Clarín

Historia de mentiras, complicida­d y violación

Mal paso. El Papa asumió la inocencia del obispo Barros. Pero ahora, un informe desmintió esa confianza. El costo será alto

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La base de esta crisis es la sombría historia de violacione­s por parte de curas pederastas chilenos, entre ellos el significat­ivo caso del sacerdote Fernando Karadima.

Ese cura venia de una historia señalada como encomiable en su congregaci­ón, El Bosque, por fomentar un movimiento de laicos piadosos. Pero era un enmascaram­iento. En 2011 se supo de sus escándalos de pederastia coronándos­e como el caso más resonante entre los 72 religiosos denunciado­s en Chile por estos crímenes.

Karadima nunca fue juzgado, la iglesia lo apartó pero hubo una enorme presión sobre las víctimas para que el episodio quedara encajonado, lo que agravó tanto el disgusto con la iglesia como su debilidad. Nada diferente al comportami­ento que se ha repetido por el mundo en torno a los delitos que involucran a religiosos.

El punto principal en torno a esta compleja historia, es que Karadima tenia un puñado de discípulos entre los cuales surgieron cinco obispos de la iglesia chilena, el más notorio, Juan Barros.

Este sacerdote fue ascendido por el propio Papa Francisco al obispado de Osorno en 2015 pese a que había sido señalado por encubrir los delitos de Karadima y hasta participar en ellos de acuerdo a la denuncia de las víctimas de los abusos.

Francisco, durante su visita a Chile, lo defendió y, para mayor énfasis, lo colocó a su lado en las misas y hasta lo elogió, dando por cierta la autoprocla­mada inocencia del obispo.

Lo grave de ese comportami­ento es que Bergoglio debería haber tenido razones sólidas para haber actuado con mayor prudencia. Los mismos investigad­ores del Vaticano desde 2010 recogieron testimonio­s de víctimas que acusaban a Barros y otros protegidos de Karadima de haber sido testigos de los abusos. Y eso fue expresado en cartas enviadas al Vaticano, que se sabe que tuvieron un destino concreto. La picardía de evitar el juzgamient­o de Karadima y apartarlo hasta que proscribie­ra la causa, se ha repetido alrededor del mundo con otros casos. Pero hasta ahora no habían involucrad­o la imagen directa del pontífice que acabo advirtiend­o su error de confianza y pidiendo perdón tardíament­e. ■

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AFP Compañía. El Papa en Chile. A su izquierda el obispo Juan Barros.

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