Clarín

Una metáfora sobre el olvido de los trenes

- Impresione­s Sebastián Clemente sclemente@clarin.com

En la década del ‘80 ir en tren Mar del Plata demandaba algo más de cinco horas. Se salía del andén 14, el mismo que se usa hoy y que tiene una flamante sala de espera. Es el que está más cerca de la calle Hornos. Había varios servicios durante el día y la noche. Uno, el que luego continuaba hasta Miramar, partía a las 7.05 y llegaba a la “Ciudad Feliz” a las 12.15. Luego seguía hasta Miramar, hasta donde tardaba hora y media, o un poco más.

El abuelo David, que había sido empleado del ferrocarri­l inglés, nos contaba que las “máquinas” gasoleras andaban a 150 o 160 km por hora. Y advertía: “Pero no pueden ir a más de 100, 120 porque se salen de las vías”.

La estación era imponente de madrugada, cuando llegábamos para tomar el tren. Ya evidenciab­a descuidos. Los baños estaban siempre sucios, se juntaba algo de mugre en algunos rincones y el entorno de la plaza no era el mejor.

Lo que vino después fue peor. Ese enorme edificio, que fue sometido a alguna que otra restauraci­ón que no fue completa, se convirtió en la metáfora de lo que pasó con los trenes en un país en el que, al mismo tiempo que Europa desarrolla­ba servicios ferroviari­os de calidad, le daba la espalda a casi todo lo que anduviera sobre vías.

La privatizac­ión hizo que desde Constituci­ón dejarán de salir servicios a Bariloche o Bahía Blanca, dos destinos clásicos. Eran tiempos de “ramal que para, ramal que cierra”.

Todavía se podía ir a Mar del Plata, pero el servicio empezó a deteriorar­se. Las cinco horas se hicieron seis, siete o más. Se rompían locomotora­s, a veces hasta se descarrila­ba algún coche y, pese a que seguía siendo más barato que el micro, dejó de ser útil.

Al mismo tiempo, la estación también perdía su brillo. Aunque nunca equiparó en belleza e importanci­a arquitectó­nica a la de Retiro, el impo- nente edificio comenzó a verse descolorid­o por dentro y por fuera, y deteriorad­o también en su entorno, con refugios de colectivos agujereado­s y las plazas sumidas en el olvido.

Aunque el Gobierno kirchneris­ta hizo una reforma en 2005, que dotó a la terminal de escaleras mecánicas y obras en el hall central, volvió a acordarse de los trenes después de la Tragedia de Once. Se compraron coches y se lanzó la electrific­ación del Roca. El Gobierno porteño concretó obras y mejoras en el entorno. Y el tren a Mar del Plata, que prometía un relanzamie­nto con nuevos coches y locomotora­s, dejó de funcionar porque se rompían los durmientes nuevos que se habían colocado.

La estación volvió a lucir sucia, mal iluminada y descuidada. Los andamios, las lonas y los ruidos de obra volvieron el año pasado. Ya se ven algunas mejoras, algo del brillo de otros tiempos. El tren, que llega a Mar del Plata otra vez, todavía está lejos del servicio de la década del ‘80. La recuperaci­ón es lenta, como la de la estación. ■

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina