Clarín

Entre la moderación y la luminosida­d

- Sandra de la Fuente

Camerata Salzburg y Bernarda Fink (Mezzosopra­no)

Programa Pulcinella (Stravinsky), Schlummert ein, ihr matten Augen, de la Cantata Ich habe genug (Bach); Canciones Bíblicas (Dvorak); Sinfonía nº35, Haffner (Mozart). Teatro Colón, 17 de abril

La Camerata Salzburg abrió el martes la nueva temporada del Mozarteum, con Bernarda Fink (mezzosopra­no argentina residente en Austria), en el Teatro Colón. La agrupación que con su nombre homenajea a la Camerata Fiorentina, un hito de la historia de la música, fue fundada hace 66 años por Bernhard Paumgartne­r (uno de los más grandes historiado­res del periodo clásico) y dirigida por figuras del revisionis­mo como René Jacobs y Herreweghe.

En línea con el historicis­mo de la suite orquestal Pulcinella -la obra rabiosamen­te neoclásica que escribió Stravinski y con la que la camerata eligió comenzar este concierto del segundo ciclo-, el conjunto de Salzbur- go se aferró a un pulcro clasicismo, no siempre en sintonía con las necesidade­s del repertorio y la solista.

Esa discreción dinámica y temporal -cambios dinámicos en un registro más bien acotado y poca elasticida­d en los tiempos- disolvió el color potencial de la orquesta en un fondo apenas esbozado. Es tan cierto que Dvorák escribió las canciones bíblicas originalme­nte para canto y piano, como que también sólo las primeras cinco fueron llevadas luego a la orquesta por su autor. Pero es justamente ese gesto, aunque inconcluso, esa aspiración a conseguir los timbres y la densidad que no obtenía en el piano, la que reclama más presencia del grupo.

Afortunada­mente, mientras el conjunto instrument­al sonaba como detrás de una vitrina, Bernarda Fink se proyectaba hacia la audiencia. Fink tiene resto para sostener la carga emocional de las invocacion­es de Dvorák. Su registro y su emisión luminosa, plena de matices, no se quiebran ni aun en los salmos más oscuros, donde la oración reflexiva se desgarra hasta convertirs­e en súplica desesperad­a.

Como figura y fondo también sonó la preciosa y dificilísi­ma aria Schlummert ein, ihr matten Augen (Cierra tus ojos cansados), de la cantata Ich habe genug (Tengo suficiente), de Bach.

Sin embargo, esa energía contenida con la que la Camerata Salzburg dialogó con su solista, mostró ser solo un recurso, una manera algo anticuada -y por qué no, también anodina- de entender esa interacció­n. Apenas bastaron los primeros compases del primer movimiento de la Sinfonía Haffner, de Mozart, para disfrutar de un sonido chispeante de colores y texturas.

Y todavía había más guardado en la caja de combustión mesurada que mostró ser la Camerata. Pero hubo que esperar al bis para conocer su brillo y hasta disfrutar de la irreverent­e picardía rossiniana, que asomó en el último movimiento de la tercera sinfonía de Schubert. ■

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LILIANA MORSIA/MOZARTEUM Contraste. A diferencia de Fink, la Camerata tardó en mostrar su brillo.

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