La gran incertidumbre sobre la elección de octubre sin figuras
Complicación. El PT pierde a su principal postulante para octubre. El resto de los partidos no tiene, tampoco, un candidato sólido. Una situación sin precedentes.
Tal vez la orden de prisión contra el ex presidente Lula da Silva tomó, a algunos, de sorpresa. Pero quienes rodean al precandidato presidencial para octubre próximo sabían, de antemano, que el juez federal Sergio Moro no iba a perder la oportunidad de determinar la detención de su líder político. Para el abogado Sepúlveda Pertence, un jurista de renombre que se integró a la defensa del ex mandatario, el encarcelamiento “estaba cantado”. Al dirigente y a sus compañeros de dirección partidaria les aconsejó tomar las cosas “con tranquilidad” .
Pero la calma no fue precisamente lo que contorneó las reacciones de la dirección petista. Había razones para el miedo y la ansiedad. Este es un año electoral clave que no sólo decidirá el futuro presidente del país sino también la composición del Parlamento y la cantidad de goberna- dores (de estados provinciales) que cada agrupación pueda conquistar. Para el PT no es lo mismo “Lula candidato”, que “Lula afuera de la competencia” electoral. No sólo por una cuestión de ganar la jefatura del Poder Político; también para conservar la fuerza legislativa que dio a esa organización un papel relevante en los últimos 15 años. Ni hablar de las posibilidades de obtener gobernaciones, como ocurrió hasta ahora.
Se puede afirmar que Lula es “mucho más” que su propio partido. Consiguió estabilizar la economía y hacerla crecer a niveles extraordinarios antes de dejar el poder. Basta recordar que en 2010, el PBI anotó un aumento de 7,5%. Razones de sobra para entender por qué el ex presidente se fue con 83% de popularidad y logró imponer a Dilma Rousseff como reemplazante.
Estos elementos tendrán influencia decisiva en los armados electorales de la agrupación socialdemócrata. Al PT le pasa lo mismo que al resto de los grupos políticos de Brasil. No hay uno sólo que pueda afirmar que tiene un pasado impecable y postulantes sólidos. Hasta ahora aparece primero detrás de Lula, el diputado Jair Bolsonaro, de extrema derecha y evangélico, como el único personaje que podría presentarse y polemizar con adversarios sin que estos le endilguen casos de corrupción. Este parlamentario tiene en su contra un historial de discursos “políticamente horribles”. Es racista, machista, antiabortista y homofóbico. Pero se presenta en sociedad como el hombre que podría remontar la crisis brasileña. Y hay muchos que le creen.
Una encuesta de Ibope-CNI revela que uno de los políticos que soñaba con candidatearse, el presidente Michel Temer, no pasa del 3% de apoyo a su gestión. Esto representa, además, una condena para aquellos presidenciables que pueda respaldar. Es el caso del ministro de Hacienda Henrique Meirelles. A este hombre, uno de los principales articuladores de los éxitos económicos durante los dos mandatos de Lula, le vendría mejor que lo avalara su antiguo jefe. Pero claro, esto daría de bruces con las aspiraciones del PT.
Ocurre que el arresto de Lula desploma un proyecto que él había considerado. En el espectro político, no hay quien se perfile como un líder capaz de convencer a la población. No es el caso de los que están el escenario, incluido el ex titular del Supremo Joaquim Barbosa o la ex ministra de Medio Ambiente Marina Silva. ■