Reunión cumbre en el estudio
El “sexto beatle” hizo su magia al mezclar una nueva versión de “Todo a pulmón”, que cumple 35 años.
Con su característico inglés londinense y una concentración absoluta, Geoff Emerick despliega su magia ante unas diez personas que observan en absoluto silencio. Entre ellos, sentado sobre una mesada del estudio El pie, Alejandro Lerner escucha detenidamente su clásico Todo a pulmón, que el “sexto beatle” analiza en detalle.
Con la ilusión de un niño impregnada en su cara, el dueño de casa ayuda en lo que puede y está pendiente de que nada moleste al maestro en su tarea. “Soy muy fanático de los Beatles. Conozco muchos detalles, y tenerlo acá a su ingeniero de sonido es un sueño”, confiesa.
El rey de la sala de controles es Emerick, ingeniero de sonido de los cuatro de Liverpool durante buena parte de su trayectoria. Ganador de cuatro premios Grammy -dos por Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band y uno por Abbey Road- y arquitecto del sonido de temas de McCartney, Judy Garland y Pink Floyd, entre otros, muestra una síntesis perfecta de talento y experiencia.
En silencio, escucha fragmentos del histórico tema de Lerner. Lo pausa, detecta algo y lo vuelve a pasar. “Esas cuerdas se escuchan muy fuerte, es como que te marean. ¿Podemos hacerlas más suaves?”, pregunta a su asistente, que con la computadora corrige los arreglos milimétricamente.
Con sus 74 años, Emerick vino a la Argentina para dar una clínica de ingeniería en sonido y aprovechó para dar charlas, para juntarse con Charly García y mezclar la nueva versión de Todo a pulmón, a 35 años de su lanzamiento del disco.
Cuando llega la hora de revisar las percusiones, Geoff se calza los anteojos y estudia detenidamente los cientos de perillas de la botonera. Mueve una y prueba. Así, con cambios ínfimos, va operando sobre la música, que para el oído común no parece haber sido modificada.
Ahí, en ese movimiento casi imperceptible de dedos, en esa percepción sobrenatural de sus oídos está la magia. Unos 55 años después de haber comenzado a trabajar con The Beatles, Emerick logra mejorar una pieza que ya era grandiosa en su versión original. Y lo hace adaptado a las nuevas tecnologías, aunque si por él fuera, tendría la banda en vivo para grabar cada sonido.
“Hay que incluir la emoción en la música”, aconseja Geoff. Y completa: “Antes era lo natural, porque no había tanta tecnología, y cuando se grababa se mantenía la emoción del músico tocando. Hay que salirse de la perfección, y dejar que haya algo natural”.
Geoff incluye una percusión y Lerner, entre risas, se rinde a sus pies. “A todo te vamos a decir que sí”, dice. La tarde se hace noche en Villa Urquiza, el mate y las bolas de fraile vuelven a circular, y como si todo hubiera sido poco, Charly García se suma al encuentro y Todo a pulmón vuelve a sonar. Uno, dos retoques, y de pronto Emerick exhibe su mejor sonrisa, mueve la cabeza a ritmo y sentencia: “Eso es. Ahora sí, está perfecto”.
“Gracias, para mí es un honor esto”, devuelve Lerner, emocionado, y García, con sonrisa cómplice, agrega: “Lo disfruté mucho. Somos tan diferentes y tan iguales a la vez”. “Traé champán, vamos a celebrar”, pide Lerner. Y juntos entonan: “¡Celebrate two times, come on!”.
En un rato, Charly entrará a grabar unos teclados para la versión celebratoria de Todo a pulmón. Pero esa es otra historia. ■