Por primera vez en 59 años no habrá un Castro al frente de Cuba
La sesión de la Asamblea Nacional fue adelantada un día y será mañana. Lo sucederá el vice.
La Asamblea Nacional investirá mañana al sucesor de Raúl Castro, quien dejará la presidencia después de diez años. El cargo será ocupado por el actual vicepresidente Miguel Díaz-Canel, un ingeniero de 57 años que representa el cambio generacional en la isla. Se espera que continúe con el programa de apertura económica implementado en los últimos años, sobre todo tras la muerte de Fidel. Desde el punto de vista político, sin embargo, no se cree que haya grandes cambios. Raúl Castro mantendrá su cargo de primer secretario del Partido Comunista, clave en la estructura de poder.
La sesión de la Asamblea Nacional en la cual el presidente Raúl Castro planea dejar el puesto y entregarlo a un sucesor más joven, será mañana miércoles en vez del jueves, según informó la prensa local. El cambio primero fue reportado por radio Rebelde. El sitio web Cubadebate dijo que la sesión fue adelantada debido a los pasos necesarios para una transición tan histórica. Se espera que Castro pase la presidencia al vicepresidente Miguel Díaz-Canel, de 57 años.
Raúl Castro la tomó de su hermano Fidel en 2008. Ese año, Raúl se hizo cargo de un país en el que poca gente tenía computadoras o celulares, del que sus ciudadanos sólo podían salir al extranjero con un permiso especial y era difícil para cualquiera iniciar un negocio propio.
Una década después, sólo basta caminar por las calles de Cuba para ver el cambio dramático operado: hay miles de pequeños comercios, cafeterías, casas para alojar turistas, carteles de venta de viviendas y ofertas de productos del agro para beneficiarios de tierras en usufructo, mientras millones de personas se comunican con familiares y amigos en el exterior mediante un sistema de wifi público, limitado pero accesible.
Además, desde que el mandatario cubano y su colega Barack Obama restablecieron relaciones diplomáticas en 2015, una parte no especificada de la deuda externa de la isla fue condonada o reestructurada y el número de turistas se duplicó hasta alcanzar unos cinco millones de visitantes al año. Castro será recordado porque se atrevió a romper el estigma de la iniciativa privada como incompatible con el sistema socialista cubano y permitió a partir del 2010 un incipien- te mercado laboral independiente del Estado, que en tiempos de su hermano, el fallecido Fidel, hubiera sido impensable. Aunque visiblemente los cambios son muchos, algunos de ellos parecen detenidos desde hace unos meses. Otros fueron menores a lo que se esperaba: la empresa pequeña y mediana, por ejemplo, no se legalizó; sigue sin abrirse un verdadero mercado mayorista, los emprendedores no cuentan con facilidades y la entrega de algunas licencias se congelaron en agosto a la espera de nuevas regulaciones para el sector no estatal que nadie sabe a ciencia cierta en qué consistirán.
“Económicamente hemos levantado”, dijo a la AP Yanelis García, una madre de tres hijos que en los últimos años comenzó a ahorrar dinero con la cría de cerdos hasta construir un hostal de seis habitaciones en la ciudad de Santa Clara. “La parte que no nos cumplió fue por ejemplo...un mercado mayorista, a donde pudieras tener lo que te hacía falta”.
García y los otros emprendedores deben conseguir sus insumos en los mercados minoristas estatales de los que también se surte la población, generando para ella gastos adicionales y para las personas desabasto provocado por los pequeños empresarios que suelen arrasar con la mercancía, sobre todo bebidas y alimentos.
Y aunque es indudable la incipiente apertura a la iniciativa privada, la realidad es que el Estado aún centraliza buena parte de las actividades económicas: todavía emplea a tres de cuatro personas en la isla y los salarios gubernamentales son bajos, equivalente a unos 30 dólares mensuales, por lo que muchos trabajadores desvían mercancías bajo su cuidado para revenderlas en el mercado negro, mientras que familias enteras viven de las remesas que les envían sobre todo desde EE.UU. y Europa. Castro mismo exhortó en diversas ocasiones a sus funcionarios a cambiar de mentalidad, a deshacerse de los prejuicios contra la empresa privada, y a entender que el modelo socialista necesita ser renovado para no perecer. Sin embargo, también calmó las críticas de quienes le urgían a ir más rápido, explicando que la revolución no pude darse el lujo de aplicar medidas de ajustes rápidos que den al traste con la protección social a los sectores más vulnerables.
Tras caer en recesión de 2016, el crecimiento de la isla en 2017 fue de apenas 1,6% el año pasado. Mientras, miles de profesionales calificados abandonan la isla cada año, con lo cual quedan cada vez más ancianos que generan nuevos desafíos sociales y de salud en una economía pobre.
En lo político, Cuba continúa teniendo un modelo de partido único - -que no parece destinado a cambiar en lo inmediato- con un fuerte control sobre las organizaciones sociales y poca tolerancia a los grupos disidentes que no tienen estatus legal, a los cuales las autoridades califican de “mercenarios” al servicio de grupos de interés en EE.UU. y Europa con el objetivo de destruir a la revolución. Los problemas que enfrentará el sucesor de Castro son muchos y profundos. ■