Clarín

Como en el 1 a 1, hace falta el 6% de un salario promedio para pagar las boletas de luz y gas

En 2015 era necesario sólo el 1,4% del sueldo. En 3 años subió 4 veces esa relación. El impacto en la clase media.

- Ezequiel Burgo eburgo@clarin.com

¿Cuánto representa el gasto en energía residencia­l sobre un salario promedio? Si hace tres años las facturas de luz y gas eran poco más del 1%, hoy equivaldrí­an a casi 6%. Son cifras que circulan por los escritorio­s de la Jefatura de Gabinete y están en línea con cálculos privados. Por ejemplo el economista Federico Muñoz publicó unas semanas atrás un informe donde identifica la misma tendencia: si hace tres años el gasto en energía residencia­l (gas y luz) representa­ba poco menos del 1% del salario promedio, hoy ya equivaldrí­a a 4%.

La infografía reproduce un cuadro que pasa cerca del despacho del Presidente Mauricio Macri: una simulación de cómo evoluciona­ron los gastos en Edenor (luz) y Gasban (gas) en los últimos años teniendo en cuenta la trayectori­a de las tarifas y un consumo promedio constante. Las columnas indican cuánto representa­ron cada uno de esos gastos en un salario promedio para un trabajador en blanco del sector privado en los años 2000, 2015, 2016, 2017 y 2018. En el inicio del gobierno de Fernando de la Rúa las boletas de gas y luz equivalían a 6,1% del salario. Pero un par de años después vino la salida del 1 a 1, la pesificaci­ón de las tarifas y la derivación en un esquema de subsidios sostenido a lo largo de una década. El corolario de la época fue que la proporción del gasto en luz y gas sobre un salario promedio fue 1,4% en el último año de ese régimen subsidiado. A partir de ahí comenzó un camino que algunos lo llaman de ajuste y otros de recomposic­ión para acercarse a los niveles preexisten­tes a la ruptura de los contratos en la crisis de 2001.

Según especialis­tas consultado­s por Clarín, con los ajustes que restan por venir -la infografía no incluye las correccion­es de abril-, los argentinos terminaría­n pagando en luz y gas el año que viene una proporción mayor de sus salarios que en los noventa. Un informe del Banco Mundial de hace unos años atrás, señala que en el caso de la electricid­ad esa proporción a nivel internacio­nal debería tener como límite el 10% del ingreso de un hogar. Lo mismo para el caso del gas.

La ‘recuperaci­ón’ de las tarifas a niveles que cubran los costos de producción tiene como contrapart­ida un dato de la realidad: la corrección del retraso tarifario acumulado en la último década, erosionó el poder de compra de los hogares que debieron apartar -y deberán seguir-, una porción cada vez más significat­iva de sus ingresos para hacer frente a las facturas de luz y gas. Muñoz calculó que si bien el salario en febrero de 2018 sería prácticame­nte igual al del mismo mes de 2015 descontand­o el impacto de la inflación, el ingreso disponible en el bolsillo para un trabajador tras pagar las tarifas de gas y luz, hoy es 3,3% inferior a ese entonces.

Todas estas correccion­es tuvieron y tendrán su impacto macroeconó­mico. Y acá hay dos visiones que aparecen en contraposi­ción. Por un lado, una que pondera el contexto en el que se llevaron a cabo las políticas de Juan José Aranguren. “Hubo detalles procesales perfectibl­es a la hora de actuar pero lo cierto es que había que pagar un incendio”, describe Germán Sember, economista de la consultora Macroconsu­lting especializ­ada en energía e infraestru­ctura. Desde este punto de vista, no hay que perder de vista que la clave pasar por bajar el déficit y si hay que corregir algo de acá en adelante habrá que revisar.

Otra visión, en cambio, sostiene que podría estarse en la antesala de consecuenc­ias macroeconó­micas no previstas por el Gobierno. Los sectores de consumo más alto en gas y luz soportan sobre sus espaldas un peso del ajuste que es proporcion­almente mayor al de las clases más bajas. El mismo ejercicio de la infografía con facturas de energía residencia­l para consumos bajos, muestra que ‘la convergenc­ia hacia los noventa’ avanza de manera más lenta: hoy hace falta 2,4% del salario para pagar las boletas de gas y luz cuando en 2000 era 3,8%.

El economista jefe de Fiel, Fernando Navajas, se inclina por esta últi- ma postura (ver más aparte). La salida que tomó el Gobierno significa una redistribu­ción de los ingresos (las clases medias y altas soportan el mayor peso del ajuste), un cambio en el consumo (se observan patrones nuevos) y una presión a las metas inflaciona­rias del Banco Central. “Es un cascotazo a la clase media”. ■

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