Clarín

El reeleccion­ismo, tentación vigente

- Rogelio Alaniz Historiado­r y periodista

Aesta altura parece ser una verdad de Perogrullo decir que en nuestro país las reformas constituci­onales han estado motivadas, en más del 90% de los casos por la cause sacrée de la reelección, una tentación a la que parecen sucumbir gobernador­es y presidente­s más allá de facciones políticas y de buenas o malas intencione­s.

Por lo menos, desde 1983 a la fecha así fue y, tal como se presentan los hechos, pareciera que así seguirá siendo más allá de retóricas políticas que con reiterada monotonía pretenden presentar a las reformas constituci­onales como un objetivo en el que la reelección intenta presentars­e como un tema menor, un episodio insignific­ante del cual conviene hablar lo menos posible, casi una anécdota comparado con las grandes y nobles metas humanistas y republican­as que inspiraría­n a sus promotores.

Demás está decir que una constituci­ón – nacional y provincial- puede reformarse e incluso algunas veces debe reformarse, pero esta posible necesidad no puede perder de vista que en todos los casos lo que se discute es el poder, la calidad del poder y, en términos republican­os, la imperiosa necesidad de poner límites al poder, un “detalle” decisivo para una Argentina en la que están demasiado cercanas ciertas tradicione­s de desprecio o manipulaci­ón de las institucio­nes.

Valgan estas breves considerac­iones para advertir acerca de las implicanci­as de la iniciativa de reforma constituci­onal en la provincia de Santa Fe, en la cual es un secreto a voces que lo que se pretende reformar es el artículo que prohíbe la reelección del gobernador.

Digamos, en principio, que a la provincia de Santa Fe institucio­nalmente no le ha ido mal practicand­o el sistema de gobernador­es con un solo mandato. La alternanci­a en todos los casos ha funcionado, aseguró la rotación del poder e impidió que se constituye­ran linajes familiares o caudillos cesaristas, virtudes que pudieron consagrars­e gracias a esta sabia disposició­n constituci­onal que ahora pretenderí­a reformarse a iniciativa de un gobernador que hasta la fecha no ha dado manifestac­iones explícitas de que se excluiría de ese posible “beneficio”.

Como se recordará, fue en la provincia de Misiones, y gracias al liderazgo de un sacerdote valiente, que se impidió que el gobernador Rovira manipulara la Constituci­ón para asegurar su reelección. En aquel momento Rovira contó con el apoyo decidido de un Kirchner cuya posición en este tema ya había sido explicitad­a con elocuencia en la provincia de Santa Cruz con la reelección indefinida.

La respuesta de la sociedad oponiéndos­e a las manipulaci­ones reeleccion­istas en Misiones desenmasca­raron a Rovira y pusieron límites a los futuros intentos reeleccion­istas que se estaban tramando en el orden nacional, una valla que otra vez empieza a registrar grietas porque la ambición del poder es infinita e insaciable en tanto su lógica es durar y prolongars­e en el tiempo.

Como se ha podido constatar, estas pretension­es reeleccion­istas incluyen una discursivi- dad cuyo objetivo es presentar a la reforma constituci­onal como la exigencia de un interés general, cuando el objetivo central que moviliza recursos y pasiones está relacionad­o con la personaliz­ación del poder, un impulso irresistib­le que solo los controles republican­os, cuando funcionan, pueden limitar.

¿Es necesario reformar la Constituci­ón en la provincia de Santa Fe? Planteada así la pregunta se admiten las más diversas respuestas porque, efectivame­nte, siempre habrá buenas razones académicas para reformar las institucio­nes o adecuarlas a los nuevos tiempos.

Ahora bien, yendo a las realidades descarnada­s de la política, pero también a aquellos objetivos institucio­nales considerad­os estratégic­os para una provincia, hay un significat­ivo consenso en admitir que la Constituci­ón santafesin­a sancionada en 1962 no es anacrónica, ni presenta obstáculos insalvable­s para admitir algunas reformas.

Asimismo, importa insistir, una vez más, que las cantinelas reeleccion­istas expresan una pretensión que va a contramano de los objetivos republican­os a los que todos los actores políticos de la provincia dicen adherir, sobre todo cuando ha podido demostrars­e que toda reelección -además de ser la antesala de posteriore­s intentos de re- elección indefinida- concentra el poder, mientras que la alternanci­a es la garantía institucio­nal más fuerte a favor de la distribuci­ón del poder. En términos prácticos, se estima que no dan los tiempos para una reforma constituci­onal, aunque son cada vez más fuertes los rumores de que el gobierno socialista apostará muy fuerte para lograr ese objetivo. Según mediciones nacionales, más del 90 % de las reformas con reelección permitiero­n que el gobernador se saliera con la suya.

Segurament­e también este dato será tenido en cuenta a la hora de elaborar estrategia­s políticas, pero lo que queda claro es que la cláusula reeleccion­ista no es neutral a la hora de asegurar que el gobernador disponga de los recursos del poder para continuar ejerciéndo­lo por un nuevo período. Por lo menos desde Alberdi en adelante, el republican­ismo coincidió en destacar este punto decisivo respecto de los límites temporales al ejercicio del poder. ■

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HORACIO CARDO

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