Las inquietudes de Piazzolla, en su “plataforma” original
Son cinco discos que van de su trabajo con Baltar y Ferrer a su Conjunto 9, pasando por el quinteto.
“’Me puedo morir tranquilo’. Esta frase la dije al oir mi Quinteto en esta grabación en vivo”, escribió Astor Piazzolla en la contratapa de su LP Piazzolla y su quinteto en el Teatro Regina. Y no se quedó ahí, sino que hablaba del álbum como un registro en el que “casi” no existían equivocaciones. “Realmente nunca hemos tocado con esta ‘calentura’. Me costará volvera tocar de esta manera en un estudio”, completaba el músico.
Y a juzgar por lo que se escucha en la reedición de aquella grabación, en su formato original de long play, seguramente tenía razones Astor para decirlo. Claro que después vendrían La camorra, el concierto en el Central Park, versiones increíbles de Tristeza de un Doble A, las colaboraciones con Burton y Mulligan, y la sentencia quedaría algo desactualilzada. Pero bien vale ubicarse en contexto, para que de nuevo adquiera sentido.
Y para ubicarse en contexto, el contacto con el disco objeto en el antiguo y ahora revitalizado -hasta ahí- tamaño extra large es una ayuda que tiene uno de sus principales elementos en el arte de tapa, y las “explicaciones” que ubican en tiempo y espacio al mismo tiempo que uno escucha su contenido, que en el caso del concierto es fantástico.
Pero el “relanzamiento” en vinilo de Piazzolla y su quinteto en el Teatro Regina, es sólo la quinta parte de un combo editado por Sony, que incluye las cuatro grabaciones que el bandoneonista hizo para RCA Víctor a comienzos de los ‘70 - Concierto para quinteto y los dos volúmenes de Música Popular Contemporánea de la Ciudad de Buenos Aires (ambos con el Conjunto 9)-, antes de emprender su “etapa italiana”, más Amelita Baltar interpreta a: Piazzolla y Ferrer, para CBS.
Este último es, precisamente, el primero de los cinco que vio la luz, en 1970. Ya concluido el ambicioso capítulo de María de Buenos Aires, el dúo compositivo y la cantante le dieron forma a siete piezas -tres preludios, entre ellos el Preludio para el año 3001, y tres baladas, entre ellas la Balada para un loco y la Balada para mi muerte- además de Chiquilín de Bachín, que marcaron el fin de un proyecto, y el nacimiento del siguiente.
El quinteto, que de eso se trató el siguiente paso, tuvo en el Regina una primera etapa, con Osvaldo Manzi, Cacho Tirao, Kicho Díaz y Antonio Agri como protagonistas. Luego, en Concierto para quinteto, se sumarían los bandoneones de Leopoldo Federico Antonio Ríos y Rodolfo Mederos, para Recuerdos de bohemia, cierre del Lado B, que Piazzolla reservó para homenajear a Francisco de Caro, Joaquín Mora y Juan Cobián. El A, en tanto, plantea el siempre atractivo ejercicio de comparar las versiones de las entonces nuevísimas Invierno porteño y Primavera porteña con las incluidas en el En vivo en el Teatro Regina. Una práctica que en este caso requiere levantar la púa, sacar un LP, poner el otro y volver a apoyar esa mágica aguja sobre el surco. Nada mal.
Por último, los dos volúmenes de Música Popular Contemporánea de la Ciudad de Buenos Aires abren las puertas a la búsqueda de Astor de un sonido -y una estética- que actualizara algunas de sus viejas creaciones, como Tristeza de un Doble A, Buenos Aires Hora 0 y Verano porteño y a nuevo material, como Zum, Preludio 9, Onda nueve, Oda para un hippie, concebido para una formación que sumó a su quinteto previo a Hugo Baralis, José Bragato, Néstopr Panik y José Correale.
El resultado, una propuesta que rankeaba a una considerable distancia de aquel que había grabado Amelita Baltar interpreta..., tan sólo tres años antes. En total, un pequeño fragmento, en su formato original, de una de las fascinantes usinas creativas de nuestra música. ■