aire de vidala Sólo por hoy, en el que su voz se completa y complementa con el chelo de Paula Pomeraniec, y derrocha matices.
Un párrafo especial para la participación de Bruno Arias, a cargo de los arreglos de los dos capítulos dedicados al norte más extremo: Huaynavalito y Ella baila sola. Ambos, exponentes de la saludable impureza que resulta de romper los límites del carnavalito y el huayno, y abrir sus puertas a a su ‘contaminación’ con elementos de otros géneros. Algo que se replica, con menos estridencia pero con igual beneficio para la canción, en el Huayno del destierro, de Hugo Ovalle y el propio Arias.
Y otro para Luis Gurevich, responsable desde su condición de arreglador, pianista y productor artístico de que cada una de las 13 canciones de Norte logren un clima de tiempo presente, sin perder sus lazos con el pasado en el que se enraízan sus orígenes; una tarea favorecida por la calidad artística de músicos como Daniel Patanchón, en guitarras, y Lucas Homer, en el bajo. ■