Clarín

Esa israelí que provoca a todos

- Patricia Kolesnicov pkolesnico­v@clarin.com

Debe haber pocas maneras más sencillas de llamar la atención de un país que ponerse en cuclillas y, cómo decirlo, hacer caca sobre su bandera. Ni que hablar si ese país es Israel, donde por estos días las banderas cuelgan de los balcones, ondean en las antenas de los autos y hasta recubren, como guantes, la parte plástica de los espejos de los coches. Azul, blanco y la estrella de David por donde se mire. Pero ahí están los artistas para desafiar el sentido común, por hereje que eso parezca. Desde el atardecer de este miércoles hasta 24 horas después, Israel celebra su 70° aniversari­o y lo hace en medio de intensos conflictos: para los palestinos, la independen­cia israelí es su desastre, y donde de un lado hay fiesta, del otro hay luto. Desde el 30 de marzo los palestinos de Gaza convocaron a Marchas del Retorno, en las que miles de civiles se acercan a la frontera: desde esa fecha y hasta ayer el ejército israelí ya mató a 34 manifestan­tes, según informa la agencia EFE.

En 2014, la dramaturga y performer israelí Natalí Cohen Vaxberg publicó el video Caca en vez de sangre. Allí, con música de Chopin de fondo, hace eso, caca, sobre un desfile de banderas del mundo. El video -que está en YouTube- es bastante desagradab­le pero nada que espante demasiado en el arte contemporá­neo. Cuando la entrevista­ron, Cohen Vaxberg dijo que era un mensaje antinacion­alista y que decidió difundirlo “cuando Israel invadió Gaza con tropas terrestres en el verano de 2014”. La artista estuvo detenida varias veces por algunas horas por “profanar la bandera”, pero el asunto no pasó a mayores y más: en respuesta a su detención ella filmó otro video en que se la ve vestida de naranja y arrodillad­a delante de un hombre que sostiene un cuchillo, la imagen de los decapitami­entos del Estado Islámico. En ese video, ella pide perdón porque sus excremento­s no sean azules y blancos, “azules y circuncida­dos” y que no sirvan para votar o detener misiles.

Cohen Vaxberg, que se declara anarquista y expresa posiciones a la izquierda de la izquierda en este país, supo poner el dedo en la peor llaga: ese mismo 2014 se filmó en Yad Vashem, el conmovedor museo del Holocausto de Jerusalén, y con un vestido rosa y una tiara, gritó: “Hola, soy el Holocausto, lo mejor que le pasó ¿a quién? ¡A ustedes! Gracias a mí tienen Estado, gracias a mí tienen ejército”. Y también: “Gracias a mí pueden administra­r un ghetto de tres millones de personas sin que los superpoder­es vengan y les den una paliza. ¿De quién, si no, aprendiero­n a separar a la gente según su ori- gen étnico y tirarla en campos de concentrac­ión?” La gente que visita el lugar se disgusta ante este espejo. Y segurament­e tampoco serían felices si vieran aquel otro video donde se acerca al muro fronterizo disfrazada de Caperucita Roja e increpa: “Hola, lobitos. ¿Por qué tienen armas tan grandes? ¿Por qué tienen un muro tan alto?” Y les ofrece ayuda para “matar a todos los izquierdis­tas”.

La expresión artística está ahí para enrostrar las realidades de manera radical, dice un sobrevivie­nte de La Noche de los Cristales Rotos en el video de Yad Vashem. Eso hace Cohen Vaxberg y de una manera muy distinta- más político, más moderado, más internacio­nal- lo hace tam- bién el novelista David Grossman. El escritor - que el año pasado ganó el premio inglés Man Booker- perdió un hijo en la invasión al Líbano y es una de las voces por la paz en Israel. Sorprenden­temente, el gobierno actual, de claro sesgo derechista, le otorgó el Premio Israel, que recibirá este jueves en un acto en el que no hablará.

Habló este martes, en cambio, durante el Día del Recuerdo. En Israel un día se recuerda a los soldados muertos y a las víctimas de atentados y al otro -que como el día va de atardecer en atardecer cambia en un minuto- se celebra la Independen­cia. El martes hubo muchos actos por los soldados y, en Tel Aviv, se hizo uno que armaron juntos israelíes y palestinos de Cisjordani­a. El ministro de Defensa, Avigdor Liberman, trató de impedir que 110 palestinos cruzaran la frontera para esto pero la Corte Suprema de Justicia le falló en contra. Ahí habló el escritor: “Israel es una fortaleza pero todavía no es un hogar”, dijo. “Si los palestinos no tienen un hogar, los israelíes tampoco lo tendrán (...) Cuando Israel ocupa y oprime a otra nación durante 51 años, y establece el apartheid en los territorio­s ocupados, se convierte mucho menos en un hogar.”

Grossman termina su discurso con un deseo: que antes de que pasen otros 70 años, israelíes y palestinos puedan cantar cada uno su himno pero que compartan una frase que ya se canta en el israelí: “Ser una nación libre en nuestra tierra”. El discurso se publica completo, también en inglés, en el diario Haaretz. Unas páginas más allá otro escritor pacifista, A.B. Yehosua llama a reconocer que la idea de los dos Estados se va volviendo imposible.

Natalí Cohen Vaxberg, dramaturga y performer, llegó a defecar sobre banderas como acción de protesta.

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