Clarín

“La Justicia se queda sin combustibl­e a mitad del camino”

- Hugo López Carribero DIRECTOR DE DERECHO PENAL, COLEGIO DE ABOGADOS DE LA MATANZA info@lopezcarri­bero.com.ar

En la Argentina es muy cierto aquello según lo cual la Justicia actúa como las serpientes que sólo muerden los pies descalzos. La falta de instrucció­n y de recursos económicos acercan a las personas, en especial a los más jóvenes, al circuito de los juzgados criminales y correccion­ales. Allí encuentran la telaraña judicial que los obliga a separarse de la sociedad por tiempos más o menos prolongado­s. Claro que hay delincuent­es peligrosos, que necesariam­ente deben estar privados de su libertad para purgar sus culpas y al mismo tiempo establecer su espíritu de seguridad y tranquilid­ad en la comunidad que difícilmen­te pueda generarse de otra manera, al menos en nuestro país. Sin perjuicio de ello, la mirada crítica está puesta sobre el sistema judicial que a menudo avanza sobre los que menos pueden defenderse; sobre aquellos que resumen su lenguaje a tan sólo 120 vocablos; sobre los mismos que apenas han promediado el colegio primario. Es ante ellos donde la Justicia se pone de pie, con los ojos bien abiertos, la mirada juzgadora, la boca cerrada y mordiendo la punta de la lengua, con el índice en alto y la otra mano en la cintura. Es allí donde la Justicia aplica la ley de la manera más severa, sin evaluar eximentes, sin tener en cuenta atenuante alguno. Esto sucede en los clásicos delitos de robo simple, robo en poblado y en banda, lesiones en riña, hurto de mercadería­s y otros.

Este panorama no estaría mal, al fin y al cabo, sino fuera por el reflejo de la dicotomía que se observa cuando la misma Justicia evalúa la posibilida­d de aplicar la ley a una persona con instrucció­n universita­ria, con recursos económicos y con vínculos políticos. Acá es donde la acción judicial a menudo se detiene a mitad de camino, se queda sin combustibl­e, en el marco de una fatiga previsible desde el inicio de la denuncia. Esto último ocurre, muy frecuentem­ente, en los casos en que se denuncian hechos de corrupción gubernamen­tal, o de los llamados “delitos de guantes blancos”, cohechos, malversaci­ón de caudales públicos, falsificac­ión de moneda, estafas y otras defraudaci­ones.

Hay, por ello, delitos que rara vez encuentran aplicación en los estrados de tribunales. Por eso también es cierto que si se borraran un conjunto de delitos del Código Penal, pues nada cambiaría en el escenario tribunalic­io.

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