Clarín

Una ex espía de la AFI, en la trama de las denuncias de pedofilia de famosos

Es Ana Polero, que acompañó a Natacha Jaitt en el programa de Mirtha Legrand. La mujer tiene vínculo con periodista­s y trabajó en la AFI desde marzo de 2016 hasta ese mes de 2017.

- Nicolás Wiñazki nwinazki@clarin.com

C on una lengua de fuego, Natacha Jaitt, autoidenti­ficada como “prostituta VIP”, transformó el sábado pasado al programa nocturno de Mirtha Legrand, ese templo televisivo, en un infierno cautivador.

Denunció a diferentes personalid­ades como integrante­s de una red de trata y pedofilia. Lo hizo sin tener pruebas, pero con la fuerza de quien tampoco parece tener dudas. Citada a los dos días por la Justicia para que diera detalles sobre esas acusacione­s y en particular sobre uno de los periodista­s del que solo había dado iniciales, salió literalmen­te corriendo de la F iscalía del doctor Federico Delgado.

Su letrado, Diego Storto, que había defendido al narcotrafi­cante ‘ Mameluco ‘ Villalba, al ex líder barra brava de Boca Juniors Rafael Di Zeo, y aun obtenido la excarcelac­ión del ideólogo del ‘ Robo del Siglo ‘ que vació un Banco Río, el sagaz Luis Vitette Sellanes. Sin embargo, el penalista prefirió renunciar a la representa­ción de la señora Jaitt. La que jamás se alejó de la dama de los escándalos, al menos desde el 2014, es otra dama, un cuarto de siglo mayor que ella . Su nombre civil es Ana Polero. Jaitt la considera su amiga. Y la presentó en Twitter como una “coach” que la preparó para prender le fuego a la pantalla desde el santuario de Legrand. Polero tiene 66 años. No es una amiga cualquiera. Tampoco es una “coach” profesiona­l. O tal vez sí. Polero fue durante un año espía de la Agencia de Inteligenc­ia Federal (AFI). Así lo reveló el periodista Patricio Caruso en TN.com.

Clarín confirmó que Polero revistó durante un año en la AFI, desde marzo del 2016 hasta el mismo mes del 2017, y que sus funciones se desempeñab­an en el marco de la Dirección de Delincuenc­ia Económica y Financiera de la agencia de inteligenc­ia nacional .

Su jefe se llamaba Eduardo Miragaya y también dejó ese organismo. Hoy esun fiscal de la Justicia . ¿Por qué habló Jaitt como habló, primero por escrito en las redes y después largo y en voz alta en la televisión? ¿Por qué dio los nombres que dio? ¿Por qué sugirió los que sugirió?

En las redes sociales había avisado que en la mesa de Legrand hablaría sobre la trama secreta de la red de abusos sexuales que se había conocido a partir de una situación en l a pensión donde viven los futbolista­s que entrenan en las inferiores de Independie­nte, el club Atlético bonaerense presidido por el sindicalis­ta Hugo Moyano.

En su monólogo rabioso, recitado casi sin dejarse interrumpi­r ni interpelar, Jaitt pronunció varias afirmacion­es sugestivas.

Una: que el caso de la red de pedofilia y trata de personas se ramificaba, del Sur hacia el Norte bonaerense, hasta “Olivos”.

“Olivos”, para el mundo del poder, del espionaje, del empresaria­do, lar- go etcétera, es la casa del Presidente. La residencia oficial del titular del Poder Ejecutivo. ¿Por qué dijo lo que dijo?

Su amiga y coach a quien se abraza en la selfie de Jaitt con motivo de su presencia con Mirtha, había sido contratada en la AFI por la gestión de Cambiemos cuyo presidente gobierna desde la Casa Rosada y vive en Olivos , pero tras doce meses fue despedida por esa misma gestión.

¿Qué unió a la señora Polero con la señora Jaitt? G racias a Twitter, se sabe que intercambi­an mensajes amistosos desde hace al menos cuatro años. Lo que dura un período presidenci­al. Azares matemático­s.

Fue la propia Jaitt la que se autovincul­ó con el universo del espionaje. En la mesa de Legrand, relató que una empresa privada dedicada a recopilar informació­n mediante los métodos básicos de la Inteligenc­ia, la había contratado para seguir, filmar, y reunir informació­n sobre un periodista al que al final identificó, recién en sede judicial, como Carlos Pérez.

Sus declaracio­nes en la mesa televisada habían parecido, en suma, una espectacul­ar exposición para generar impacto en diferentes ámbitos y en la opinión pública.

Pero Polero es Polero.

Fue su “coach“, no su asistente de modas, como había resumido en primer término la señora Jaitt , más sintética en este punto .

Tenía efectivame­nte como amiga y entrenador­a a una señora que conoce el mundo de los espías.

Polero trabajaba junto a Miragaya en una oficina del edificio que la AFI ocupa en el número 33 de 25 de mayo. Este edificio está conectado por dentro con el contiguo, sede central de la Inteligenc­ia de la República, en el número 11 de la misma calle céntrica . Según pudo saber Clarín, Polero le contó a diferentes interlocut­ores que ella siempre estuvo cerca de lo que los agentes profesiona­les llaman “el servicio”.

Trabajó y trabaja cerca de periodista­s. A uno de sus ‘ colegas ‘ le contó, sin pesar, que en su juventud había trabajado durante la dictadura como secretaria del Director de ATC, el canal de la televisión pública, que tenía “buena relación” con la Junta Militar.

Polero le dijo a varios medios, como TN, que no hablaría del tema.

Cuando Jaitt presentó en Twitte a la ex agente que la “coacheó” para denunciar sin pruebas a personalid­ades y formadores de opinión, lo hizo con documentac­ión gráfica incluida. Ambas posaron alborozada­s en una selfie en los camarines del programa de Legrand. Pasaron pocos días hasta que trascendió qui é n era realmente Polero.

Ana, la amiga de Jaitt desde hace años, había roto una regla básica de los agentes de Inteligenc­ia. O de los ex agentes. Es lo mismo.

La confidenci­alidad. El secreto. La reserva.

Como se dijo, la AFI prescindió de sus servicios después de un solo año de trabajo.

El novelista inglés John Le Carré, ex miembro del servicio de inteligenc­ia del Reino Unido, el organismo llamado MI6, escribió en su autobiogra­fía, Volar en círculos, que “el que ha sido espía una vez lo sigue siendo toda su vida”.

Y agregó: “… y si no te crees tus historias, hay otra gente que se las cree, así que ve acostumbrá­ndote a que sea así”.

Ana Polero no se llamaba Ana Polero.

En su año de AFI, cuando la Agencia Federal de Inteligenc­ia incorpora a un nuevo agente secreto, cambia su identidad. El nombre pasa a ser otro, pero inicializa­do por la primer a letra del original. Ana, por ejemplo, podría haberse llamado “Alicia”. Con el apellido pasa igual. Polero, p ara hacer jugar otra vez al azar, podría haber sido “Pérez”. Ana Polero sería entonces la agente “Alicia Pérez”.

Nombre y apellido secretos son un suponer .

Que Polero fue agente secreta de la AFI es una realidad.

Las autoridade­s de esa institució­n del Estado pidieron el viernes a la Justicia que investigue otra denuncia sobre uno de los acusados por Jaitt de pertenecer a la red de pedofilia.

Una persona denunciada hasta ahora s ó lo en la televisión y Twitter, debido a que la denunciant­e pública no se presentó a una citación de Valeria Garibaldi, la fiscal que investiga en los tribunales bonaerense­s el caso de abusos en el club Independie­nte.

Jaitt dijo que allí no estaban dadas las condicione­s de seguridad para que fuera a declarar.

En el último número de la Revista Noticias, el periodista Edi Zunino cuenta que la autoidenti­ficada como “prostituta VIP”, le dijo, verborrági­ca, en medio una sesión de fotos para la que había sido convocada para ilustrar una foto de tapa de la newsmagazi­ne, que “hasta la SIDE me pide cosas”.

En la AFI desmienten esa afirmación. Pero decir, la dijo.

Cuando trascendió que Polero, su amiga y confidente, era un ex agente de la AFI, fue ella misma la que intentó refutar esa realidad.

En su cuenta de Twitter, ahora cerrada, Polero intentó despegarse del mundo de los espías. Fue en vano. Dijo en un primer tuit: “Reitero. El títu- lo de coach fue algo gracioso. Simplement­e asesoré a Natacha con su vestuario. Nada más. No me engancho con delirios de ningún lado”.

En un segundo tuit, ya más acechada por las evidencias, la señora Polero redactó lo siguiente: “Olvídense que conteste delirios. Descubrió cuatro días después algo que estuvo siempre en el tuiter de Natacha. Un vestido Armani. Lo demás ñañaña” (sic).

Polero contactó alguna vez al autor de esta nota, en privado, y en Twitter. Primero para recopilar informació­n sobre un tema que no se revelará en este artículo. Después, para contar en la red social su versión sobre el caso Nisman. Según escribió en una serie de tuits, el fiscal especial del caso AMIA fue asesinado. ¿El autor de ese crimen? Según Polero, SIC, “el responsabl­e fue Milani”.

Esta historia, la de Jaitt, la de los red de pedofilia que recién empieza a conocerse, y la de la ex agente Polero, continuará.

Le Carré escribió también que para ser espía se necesita “una mirada atenta a la transgresi­ón humana”. Y a algo más: “A los numerosos caminos de la traición”.

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¿Amigas?. Ana Polero, ex espía de la AFI, junto a Natacha Jaitt, que protagoniz­ó escandalos­as denuncias.

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