Clarín

La obra pública también le llegó a la escalerita

- Gkellmer@clarin.com

Guillermo Kellmer

Cuando éramos chicos era como el ascenso hacia la calle mágica. Era subir por la escalera y tener una “pista” para aprender a andar en bici sin rueditas. Para patinar y para que bajar de la vereda a la calle no representa­ra ningún tipo de peligro. Servía también para seguir los rituales de todo 31 de diciembre: ir hasta el fondo de la calle donde se junta con otra tres y sirve de punto de reunión del grupo de veci- nos que despedía cada año (y lo sigue haciendo) con un terrible despliegue de fuegos de artificios. Era cuando éramos chicos y seguirá siendo siempre “la escalerita”. La calle Gaspar Campos en Vicente López que con la barranca de la calle Roca como frontera, de un lado es calle común y del otro, una cortada que se transforma en escalera.

En algún momento -y vale googlear- he escrito sobre mi llegada al barrio y la fascinació­n que me produjo la escalerita y la calle que se abría tras subir aquellos escalones. Con el tiempo quedó incorporad­a a mi geografía habitual (el asombro y pista de bici pasó a la generación de hijos y sobrinos) y las plantas descuidas, la oscuridad y sus paredes grafiteada­s fueron la escenograf­ía habitual.

Hasta que hace algunos meses apareció el cartel. Esos que cambian de color según el gobierno y que anuncian la obra pública. A la escalerita no le había llegado el progreso (cuesta imaginar transforma­da en escalera mecánica). Pero sí una profunda lavada de cara que no recuerdo haya tenido en los últimos 30 años. Ahora luce nuevas farolas, escalones donde vuelve a dar gusto sentarse y paredes limpias. Una digna subida a la que seguirá siendo la calle mágica de la escalerita.

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