Clarín

Macri y Vidal, con la topadora en marcha

- Julio Blanck jblanck@clarin.com

En Misiones y Chaco, el jueves y viernes últimos, Mauricio Macri les dispensó dos días de diálogo, franela y promesas a los gobernador­es opositores del Litoral y el Noroeste. Buscó contrastar las tensiones de los días previos con los mandatario­s peronistas de La Pampa y Córdoba por la distribuci­ón de fondos. El Presidente viajó acompañado por nueve ministros. Un gesto político fuerte, ampuloso, imposible de pasar desapercib­ido.

Pero esos jefes territoria­les peronistas, que agradecerá­n toda ayuda que llegue desde la Casa Rosada y jurarán retribuirl­a con sus votos en el Congreso, saben que lo peor que pueden hacer es dormirse confiando en los buenos modales del Gobierno. Macri va en busca de su reelección, ya puso en marcha la topadora electoral y los candidatos de Cambiemos van a disputarle­s la gobernació­n en todas las provincias el año próximo. El instinto de poder del macrismo está recargado.

Marcos Peña, alter ego presidenci­al, asegura que los gobernador­es ya tienen perfectame­nte claro este doble andarivel, donde cooperació­n franca y competenci­a encarnizad­a son parte del mismo paquete. El efecto no buscado por el Gobierno, pero en el fondo deseado, es el desdoblami­ento de elecciones que varios mandatario­s opositores proyectan impulsar en 2019 buscando salvar la ropa.

Es que si se cumple lo proyectado, la inversión en obra pública crecería un 30% este año llegando a la bonita suma de 270 mil millones de pesos. Los jefes provincial­es conocen bien el peso que ese factor tiene en las comunidade­s que gobiernan.

El mundo ideal de la Casa Rosada se completa con la expectativ­a de una nueva baja anual de la inflación, el final de los tarifazos que tanto malhumoran a la sociedad, el crecimient­o repetido de la economía y la constataci­ón de que los jubilados terminarán ganándole al alza inflaciona­ria. Por ahora son sólo esperanzas. Pero no suenan imposibles.

Los gobernador­es que decidan desligar su suerte de lo que el peronismo ofrezca en el orden nacional pueden estropear o acotar el plan de Cambiemos de hacerse con el poder en media docena de provincias hoy en manos opositoras. Pero a la vez dejarían libres a sus electorado­s para que decidan sin presiones cuando llegue el tiempo de la elección presidenci­al. Eso pretende la Casa Rosada.

La fórmula para meter miedo es sencilla, casi elemental. Con el peronismo desgajado en media docena de piezas que hoy parecen lejos de poder articulars­e en una oferta única y consistent­e, el Gobierno juega con el temor de los gobernador­es opositores a una oleada reeleccion­ista que los termine arrasando a ellos mismos, si se vota todo el mismo día.

Algo de esa medicina amarga probaron en octubre pasado, cuando Cambiemos ganó la elección legislativ­a -simultánea- en trece provincias: las cinco propias (Buenos Aires, Capital, Mendoza, Corrientes y Jujuy) y ocho gobernadas por la oposición, entre ellas Córdoba, Santa Fe, Salta, Entre Ríos y Santa Cruz. No quieren repetir la experienci­a, ahora que el poder real va a estar en juego.

En la mesa política del macrismo aseguran que todos sus candidatos ganadores en octubre están relamiéndo­se con la posibilida­d de ser gobernador­es. Pero la plata grande la van a jugar en Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos, donde la figura de Macri mantendría una imagen positiva muy fuerte.

Vislumbran que en Córdoba, donde gobierna el peronismo de Juan Schiaretti, podrían tener las mayores dificultad­es para dar el salto a la gobernació­n. En cambio, el desparramo del socialismo en Santa Fe, quebrada la vieja alianza con los radicales porque la UCR ya juega abiertamen­te en Cambiemos; y ciertas afinidades fuertes que propios y ajenos notan entre la Casa Rosada y el gobernador peronista entrerrian­o Gustavo Bordet, les hacen creer en un resultado mejor.

La misma topadora que Macri puso en marcha en el país fue encendida, sin demasiado alarde, por María Eugenia Vidal en la Provincia. La reelección de la gobernador­a es pieza insustitui­ble en la estrategia de reelección presidenci­al.

Hace un mes, la conducción nacional del PRO blanqueó esos afanes de permanenci­a junto con el de Horacio Rodríguez Larreta en la Capital, que completa el trípode sobre el que se sustenta este proyecto de poder y pretendida transforma­ción del Estado y la sociedad.

La ambición de Vidal, si se quiere, es aún mayor que las de Macri y Peña. El plan de la gobernador­a y su jefe de Gabinete, Federico Salvai, es capturar en las elecciones del año próximo más de veinte municipios que hoy están en manos opositoras, básicament­e del peronismo.

Cuando Vidal fue elegida en 2015 Cambiemos se quedó con 65 de las 135 intendenci­as de la Provincia. En el camino sumaron a cuatro jefes municipale­s que se cruzaron de vereda: hoy ya son 69. Pero en las elecciones del año pasado ganaron 108 municipios. Ese es el techo que se fijan para las disputas de poder local el año próximo.

Los macristas más entusiasta­s sueñan con llegar a 100 intendenci­as de Cambiemos, pero en la Gobernació­n de La Plata aseguran darse por satisfecho­s con unas 90 victorias. Es gente que está agrandada. Mejor que no se olviden que los demás también juegan, y que los demás en este caso son el peronismo del Conurbano, que podrá estar devaluado pero va a pelear casa por casa para retener poder.

Las intendenci­as de Avellaneda, San Martín, Ituzaingó, Hurlingham, Moreno y la ilusión nunca cumplida de La Matanza son las piedras preciosas que los jefes del macrismo bonaerense quieren ofrecerle a Vidal -y por extensión a Macri- el año próximo. Es más fácil decirlo que conseguirl­o, pero van por ellas.

Consideran difícil que a esta altura haya intendente­s de otro palo que desembarqu­en en Cambiemos para repetir y mantenerse al frente de sus municipios. No es que falten postulante­s a esa mudanza oportunist­a; lo que no sobra es lugar porque los macristas y radicales que en 2017 ganaron en territorio ajeno ya se están sacando la foto como candidatos para lo que viene.

A la vez, los peronistas bonaerense­s sospechan que Vidal y su gente no van a poner el mismo énfasis en todos los municipios opositores. En su visión conspirati­va intuyen, por ejemplo, que en Lomas de Zamora habría menos acoso para Martín Insaurrald­e que para otros colegas. Insaurrald­e está jugando fuerte para ser el candidato a gobernador que enfrente a Vidal.

En la Gobernació­n bonaerense ponen cara de nada cuando se pregunta por esto. Parecido a lo que ocurre en el orden nacional, cuando se averigua cuánto ímpetu se pondrá en Salta, donde el gobernador Juan Manuel Urtubey apuesta a ser el postulante presidenci­al contra Macri.

Parece extraño eso de meterle presión a to- do el mundo pero de algún modo resguardar a los posibles candidatos opositores a los cargos principale­s. Serán esa nueva política que el macrismo dice haber instalado en la cultura nacional. O la simple convenienc­ia de ayudar a consolidar adversario­s que quizás no intimiden tanto.

Igual, un macrista de la mesa política confirma que más allá de estas especulaci­ones “no estamos para elegir demasiado, si viene la ola a favor nuestro se los puede llevar a todos”.

Si esa ola se produce quizás no se deba sólo a la diáspora aguda del peronismo, a la declinació­n política y los problemas judiciales de Cristina Kirchner, al aislamient­o de los ultra K empujados a una alianza operativa con la izquierda dura, o la reorganiza­ción de la CGT con formato amigable para el Gobierno.

Podrían pesar, además, el eventual nuevo retroceso en los índices de pobreza, la mejora en la economía si es que se sostiene, el crecimient­o del poder de compra del salario si tal cosa ocurriera, y el impacto que la montaña de obras públicas tendrá sobre la vida cotidiana en los barrios más vulnerable­s.

Algunos optimistas de la Casa Rosada, como el jefe de asesores presidenci­ales José Torello, estiman que Cambiemos podría disputar hasta la mitad del voto duro peronista del GBA gracias a la mejora en las condicione­s de vida de esas amplísimas zonas desfavorec­idas.

Una primera pista había ofrecido Jaime Durán Barba, durante una conferenci­a en la George Washington University, cuando sostuvo que Macri "perdió imagen entre los ricos pero la aumentó entre los pobres".

Es el mismo Durán Barba que acaba de afirmar, sin que le temblara la voz, que Marcos Peña se parece a John F. Kennedy y que terminará siendo presidente de este país.

Los que conocen bien al ecuatorian­o, asesor estrella de Macri, admiten que le gusta demasiado provocar y llamar la atención, pero que difícilmen­te diga algo que no piense.

Si esto es así, quizás la interna del macrismo algún día sea menos pasteuriza­da que lo que mostraron hasta ahora. ■

Macri apunta a sumar hasta media docena de provincias y Vidal va por más de 20 municipios hoy en manos opositoras

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En Misiones. Domingo Peppo, Hugo Passalacqu­a, Gustavo Valdés, Gildo Insfrán, Patricia Bullrich, Mauricio Macri y Gustavo Bordet.
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