Clarín

Vinos “larga vida”: cómo elegir una botella para guardar

Los expertos derriban el mito de que todas las cepas mejoran con el tiempo. Las claves para no equivocars­e.

- Carmen Ercegovich cercegovic­h@clarin.com

“Me gusta cómo el vino evoluciona. Si abriera una botella hoy, tendría un sabor distinto de cualquier otro día, porque una botella de vino está realmente viva”.

La frase se la dice la actriz Virginia Madsen a Paul Giamatti en Entre copas, la comedia de Alexander Payne que en 2005 representó parte del mundo del vino en Hollywood y llegó al Oscar (estuvo nominada a mejor película y ganó por mejor guión adaptado). En la ficción, Miles, el protagonis­ta, se obsesiona con la guarda de un Cheval Blanc 1961 que reserva para un momento especial pero (spoiler) lo termina descorchan­do un día cualquiera y se lo toma con una hamburgues­a. ¿Está mal? ¿Qué vinos hay que esperar, por qué y cuándo es el momento óptimo para beberlos?

Aunque algunas bodegas predicen en sus etiquetas el potencial de añejamient­o, no todos los especialis­tas coinciden en esta práctica. “Hablar de potencial de guarda es como decir qué tan exitoso va a ser tu hijo”, compara Lorenzo Pasquini, enólogo de Cheval Des Andes. “Como un padre hace con un hijo, nosotros tratamos de darles a nuestros vinos todas las herramient­as y tenemos la ambición de que puedan viajar en el tiempo, porque creemos que la caracterís­tica de todos los grandes vinos del mundo es la longevidad. Pero estimar los años a mí me resulta difícil, no podés saber cuán exitoso será”, apunta.

A Valeria Mortara, vicepresid­enta de la Asociación Argentina de Sommeliers, le gusta remarcar que “hay que perderle el miedo al vino, no el respeto”, y en esa línea, hay que darle la bienvenida a la curiosidad y la experiment­ación personal: “Es imposible decir cuál es el momento ideal para abrir el vino sin haberlo probado antes. Lo ideal sería comprar dos botellas iguales, tomar una en el momento y otra abrirla años después, para ver cómo evolucionó. El tiempo depende mucho del estilo del vino, de su procedenci­a y, por supuesto, de las condicione­s de guarda”. En cuanto al momento del descorche, Mortara cree que anticipars­e no es grave: “Si querés tomarlo, tomalo, y si le faltaba tiempo, no pasa nada, y si estaba pasado pero a vos te gustó, cuál es el problema. Hay que terminar con el consumo temeroso, hay que tener un vínculo mucho más relajado”.

Algo similar opina Didier Depond, director de Salon Delamotte, casa francesa productora de exquisito champagne. “Los coleccioni­stas compramos una cierta cantidad de botellas al año. Una parte la tomamos y otra la guardamos. Lo importante al momento del descorche es estar acompañado. Beber una botella de vino excepciona­l en soledad es estúpido, porque el vino, de cualquier gama, está hecho para ser compartido”, sentencia.

Ahora bien, ¿qué caracterís­ticas técnicas debe tener un vino para “envejecer” bien? Si hay algo en lo que todo bebedor entrenado está de acuerdo, es en el error del refrán popular: no todos los vinos se vuelven mejores con el tiempo. Palabra autorizada en Argentina para responder esto, es la de Laura Catena, directora general de la bodega Catena Zapata y del Catena Institute of Wine. “Aquí no hay una receta. Hay familias viticultor­as centenaria­s -como la mía, o los Antinori en Italia o los Rothschild en Francia-que tienden a hacer vinos longevos porque han tenido la paciencia a través de generacion­es de buscar las parcelas o hileras más añejables en sus viñedos”, explica. Y agrega: “Algunos vinos evoluciona­n de una forma más inolvidabl­e que otros. Depende de una combinació­n del terruño, de las caracterís­ticas del año de cosecha y de factores químicos que previenen la oxidación, como los taninos, la acidez, y lo que los franceses llaman ‘ je ne sais quoi’ (no sé qué) que se desconoce”.

Más allá de este factor casi mágico y aleatorio que encierran cada etiqueta y añada en particular, hay algunas claves para no equivocars­e. Pero, contrariam­ente a lo que se suele creer, el precio no es el principal indicador. “No es que un vino para ser guardado tiene que ser el más costoso”, aclara Mortara. “Sí hay que tener en cuenta quién los produce y con qué fin. En general, los vinos de entrada de gama de una bodega son jóvenes, en cambio los de media gama para arriba están pensados para la guarda”, detalla.

Si no se tienen referencia­s, asesorarse es fundamenta­l a la hora de invertir a futuro. Y si lo que buscamos es un vino ya añejado, hay que asegurarse de que el producto fue debidament­e conservado. Porque el reposo de cada botella exige condicione­s específica­s de temperatur­a, humedad y oscuridad constantes.

Si todo el proceso de compra y guarda suena muy complejo y aún se quiere probar un buen vino longevo, en Buenos Aires hay algunos restaurant­es con reliquias sorprenden­tes. Uno de ellos es Oviedo, un clásico de Palermo al margen de toda moda gastronómi­ca y cuyo dueño, Emilio Garip, es un auténtico coleccioni­sta. “Tengo muchísimas joyitas”, reconoce con orgullo. “Franceses, españoles, argentinos. Lo más importante es ver la alegría de los clientes cuando encuentran una botella que no se consigue en otro lado. Mi colección comenzó en el año 1979 y fue creciendo. Es una cuestión de tiempo, esfuerzo y vocación. De las bodegas, el vino sale fresco, pero la guarda lo mejora. Va puliendo las aristas más duras, se redondea, los taninos se suavizan. En la medida que el vino se va asentando, más ganas tenemos de probarlo. Y siempre, como un tesoro que escondemos, es ideal para compartirl­o con gente que uno quiere, que lo valora, para comentarlo y disfrutarl­o”. ■

El vino es la única obra de arte que se puede beber y evoluciona. con el tiempo. Cada añada tiene aromas y sabores diferentes”. Laura Catena Directora de Catena Zapata

La guarda le da al vino la terminació­n que necesita. En reposo, va mejorando hasta llegar a su momento óptimo”. Emilio Garip Restaurate­ur y coleccioni­sta

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/REUTERS En la cava. Añejar un vino durante uno o varios años requiere condicione­s estables de temperatur­a, humedad y oscuridad.
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