Clarín

“De noche un gurí lloraba, creías que extrañaba, pero lo habían abusado”

El juicio al cura Justo Ilarraz. Arranca hoy y declarará Fabián Schuk, una de las víctimas. “Era un lobo a la espera de una oportunida­d”, define al acusado.

- Erico Vega santafe@clarin.com

Escarbar en el pasado. Viajar en el relato a fines de los ochenta. Volver al pabellón del seminario de Paraná, donde unos 40 chicos duermen en cuchetas separadas cada dos metros. Alumbra un foquito amarillo “apenas encendido con una tulipa sucia” y se oye, el llanto de un nene de 12 años. La escena en la medianoche se repetía. Con frecuencia. “No era que extrañábam­os a la familia. Era sobrelleva­r -como cada uno podía- los abusos por parte de Ilarraz”. El relato estremece. Fabián Schuk, ex sacerdote, y víctima denunciant­e del cura Justo José Ilarraz, esperó más de veinticinc­o años el juicio que comienza hoy a las 9 en los Tribunales paranaense­s (ver aparte). “No puedo mentir: cada vez que se acerca el momento, es un poco acercarse a aquél momento”, le dice a Clarín este hombre que pasó 12 años en el Seminario (1988-2000), ejerció unos años como sacerdote pero dejó los hábitos en 2006 y denunció en 2012 a Ilarraz. -¿Cómo fue aquella época?

-Fue duro. Éramos gurises. Salíamos de los campos, de las aldeas, de pueblitos perdidos en la provincia, con la esperanza de tener una vida distinta. Éramos chicos que nos encontramo­s con algo muy distinto a lo que veníamos viviendo y de golpe te empiezan a pasar cosas que no sabes qué son, que no sabes cómo interpreta­r y cuando caés en lo que te sucede querés huir y no podés, querés escapar y tenés las puertas cerradas. Fueron momentos muy duros para todas las víctimas. Momentos de soledad, porque entre nosotros no hablábamos. No sabíamos que al otro le estaba pasando lo mismo. Decirte que en un pabellón ha-

El abuso físico comenzaba en las habitacion­es. Y si veía que podía seguir, no tenía límites”.

Fabián Schuk (denunciant­e)

bía entre 30 y 40 personas y de noche escuchabas un gurisito llorando y no sabías por qué y a los años te enterabas que ese pibe había sido abusado. Uno creía que extrañaba. En muchos aspectos eran momentos difíciles.

-¿Cuándo se daban los abusos? -El abuso en sí comenzaba con la manipulaci­ón. Con la inducción que tenía Ilarraz para persuadirt­e y llevarte a que empieces a pensar como él. A decidir y optar por cosas que él quería. Primero el abuso era psicológic­o. Después el abuso físico comenzaba en las habitacion­es, con ese acercamien­to inapropiad­o que él tenía en horas de la noche, casi a oscuras con un foquito amarillo apenas encendido con una tulipa sucia en una punta de un dormitorio que albergaba 40 pibes. Y luego, si él notaba que podía seguir accediendo no tenía límites. Ni en cuanto a lugares ni en cuanto a acercamien­tos. Incluso a víctimas que tuvieron más tiempo de abuso físico las supo llevar a viajes a otros lados. El abusó de chicos en la habitación de él, en el baño de él. Era como un lobo que estaba pendiente tan solo de la oportunida­d. Y cuando notaba el rechazo de algún chico abusado lo ignoraba, le ponía distancia. Pasabas a no existir.

- ¿ En qué momento decidiste abandonar los hábitos?

-Tomé la decisión en 2005 y lo efectivicé en el 2006. Pero toda la vida me estuvo dando vueltas. Como estar entre la espada y la pared. Cuando te pasa lo que me pasó, esa vivencia te marca para toda la vida. Te debilita en muchos aspectos, te corroe la imagen que vos tenés de iglesia, de sacerdote, de Dios. Llega un momento que te preguntas por qué Dios no hizo algo…. Es muy difícil sostener algo así solo, el sentimient­o de culpa y vergüenza te acompaña siempre y cuesta horrores desprender­se. Pero cuando uno decide darle un corte a una vida así y logra vencer la vergüenza se siente una gran liberación. Ya que el abuso no es solamente sexual, es también mental, emocional e institucio­nal.

-¿Tu familia te apoyó?

-Mi señora, la principal. Ella fue quien me hizo tomar conciencia de la importanci­a porque no estaba en mí hacer la denuncia. El apoyo de mi familia siempre fue incondicio­nal.

-¿Y cómo fue el sendero desde aquella decisión a estas horas?

-Es mentira que con una denuncia uno cierra el capítulo de una vida, eso te acompaña hasta la muerte. Pero uno aprende a convivir con eso, evoluciona en muchos aspectos. El proceso mental por el que pasa una víctima tiene varias instancias: un primer momento cuando es niño que no sabés qué te está sucediendo. Luego cuando vos caés en la cuenta de lo que pasa y sin embargo tenés la influencia del victimario. Más tarde, lográs romper porque el victimario se va o vos tomás distancia y, por último, un cuarto momento que uno pasa a denunciar, a hablar y a gritar. Ahí aparece el sobrevivie­nte y no la víctima. Y es allí cuando uno rompe el lazo que te impone al abusador.

-¿Qué te generó el comunicado con el que arzobispad­o pidió perdón la semana pasada?

-Es doloroso y vergonzoso. Ellos dicen que no supieron cómo actuar en el caso Ilarraz. Yo diría que sí supieron, porque a Ilarraz lo trasladaro­n, lo escondiero­n, lo mantuviero­n a salvo. Y sí supieron qué hacer con las víctimas: supieron infundirle el sentimient­o de culpa y vergüenza, supieron qué decir a los sacerdotes en esa famosa reunión de todos los curas congregado­s después que se hizo público, que había que salvar el sillón del obispo. Le dijeron a los fieles que era un invento de los medios. Supieron qué hacer. Hoy borran con el codo lo que escribiero­n con la mano. Es un comunicado que te llena de vergüenza.

-¿Qué expectativ­as tienen para este juicio?

-Estamos confiados que se va a hacer justicia, a pesar de los obstáculos, de las defensa de Ilarraz, creemos que debemos sostenerlo y llegar hasta las últimas consecuenc­ias. No esperamos otra cosa que justicia y verdad. El arzobispo habló de la búsqueda del cabal sentido de verdad y justicia. La verdad y la justicia tienen un solo sentido: la verdad es verdad y la justicia es justicia y no esperamos otra cosa. ■

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 ??  ?? El acusado. Justo Ilarraz fue denunciado por primera vez en 1993, pero recién dejó de ser sacerdote en 2012.
El acusado. Justo Ilarraz fue denunciado por primera vez en 1993, pero recién dejó de ser sacerdote en 2012.

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