Ante la violencia de género que la justicia caiga con rigor
Mucha gente opina con demasiada ligereza respecto a lo que debía o no debía haber hecho la víctima de un hecho sangriento previsible, como, por ejemplo, alguno de los tantos femicidios acontecidos en la última década en nuestro país. Que “tendría que haberlo dejado”, que “tendría que haberlo denunciado”, que “no tenía que haber aceptado jamás ningún tipo de maltrato”, etc, son expresiones comunes que tienen los comentaristas.
Pero, hay que estar en la piel de la mujer cuando su compañero se convierte en enemigo y las amenaza, la maltrata y la convierte en presa de sus miedos. A nadie le gusta tener enemigos. “El que tiene enemigos, no duerme”, dice Sarmiento en uno de sus relatos del “Facundo”, y es cierto. Y esta expresión vale para todos los tiempos y no tan sólo para las mujeres. Quien ha vivido una situación de este tipo, sabe que por la ansiedad que provoca el miedo, es muy difícil controlarse en esos momentos. Por lo que tomar la decisión más beneficiosa, a muchas mujeres, especialmente, se les torna imposible.
Así las cosas, entonces, ¿cuál sería la solución para prevenirlos? No hay otra: el estricto cumplimiento de leyes rigurosas, que castiguen con idéntico rigor a quienes las transgredan. No es justo que el violento disfrute de la libertad que le brinda la naturaleza, en tanto su pareja la padezca. Los sentimientos de indefensión y de impotencia humillan al ser humano, quien quiera que sea, y lo retrotraen al tiempo de las cavernas. Y en un sistema de derecho, en el que supuestamente las leyes reinan, es penoso que se piense que lo más conveniente sería que “el que a hierro mate, a hierro muera”.