Clarín

Demasiado transitada

Basada en una novela de Florencia Etcheves, el filme recurre a muchas fórmulas “made in Hollywood”.

- Gaspar Zimerman gzimerman@clarin.com

Perdida

Policial. Argentina, 2018. 86’, SAM 16.

De: Alejandro Montiel. Con: Luisana Lopilato, Amaia Salamanca, Rafael Spregelbur­d, Nicolás Furtado. Salas: Atlas Flores, Hoyts Dot.

Es cierto: la originalid­ad está sobrevalor­ada. Y, a esta altura del partido, exigirle innovación a una película (o una obra de teatro, o una novela, o una serie) sea quizá pedir demasiado. Pero no por eso deja de esperarse -las expectativ­as, ese gran problemaal­gún tipo de creativida­d, de mirada propia, de identidad. Algo de lo que carece por completo Perdida, que se inscribe dentro de un cine nacional industrial que se limita a adoptar fórmulas probadas, remanidas, ya vistas infinidad de veces, en general en títulos made in Hollywood.

Más allá de estar basada en la novela Cornelia, de la periodista Florencia Etcheves, una de las principale­s fuentes de inspiració­n estética y na- rrativa de este producto parece haber sido el policial negro escandinav­o en general, y en particular la serie sueco-danesa Bron/Broen. Que también miraba, en más de un aspecto, a los estadounid­enses, pero tenía un gran hallazgo: una protagonis­ta, la detective Saga Norén, con síndrome de Asperger (que en los últimos años se

propagó por varias ficciones). Aquí Saga Norén es Pipa (Luisana Lopilato, masculiniz­ada y afeada ex profeso), que no padece ninguna condición especial, pero sí es solitaria, hosca, extremadam­ente eficiente y peligrosís­ima en el combate cuerpo a cuerpo. Y también tiene una relación casi filial con su jefe (Rafael Spregelbur­d).

Ahora Pipa está ante su caso más difícil: la desaparici­ón de Cornelia, su mejor amiga de la adolescenc­ia, hace catorce años, en un viaje por la Patagonia que ellas dos compartían con otras tres amigas del secundario. La investigac­ión se cerró sin resultados, pero en un nuevo aniversari­o del trágico suceso, Pipa decide reabrirla.

Se produce una combinació­n letal: flojas actuacione­s y un guión cargado de lugares comunes, extraídos del universo yanqui. Están los villanos malísimos; la cartelera en la que el obsesivo investigad­or pincha todas sus pistas; la loquita que hace dibujos extraños en su habitación del manicomio; hasta la escena en la que el díscolo y recto policía es suspendido y debe entregar el arma y la placa. Y, desde ya, la paradoja de los esperables giros sorpresivo­s. Perdida es tan impersonal que podría suceder en Buenos Aires, Malmö, Milwaukee o cualquier parte, menos en la mente y el cuerpo del público. ■

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Pipa. Luisana Lopilato, en un personaje letal en el cuerpo a cuerpo.

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