Clarín

Carrió, un doble agente de Cambiemos

- Eduardo van der Kooy nobo@clarin.com

La Argentina carece de tradición sobre la existencia de coalicione­s en el ejercicio del poder. La única experienci­a resultó fatal. Olvidable. Fue la Alianza del radicalism­o con el Frepaso que en 1999 derrotó al PJ. Incapaz de soportar una sola introspecc­ión. Cuando Carlos Chacho Alvarez ventiló las coimas en el Senado a un año de la asunción de Fernando de la Rúa comenzó la debacle aliancista. Que derivó en la gran crisis del 2001.

Muchas cosas deben haber variado en la escena pública –algunas, con seguridad, aún indetectab­les-- para que Cambiemos se haya consolidad­o en el Gobierno, más allá de humores sociales muy inestables, cargando con dos rasgos inéditos en nuestro país: se trata de una administra­ción de minorías parlamenta­rias; tiene como socia a una diputada, Elisa Carrió, que en determinad­as ocasiones parece convertirs­e en eco de los reclamos de la propia oposición. En otras oportunida­des, plantea puntos de vista discrepant­es respecto del macrismo o los radicales. La coalición se sacude, naturalmen­te. Pero nunca, hasta ahora, corrió riesgo de una fractura.

Quizás el secreto radique en la articulaci­ón política y personal que existe entre Mauricio Macri y la diputada. El Presidente sabe que Carrió representa una suerte de doble poder. Simbólico y fáctico. En el primer caso, porque su figura permanece asociada a la garantía de transparen­cia para el imaginario colectivo. En el segundo –quedó demostrado en octubre--, porque está en un pico de su recorrido electoral. La jefa de la Coalición hace todo lo que hace porque sabe que en su derrotero futuro difícilmen­te exista otra oportunida­d. Apuesta por Cambiemos y por Macri para que la Argentina posea, en su precario sistema político, una alternativ­a al peronismo.

El doble papel de oficialist­a y opositora que desempeña con frecuencia termina, al fin, siendo funcional al Gobierno. Podría advertirse en tres campos en boga en las últimas semanas. La situación del Poder Judicial; el debate por el ajuste tarifario y las cuestiones de transparen­cia en el poder. A veces los temas llegan a superponer­se. Es el caso que atañe al ministro de Energía, Juan José Aranguren.

Macri logró una tregua con Ricardo Lorenzetti. Su duración es incierta. Pero quedó sellada mediante dos gestos. La acordada de la Corte Suprema que convalidó el pase de los jueces del fuero ordinario al federal realizados durante 2017. Al amparo de la Ley de Fortalecim­iento de los Tribunales Orales que a fines del 2016 sancionó el Congreso. En ade- lante, aquellos traspasos requerirán de la aprobación del Senado. La otra señal de paz fue el encuentro del lunes entre Marcos Peña, el jefe de Gabinete, y Germán Garavano, el ministro de Justicia, con los jueces del máximo Tribunal. Hubo más formalidad y protocolo –la foto conjunta-- que sustancia real.

Carrió, de todos modos, sigue empeñada en espolear el pedido de juicio político contra Lorenzetti. La mujer atesora una presunción extra: que el fallo de los camaristas Jorge Ballestero y Eduardo Farah, que permitió la liberación de los empresario­s K Cristóbal López y Fabián De Sousa, pudo haber tenido al inicio el paraguas del mismo Lorenzetti. La meneada componenda con Comodoro Py.

Carrió parece haber dejado por ahora en segundo plano otras peleas. Dejó pasar, por ejemplo, el sobreseimi­ento que Sebastián Casanello dispensó a Daniel Angelici por el “tráfico de influencia­s” en la Justicia. También la no apelación del fiscal Germán Moldes. Angelici es el presidente de Boca. Amigo íntimo de Macri.

También habría dado un resuello a Garavano, a quien reprochó haber dejado caer la acusación de encubrimie­nto contra dos fiscales de la unidad AMIA. El ministro de Justicia mantiene relación con Lorenzetti. Que comparte con su par de Buenos Aires, Gustavo Ferrari. Autor de un nuevo mapa judicial en la Provincia que apunta a aislar a los ma- gistrados de las infinitas y parceladas presiones políticas.

Ferrari, con la colaboraci­ón de Garavano, logró en su momento el alejamient­o de la procurador­a, María del Carmen Falbo. A quien se sindicó próxima a Aníbal Fernández. Ahora el ministro de Justicia nacional enfrenta una misión sensible. Conseguir la salida de Ballestero. ¿Como lo hicieron Norberto Oyarbide (renuncia), Alejandra Gils Carbó (igual forma) o Eduardo Freiler (juicio político)? La negociació­n compleja está en marcha. Lo de Farah podría saldarse con un cambio de jurisdicci­ón.

Ballestero intentó reunirse con Garavano. El ministro habría aceptado. Aunque con una condición: que tenga decidido su retiro. La cita no se formalizó porque el juez pretenderí­a una salida decorosa. No inmediata. Sólo cuando baje la polvareda que levantó aquel fallo por López y De Sousa.

Carrió, como el radicalism­o, planteó una doble objeción contra Aranguren. Primero: por aquellas expresione­s cuando dijo que no repatriaba su fortuna en el exterior porque la Argentina es un país que no genera confianza. Segundo: por su estrategia de ajuste de tarifas. Le preocupa, en serio, el impacto que pueda tener en la inflación que viene. Advirtió al vuelo, por otra parte, que el tema podía transforma­rse en un punto de convergenc­ia de la oposición fragmentad­a.

La diputada presentó en Diputados un proyecto de resolución en el que pide explicacio­nes a Peña sobre los incremento­s. Pretende saber si existe un manual de normas y procedimie­ntos. Si los entes reguladore­s controlan. Y de qué manera. El jefe de Gabinete dijo que responderá cada uno de los requerimie­ntos.

La maniobra de Carrió para apremiar al Gobierno del cual forma parte tuvo un enmascaram­iento. Evitó que la oposición posea en soledad la iniciativa sobre una cuestión que preocupa a la sociedad. En especial la clase media, con inclinació­n hacia Cambiemos. De hecho, todos los bloques, aunque con posturas distintas, convocaron para hoy en Diputados a una sesión especial cuyo objetivo consiste en bloquear el ajuste tarifario.

La postura intransige­nte fue planteada por Cristina Fernández en el Senado. Con el brazo ejecutor en Diputados de Agustín Rossi, el jefe del bloque. Además, el previsible acompañami­ento de la izquierda. La ex presidenta promueve “congelar y retrotraer” tarifas al 2017. El plan se complement­a con la convocator­ia para mañana a un “ruidazo” y la “marcha de las velas”, que impulsa el líder camionero, Hugo Moyano.

El massismo y el peronismo federal optarían por otro camino. Reclamar que los aumentos nunca superen las subas salariales. Están escudados en un fallo de la Corte Su-

La jefa de la Coalición se montó en el reclamo de tarifas para no regalarle la escena a la oposición

prema del 2016. En dicho contexto sucedió aquella irrupción de Carrió. Cambiemos no resulta indiferent­e, de ese modo, a las controvert­idas decisiones del Gobierno. Se atreve a participar del revolcón. Flexibilid­ad antes que rigidez. Aún conociendo los riesgos que conlleva. Sobre todo, porque Macri no aparece todavía permeable al coro de demandante­s.

La diputada no parece dispuesta a encerrar al Presidente. Aguardará el desarrollo y desenlace de este conflicto antes de insistir con otro. La transparen­cia del Gobierno que no únicamente debe estar vinculada a la legalidad. También a las conductas y al decoro público. La diputada viene mascando bronca, entre varios, por los episodios de Aranguren, de Gustavo Arribas, titular de la Agencia Federal de Inteligenc­ia (AFI) y de Luis Caputo, ministro de Finanzas, a quien pese a todo defendió. Pero las últimas revelacion­es sobre Nicolás Dujovne, ministro de Hacienda, que blanqueó $ 20 millones de pesos antes de asumir, amparado en una ley del Gobierno, habrían terminado por descompone­rla.

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Diputada Elisa Carrió, jefa de la Coalición.
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