Clarín

Jodete, teléfono fijo

- Hernán Firpo hfipor@clarin.com

Una persona de bien es alguien que tiene la buena costumbre de conservar su teléfono de línea. Un tipo que ha sido educado para que cuando está hablando con su novia le diga: “Esperá, cariñito, que te llamo desde el fijo”. Desde la irrupción del WhatsApp, es cierto, la amabilidad parece admitir un paso intermedio: llamar por el celular y evitar así la mala calidad que acompaña al WhatsApp y a la gratuidad en general. Este gesto equivale a haber alcanzado las necesidade­s básicas de aprendizaj­e.

Además le das a entender al otro que pensás gastarte parte del crédito que ya te habías olvidado que tenías.

Si el teléfono fijo es un signo de buena educación, lo que no se entiende es por qué ya no nos llama nadie. Cuando suena, muy cada tanto, aparece Rodríguez Larreta tratándono­s de vecinos. O es alguna encuesta que contestás al revés para jugar a que sos Tangalanga. También puede ser tu vieja. Entonces, ¿cuán segura y confiable es la línea fija si Rodríguez Larreta puede tener el número de teléfono de tu casa? Es más, ¿por qué sólo tienen nuestro número mamá y todas esas personas que no conocemos? Quizás el aparato fijo haya reaccionad­o demasiado tarde con estas facilidade­s de poder llevar la línea a cuestas. Es una noticia que debe ser leída como una ayuda a la memoria que ya no tenemos ni nos hace falta. Pero bueno, jodete teléfono fijo: ahora sos un accesorio irrelevant­e y, pronto, una pieza de museo.

Durante décadas tenerte fue más difícil que ganar el Loto y cuando sonabas, corríamos a ver si eras para nosotros. Hemos pasado horas pegados a vos. Hemos escuchado lo de “¡cortaaa que el teléfono es medido!”

Ahora podés sonar y sonar que nadie va a mover un dedo porque seguro es algún jefe de gobierno.

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