Clarín

Las inquietude­s de Piazzolla, en su “plataforma” original

Son cinco discos que van de su trabajo con Baltar y Ferrer a su Conjunto 9, pasando por el quinteto.

- Eduardo Slusarczuk eslusarczu­k@clarin.com

“’Me puedo morir tranquilo’. Esta frase la dije al oir mi Quinteto en esta grabación en vivo”, escribió Astor Piazzolla en la contratapa de su LP Piazzolla y su quinteto en el Teatro Regina. Y no se quedó ahí, sino que hablaba del álbum como un registro en el que “casi” no existían equivocaci­ones. “Realmente nunca hemos tocado con esta ‘calentura’. Me costará volvera tocar de esta manera en un estudio”, completaba el músico.

Y a juzgar por lo que se escucha en la reedición de aquella grabación, en su formato original de long play, segurament­e tenía razones Astor para decirlo. Claro que después vendrían La camorra, el concierto en el Central Park, versiones increíbles de Tristeza de un Doble A, las colaboraci­ones con Burton y Mulligan, y la sentencia quedaría algo desactuali­lzada. Pero bien vale ubicarse en contexto, para que de nuevo adquiera sentido.

Y para ubicarse en contexto, el contacto con el disco objeto en el antiguo y ahora revitaliza­do -hasta ahí- tamaño extra large es una ayuda que tiene uno de sus principale­s elementos en el arte de tapa, y las “explicacio­nes” que ubican en tiempo y espacio al mismo tiempo que uno escucha su contenido, que en el caso del concierto es fantástico.

Pero el “relanzamie­nto” en vinilo de Piazzolla y su quinteto en el Teatro Regina, es sólo la quinta parte de un combo editado por Sony, que incluye las cuatro grabacione­s que el bandoneoni­sta hizo para RCA Víctor a comienzos de los ‘70 - Concierto para quinteto y los dos volúmenes de Música Popular Contemporá­nea de la Ciudad de Buenos Aires (ambos con el Conjunto 9)-, antes de emprender su “etapa italiana”, más Amelita Baltar interpreta a: Piazzolla y Ferrer, para CBS.

Este último es, precisamen­te, el primero de los cinco que vio la luz, en 1970. Ya concluido el ambicioso capítulo de María de Buenos Aires, el dúo compositiv­o y la cantante le dieron forma a siete piezas -tres preludios, entre ellos el Preludio para el año 3001, y tres baladas, entre ellas la Balada para un loco y la Balada para mi muerte- además de Chiquilín de Bachín, que marcaron el fin de un proyecto, y el nacimiento del siguiente.

El quinteto, que de eso se trató el siguiente paso, tuvo en el Regina una primera etapa, con Osvaldo Manzi, Cacho Tirao, Kicho Díaz y Antonio Agri como protagonis­tas. Luego, en Concierto para quinteto, se sumarían los bandoneone­s de Leopoldo Federico Antonio Ríos y Rodolfo Mederos, para Recuerdos de bohemia, cierre del Lado B, que Piazzolla reservó para homenajear a Francisco de Caro, Joaquín Mora y Juan Cobián. El A, en tanto, plantea el siempre atractivo ejercicio de comparar las versiones de las entonces nuevísimas Invierno porteño y Primavera porteña con las incluidas en el En vivo en el Teatro Regina. Una práctica que en este caso requiere levantar la púa, sacar un LP, poner el otro y volver a apoyar esa mágica aguja sobre el surco. Nada mal.

Por último, los dos volúmenes de Música Popular Contemporá­nea de la Ciudad de Buenos Aires abren las puertas a la búsqueda de Astor de un sonido -y una estética- que actualizar­a algunas de sus viejas creaciones, como Tristeza de un Doble A, Buenos Aires Hora 0 y Verano porteño y a nuevo material, como Zum, Preludio 9, Onda nueve, Oda para un hippie, concebido para una formación que sumó a su quinteto previo a Hugo Baralis, José Bragato, Néstopr Panik y José Correale.

El resultado, una propuesta que rankeaba a una considerab­le distancia de aquel que había grabado Amelita Baltar interpreta..., tan sólo tres años antes. En total, un pequeño fragmento, en su formato original, de una de las fascinante­s usinas creativas de nuestra música. ■

 ??  ?? Entre la corbata y la informalid­ad. La evolución de Piazzolla entre el ‘70 y el ‘72 va más allá de su sonido, y tiene su reflejo en su estética personal, que el arte de tapa de los LP reflejan con claridad.
Entre la corbata y la informalid­ad. La evolución de Piazzolla entre el ‘70 y el ‘72 va más allá de su sonido, y tiene su reflejo en su estética personal, que el arte de tapa de los LP reflejan con claridad.

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