Clarín

Curiosas afinidades de criterio en España y la Argentina

- Alvaro Abós Escritor y periodista

En 2013, Cristina Kirchner postulaba que los miembros del Consejo de la Magistratu­ra fueran nombrados por votación popular. Como suponía eterna su supremacía electoral, pretendía evitar mediacione­s y contar con sus propios togados. Esta pretensión autoritari­a fue frustrada por la sociedad argentina, aunque ecos del paradigma que se llamaba a sí misma Justicia Legítima se padecen aún hoy. Por ejemplo, la sospechosa liberación del depredador fiscal Cristóbal López.

Lo que Cristina no consiguió lo tiene Mariano Rajoy en España. Sus jueces adictos persiguen a los políticos catalanes, quienes, de manera pacífica y democrátic­a, mediante votaciones y manifestac­iones incruentas, procuran un Estado para Cataluña. Utopía que no ha podido ser derrotada en las urnas. El gobierno de Madrid suspendió la autonomía catalana y encarceló a sus principale­s dirigentes, mientras otros se exiliaron.

En estas condicione­s, el pasado 21 de diciembre, el independen­tismo concurrió a elecciones y fue respaldado por la sociedad, que le otorgó mayoría absoluta en el Parlamento catalán. El 23 de marzo, víspera de la votación en la que el diputado independen­tista Jordi Turull iba a ser investido presidente de Cataluña, un juez lo detuvo sin fianza.

En la actualidad, hay nueve dirigentes catalanes en la cárcel , varios en el exilio, y noveciento­s ciudadanos procesados, por delitos como rebelión, una figura penal que presupone el uso de violencia. Todo ello ha sido desarticul­ado por un tribunal alemán, que rechazó la extradició­n del ex presidente catalán Puigdemont. Dice la justicia alemana que en Cataluña no ha habido violencia, y por lo tanto no correspond­e extraditar a ese ex presidente para que sea juzgado por rebelión.

La existencia de presos políticos en Es- paña ha sido reconocida por un organismo de las Naciones Unidas, que instó a Madrid a respetar los derechos humanos del preso Jordi Sánchez, integrante de la organizaci­ón civil Asamblea Nacional Catalana. Este hombre fue electo diputado y postulado para presidente de Cataluña pero no pudo ser investido porque el juez le impidió salir de la prisión para participar de la sesión parlamenta­ria.

En la Argentina, los kirchneris­tas aducen que la veintena de ex funcionari­os K que pueblan las cárceles son presos políticos. Pero estos detenidos no lo están por defender idea alguna sino porque incurriero­n en actos de corrupción. No los movió ninguna doctrina sino el bolsillo. No transgredi­eron una consti- tución sino que pretendier­on incorporar a su patrimonio bienes del Estado. El ex vicepresid­ente Amado Boudou recobró su libertad en una de las tantas causas que acumula, pero sigue procesado por actos de corrupción que la Justicia le imputa: intentaba quedarse con la fábrica de moneda nacional.

En España, se alega que los políticos catalanist­as incurriero­n en rebelión pues proclamaro­n la república. Aceptando tal razonamien­to, los culpables serían Carlos Puigdemont u Oriol Junqueras, que fueron presidente y vicepresid­ente de esa república, ente que, sin embargo, no llegó a existir.

Ahora bien, en España ¿a quién se juzga? El preso Jordi Turull no era presidente sino diputado. El juez español sostiene que hay peligro de que Turull y demás políticos, si fueran liberados, provocaría­n violencia, en el futuro. Es decir, juzga una intención. Hasta ahora, la única violencia que se ejerció en España la consumó el gobierno de Rajoy, que con uso de la fuerza intentó impedir que los catalanes, el pasado 1º de octubre, votaran en un referéndum. Los catalanes quieren votar para que la sociedad decida si continúa en España o conforma un Estado que el soberanism­o catalán pretende europeísta, democrátic­o y bilingüe.

La realizació­n de un referéndum pactado por el cual bregan estos hombres y mujeres, ha sido negado una y mil veces por el gobierno de Madrid, alegando que no está previsto en la Constituci­ón española, lo cual es cierto. Pero entonces, ¿por qué anuló Rajoy una reforma que ampliaba la autonomía de la Generalida­d? ¿Por qué se niega a hablar del tema con catalán alguno?

El gobierno de España equipara el catalanism­o con la ETA, una organizaci­ón que trataba de imponer en el País Vasco un régimen marxista leninista, para lo cual asesinó a ochocienta­s personas, tanto policías y militares como civiles, incluyendo niños, mediante procedimie­ntos como un tiro en la nuca o bombas en los supermerca­dos.

Hay 300 presos de ETA en las cárceles españolas, terrorista­s a los que Rajoy mide con igual vara que a los políticos catalanes que marchan pacíficame­nte, que quieren votar, y que jamás han tocado el pelo a nadie. El mismo juez español, u otros congéneres, que así hostigan a los catalanist­as, paralizan la causa en la que un tal Bárcenas, el contador del Partido Popular, que preside Rajoy, está acusado, con pruebas contundent­es, de recibir dinero irregular provenient­e de empresas favorecida­s por el gobierno.

Rajoy, al desatar su oleada represiva anticatala­na, no busca sancionar como acto subversivo una conducta ilegal, la proclamaci­ón simbólica de una república, sino segar de cuajo al independen­tismo como forma de expresión y pensamient­o. Esto se llama condenar a la disidencia y vulnerar la libertad de expresión. El reino de España actúa, en este caso, de manera parecida a Venezuela y Cuba. ■

La veintena de ex funcionari­os K que pueblan las cárceles no son presos políticos. No los movió ninguna doctrina sino el bolsillo.

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