Clarín

San Expedito Un fervor que se renueva

Ochenta mil fieles se congregaro­n en la iglesia de Balvanera que celebra al santo de las causas urgentes.

- María Belén Etchenique metcheniqu­e@clarin.com

Es una mano mínima, de bebé, sobre un vidrio que contiene la imagen de San Expedito. La figura religiosa que marca estos días, al servicio de las causas justas y urgentes. La mamá le estira los dedos y los vuelve a apoyar -dulce- sobre la vitrina. Ella invoca al Santo, pide, también agradece. Es breve. Con su hijo a upa empieza a alejarse, mientras otro toma su lugar, apoya su mano en el vidrio, reza, repi- te el ritual. Así, durante horas, más de un día, en una de las zonas más exigidas de la Ciudad: Once.

Cada 19 de abril el cruce de Azcuénaga y Bartolomé Mitre recibe a más de 80.000 personas. Las calles se cortan, los colectivos se desvían, los camiones despachan mercadería fuera del anillo de restricció­n y todo entra en carretilla o cargado en brazos. El protagonis­ta es San Expedito. En su fiesta oficial, tracciona multitudes a la iglesia que lo venera desde 2004, cuando detrás del altar se encontró su estatua. Así, el templo, uno de los más antiguos de la Ciudad y que le da nombre a estas tierras -“Nuestra Señora de Balvanera”-, pasó a ser conocido como el santuario de San Expedito. Hoy, es la segunda iglesia que más gente convoca en la ciudad, después de la de San Cayetano.

“Mi mamá es sobrevivie­nte de la Tragedia de Once. Todos los 19 de abril vengo a agradecerl­e por tenerla conmigo”, dice Silvia Sánchez. A las 12 del mediodía es la última de la fila. Parada casi llegando a la esquina de Larrea y Rivadavia, la anteceden miles. Pero su último puesto en un minuto se vuelve pasado: mientras habla, detrás de ella se acumulan otras tres personas. El tren Sarmiento, como para su madre, es su medio de transporte. El que la une desde su casa en Ituzaingó y su trabajo en un hospital porteño. “Mi turno es de noche. Esta mañana cuando salí, antes de tomarme el tren, pasé por la iglesia. Había muchísima gente. Por eso preferí volver al mediodía. Ahora voy a esperar lo que sea necesario”.

Julia Daniela Toledo está sorprendid­a. En menos tiempo del que pensaba, ya hay fieles acumulados en la puerta de su negocio de venta de artículos escolares. “Primero creí que habían cambiado la disposició­n de la fila, pero salí a mirar y le pregunté a una señora si estaba esperando para ver a San Expedito. Me dijo que sí y nos sonreímos”, dice y agrega como pidiendo permiso: “Me gusta lo que pasa. Tener estos diálogos breves con la gente. Me emociona ver tanta fe”.

Son miles. Por la mañana, los picos de asistencia provocaban hasta seis horas de espera. Es que el acampe había empezado mucho antes. Los primeros fieles llegaron el martes a la tarde y el miércoles se empezaron a armar los puestitos de venta de estampitas, velas, claveles, pulseritas, tazas, llaveros y estatuas. De éstas había para elegir: chicas, medianas, de 50 centímetro­s, más altas, con el santo con la cruz en la mano, en el pecho, con el pelo corto, más largo.

Once puede ser caótico y a la vez funcionar en armonía. Las veredas llenas de actividad, la avenida Rivadavia con tránsito acumulado, las bocas del subte A sacando apurados a la superficie, los comercios de judíos ortodoxos, también de coreanos, y casas de comida peruana. Todo junto. Y en ese esquema, hubo ocho cuadras de fila para llegar a la vitrina de un santo católico.

"San Expedito no existía en este lugar. Antes, la iglesia Nuestra Señora

de Balvanera había quedado muy apagada. Incluso cerraba a las 12 del mediodía, como un negocio", describe Ana Isabel, detrás del mostrador de una librería de ejemplares antiguos de la calle Bartolomé Mitre. "Desde que encontraro­n la estatua, la iglesia no cerró más -sigue-. Hay movimiento todos los días, a toda hora".

El total abruma: 500 voluntario­s, 6.500 libros de catequesis para entregar y más de 80.000 personas durante todo el día, en las inmediacio­nes de la iglesia, con paraguas para protegerse del sol durante la espera, comiendo empanadas o sándwiches de milanesa que les vendían aquellos que encontraro­n en el Día de San Expedito una oportunida­d para hacer negocios. En el medio también una restauraci­ón, que durante los festejos se puso en pausa, pero que promete devolverle al templo su calidad como obra artística. La iglesia es patrimonio de la Ciudad y por ley está protegida en forma integral.

Al lado de un muro recién restaurado, del que se recuperó pintura decorativa original de Augusto Fusilier, el artista que también estampó los cuadros que se suceden en el techo, sigue la fila para ver al Santo. Hay dos caminos, uno que viene desde la calle, más largo, y otro para encontrars­e con San Expedito de frente, más corto pero sin la posibilida­d de poner la mano en la vitrina. Sea cual fuera la opción: uno a uno pasan los fieles, se persignan y lo invocan. ■ San Expedito es el patrono dedicado a resolver las causas justas y urgentes. Según la tradición cristiana, era un legionario romano del siglo IV al que se le apareció un cuervo y le pidió que postergara su conversión. Expedito se negó y se convirtió en la presentaci­ón religiosa del refrán “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”. Su figura fue encontrada detrás del altar de la parroquia Nuestra Señora de Balvanera en 2004. Habia sido retirada en la década del 60. Al párroco se le ocurrió reponerla en un altar dentro del templo. Enseguida, la figura comenzó a tener relevancia y las visitas de los fieles para veneralo comenzaron a crecer hasta generar el fenómeno actual.

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FOTOS: PEDRO LÁZARO FERNÁNDEZ Fenómeno popular. Después de San Cayetano, en Liniers, el santuario de San Expedito se convirtió en el más visitado entre las iglesias porteñas.
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Devoción. Hubo hasta seis horas de espera para entrar a la iglesia.
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Una figura que estaba oculta detrás del altar principal
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Movimiento. El barrio se llenó de puestos con artículos del santo.

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