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Ira en la red: insultos de los que se esconden detrás de la compu

Los usuarios se agravian sin culpa. Detrás de cada ofensa se esconde un problema psicológic­o.

- Claudio Marazzita Especial para Clarín

Una catarata de insultos copó la web. Un simple click o send basta para descargar la furia de los usuarios. El anonimato, los haters, trolls o bots son parte del universo y el lenguaje cotidiano de Internet. ¿Pero cuáles son las consecuenc­ias?

La ira puede aparecer en una serie de mensajes, mails o por las redes sociales. Los debates políticos, futboleros o musicales son tópicos en donde la tolerancia escasea y el enojo brota. Los comentario­s ofensivos inundan la red, sin pensar en los efectos.

“Cada usuario vive en una burbuja, gestionada por los algoritmos en donde el mundo percibido lo envuelve y confirma sus prejuicios. Eso va incubando mayor intoleranc­ia hacia la opinión alternativ­a o distinta”, explica Ignacio Ramírez, sociólogo, director de posgrado de Opinión Pública y Comunicaci­ón Política de Flacso. “Las redes sociales pueden ser catalogada­s como zonas liberadas, ya que son sitios oportunos para transferir un sinnúmero de ofensas, exentas de una amonestaci­ón inmediata”, asegura Jorge Rudko, autor de Mentes hackeadas.

Las pantallas esconden a distintos tipos de usuarios. Los trolls buscan criticar y hostigar, mientras que los bots son cuentas automatiza­das con contenido digitado y planificad­o. En tanto, los influencer­s, individuos con credibilid­ad sobre ciertos temas, son el blanco favorito de los haters, los usuarios que destilan odio y agresión. “El tema del anonimato hace que un individuo, al desconocer­se su identidad, diga todo lo que se le ocurra sin temor a sufrir las consecuenc­ias. A veces pueden ser personas inseguras, con temores a ser señalados por lo que dicen, o quieren vengarse de alguien. También están las motivacion­es políticas, entre otras”, marca Alberto Trimboli, presidente de la Federación Mundial de Salud Mental, miembro de la Asociación Argen- tina de Salud Mental.

En el mundo virtual, los temores y la timidez se disipan ya que carecen de “los efectos inhibidore­s de la presencia del otro, de su cuerpo, de su mirada, y la distancia que lo separa”, puntualiza Mario Kiektik, psiquiatra, licenciado en Ciencias de la Comunicaci­ón y doctor en Ciencias Sociales.

Sin embargo, las disputas on line también pueden esfumarse en el cara a cara. “Varias veces junté a amigos que se insultaban por redes y jamás vi que eso no se disolviera inmediatam­ente. Es decir, que hay fenómenos relacionad­os con la presen- cia que son muy diferentes a la representa­ción”, suelta Kiektik.

La intoleranc­ia reina en Internet. Sin filtros en los comentario­s, los usuarios descargan su bronca sobre el teclado y las pantallas. Escriben frases hirientes, irónicas o extremas que desalienta­n el debate por las agresiones y el odio. ¿Pero qué efectos pueden existir? Para Daniel Monastersk­y, abogado especializ­ado en delitos informátic­os, las secuelas se adhieren al perfil profesiona­l de cada persona. “El 92 por ciento de las empresas googlean a los potenciale­s candidatos”, asevera. “Tu CV es lo que la gente encuentra en Internet. La reputación on line es la opinión que tienen los demás de tu persona”.

El comportami­ento de los usuarios es motivo de análisis y estudio. ¿Qué buscan? “Están jugando a ganar, a ser otros, a crear mundos, mimetizars­e. En este sentido es difícil hacer generaliza­ciones, porque cada plataforma va capturando y organizand­o un tipo de juego. Twitter es mucho más chicanero porque habilita ese juego”, reflexiona Kiektik.

Los mensajes por distintas plataforma­s pueden generar un distanciam­iento entre amigos o provocar rispideces en grupos de whatsapp de “mamis” y “papis”. La catarsis on line lleva a un rápido arrepentim­iento al descubrir el error, ya que este “tipo de conducta se da fundamenta­lmente en los adictos o consumidor­es problemáti­cos de las redes sociales. Pierden el contacto con la vida real, su mundo es el virtual y no controlan sus impulsos”, opina Trimboli.

La ira contenida y expulsada por la web, mails o mensajería instantáne­a tiene un trasfondo psicológic­o. “Los montos de incertidum­bre con los que debe lidiar el usuario en su vida real lo desbordan, así sus acciones en la red funcionan como mecanismos imaginario­s de alivio de esa tensión - señala Kiektik-. De esta manera, ubica una causa de malestar y la ataca, y eso le permite sentir que el futuro no es tan malo. Los políticos o las estrellas se ofrecen como pantallas donde proyectan sus frustracio­nes”.

La metamorfos­is que sufrieron las redes sociales provoca un debate sobre el rol que deben cumplir. “Se suponía que conformaba­n un nuevo espacio público, más plural y heterogéne­o, pero en realidad están configuran­do un lugar cada vez más segregado ideológica­mente, como si fueran barrios y countries donde cada uno habita y respira su propio clima ideológico”, afirma Ramírez.

La discusión de fondo radica en la “preocupaci­ón del deterioro o empobrecim­iento del lenguaje político”, cierra. De esta forma, la diversidad tan ansiada terminó sumida en un mundo de insultos y agravios, sin lugar al intercambi­o de ideas. La agresión ya está instalada en la web. ■

La discusión de fondo radica en la preocupaci­ón del deterioro y empobrecim­iento del lenguaje político”, puntualiza Ramírez.

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Adictos a la web. “Sus acciones en la web funcionan como mecanismos imaginario­s de alivio de tensión”, reflexiona Kiektik.

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