Clarín

La renovación judicial menos pensada

- Ricardo Roa

Casi no pasa un día, si es que pasa, en que la Justicia no dé que hablar. Ayer dio que hablar y mucho el pedido de Eduardo Farah para irse de la Cámara Federal Penal. Por si no se recuerda Farah fue, junto a Jorge Ballestero, el juez que sacó de la cárcel a Cristóbal López. Y más que eso: manipuló el artículo de una ley para bajar de fraude al Estado a simple evasión el delito de haberse apropiado de miles de millones de pesos del impuesto a los combustibl­es que cobró a los automovili­stas y nunca giró a la AFIP.

El vergonzoso fallo desató una ola de condenas políticas y hasta sembró sospechas en la misma Corte Suprema que mandó investigar por qué intervino Farah sin cumplir el re- quisito del sorteo previo.

Farah sintió el golpe. Y finalmente ayer fue al Consejo de la Magistratu­ra con su solicitud de pase. Alegó estar mal anímicamen­te y necesitado de tranquilid­ad. Y que si no tuviera problemas familiares hubiera preferido ser trasladado a un destino más alejado como Mar del Plata, donde fue juez federal. El Consejo tratará el pedido el jueves próximo.

¿Y qué piensa hacer Ballestero? Firmó la sentencia a favor de López con Farah y trascartón comenzó el trámite jubilatori­o. Hace unos días recordó que tiene ocho stents y dijo que no descartaba irse. Hay allí una duda y una certeza. La duda es si efectivame­nte se irá. La certeza es que el Gobierno empuja para que se vaya.

Si la duda se convierte en certeza, habrá una renovación casi total de la Cámara Federal, el tribunal políticame­nte más importante después de la Corte. Y es el más importante porque aunque Casación está jerárquica­mente por encima, es el que tiene mayor conocimien­to de las causas siempre sensibles de los jueces federales, a los que además supervisa. Una renovación ahí se parece bastante a una renovación de la Justicia.

La Cámara Federal Penal tiene dos salas de tres jueces cada una. De los seis hay sólo cuatro en funciones: Ballestero, Farah, Irurzun y Bruglia, al que designó este Gobierno en remplazo de Freiler echado por corrupción.

Si Ballestero sigue los pasos de Farah, quedarán sólo dos. Un tercero, Llorens, está en la gatera: nombrado hace tiempo, espera la venia del Senado. Conclusión: el Gobierno que ya cubrió dos vacantes, podría cubrir otras tres. No es poco: cinco sobre seis representa­rá un cambio muy grande.

Lejos del capítulo de los camaristas federales, también da que hablar o mucho más que hablar la investigac­ión judicial de los abusos en Independie­nte. Cada día aparecen nuevos casos y también algunas sorpresas en el celular de Natacha Jaitt: fotos y textos que dicen vinculan a personajes que hasta ahora sostenían no tener ninguna vinculació­n.

Uno de los más comprometi­dos es el árbitro Martín Bustos, paradójica­mente también funcionari­o de la Justicia: es prosecreta­rio en la Procuració­n Nacional. Está suspendido luego de haber sido procesado por la jueza Servini por destruir expediente­s.

Otro con experienci­a en destruir pruebas es su abogado, que intentó romper el celular de Bustos. Los dos están presos. Bustos está asignado a la biblioteca de la Procuració­n, a veces un destino de castigo y otras de salvataje. Hasta ahora compartía oficina con Guillermo Bellingi, que fue mano derecha de Gils Carbó hasta el escándalo de coimas con la compra del edificio de la Procuració­n. En la Justicia y alrededor de la Justicia hay de todo. Como para seguir dando que hablar. ■

Farah pidió el pase y tal vez se vaya Ballestero. Cambios en el timón de un tribunal clave.

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