Clarín

Una cita para bajar la guardia en medio de los recelos y las internas

- Claudio Savoia csavoia@clarin.com

En menos de una hora, entre sonrisas y cumplidos, el Gobierno y la Corte hicieron mucho más que intercambi­ar unas pocas ideas -reiteradas mil veces y aún en los papeles- sobre las reformas que achicarían el océano de impunidad en el que naufragan cientos de expediente­s por co- rrupción y delitos violentos. Cara a cara, buscaron bajar la intensidad de la guerra fría que viene creciendo entre el presidente del tribunal y un sector de Cambiemos, nebulosame­nte ubicado entre algunos despachos del primer piso de la Casa Rosada y el siempre estridente atalaya de Elisa Carrió en el Congreso.

Un detalle: rompiendo una tradición jamás escrita, los delegados del Ejecutivo se reunieron con cuatro de los cinco cortesanos -la doctora High- ton no está en Buenos Aires- y no sólo con Ricardo Lorenzetti,el titular de la Corte. El gesto puede ser leído de varias maneras -apertura de una línea directa con todos los jueces o certeza de que los mensajes no se desvíen en las buenas intencione­s de Lorenzetti, pero también un gesto de apoyo a él por parte de sus compañeros en el tribunal- pero su mera ocurrencia es una novedad insoslayab­le. La discreta corbata sobre el pecho de Marcos Peña -que sólo la viste en con- tadísimas ocasiones- es otra ofrenda de considerac­ión.

Con él y Garavano entró a la reunión de ayer una nube de sospechas y enojos por parte del Gobierno, respecto a la acordada de la Corte que fulminó la existencia del efímero Tribunal Oral Federal 9 que Macri había formado trasladand­o a sus jueces desde el fuero penal nacional, y las siempre presentes dudas sobre el estrecho vínculo de Lorenzetti con algunos jueces federales clave en la familia de Comodoro Py.

Del lado de la Corte, su presidente aún busca desentraña­r hasta dónde la última embestida de Carrió contra él -con la ampliación del pedido para que el Congreso le haga un juicio político- no tiene el aval tácito de la “mesa judicial” oficialist­a, y aún el del propio Presidente. Lorenzetti tampoco tiene claro si las denuncias e investigac­iones sobre las filtracion­es de escuchas telefónica­s judicializ­adas - que realiza un ente dependient­e de la Corte y dirigido por hombres de su extrema confianza- no son más que peldaños políticos para llegar hasta él. Esa paranoia extiende sus elucubraci­ones hasta la cobertura de los medios y algunos periodista­s.

Pero todas esas cuitas empalidece­n frente al tamaño del desafío por hacer que la maquinaria judicial entregue a las víctimas de delitos gravísimos y a la sociedad toda respuestas justas y en tiempos razonables. Cada uno con sus planes, la Corte y el Gobierno pactaron discutir nuevos cronograma­s de horarios en los juzgados y acelerar la implementa­ción del expediente electrónic­o. Ese sí sería un cambio esencial. ■

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