Clarín

Una familia que buscaba escapar de la insegurida­d y no pudo esquivar la tragedia

Sueño trunco. Los padres de la víctima se mudaron a Corrientes en busca de tranquilid­ad. Sus hijos querían seguirlos.

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De alguna manera los Alcaraz fueron escapando del miedo hasta que el crimen de Leandro los golpeó a todos. La fantasía era recurrente: los chicos jugando en la vereda, salir a la noche tranquilos o abandonar los mensajes de texto avisando que llegaron bien a destino. Una vida distinta que no llegó.

Los padres de Leandro Alcaraz (26), el colectiver­o asesinado el 15 de abril en el interno 103 de línea 620, se mudaron hace dos años a Tabay, Corrientes, para tener la tranquilid­ad que no encontraba­n en Virrey del Pino, La Matanza. Se fueron con su hijo menor y los otros pensaban seguirlos.

Carlos Alcaraz (55) y Nélida Sosa (52) tuvieron siete hijos: Jacqueline (36), Gisele (34), Jésica (31), Carlos (30), Leandro, Agustín (20) y Elías (13). “Siempre soñaron con irse a Corrientes”, contaron sus hijos. Hace dos años decidieron concretar ese proyecto y se mudaron. “Yo quise irme con ellos, pero todavía no pude. Leandro también tenía esa idea para el futuro. Allá es tranquilo, acá los chicos están encerrados”, explicó Jésica Alcaraz, la hermana de Leandro.

Hasta hace un mes, Leandro y su familia convivían con Jésica y sus hijos: “Vivieron con nosotros pero se mudaron para el lado del kilómetro 46 porque era más tranquilo y se estaban construyen­do su casa. El día que lo mataron él estaba cansado, le tocaba trabajar y no quería faltar porque necesitaba­n plata para comprar cosas de la casa y organizar el cumple de cuatro su hija, que es el 11 de mayo”, detalló Jésica.

Cuando Leandro y su mujer buscaron terreno para empezar su proyecto, eligieron estar cerca de la familia. Se mudaron a unas cinco cuadras de la casa de Gisele, otra de las hermanas Alcaraz: “Yo me mudé por la insegurida­d. Antes vivía en el Barrio Esperanza y se metieron en mi casa a robar. Esperaron que saliéramos y nos llevaron todo”, contó.

Leandro era colectiver­o de la línea 620 hacía tres años. Antes trabajaba como remisero. “Al principio nos daba más tranquilid­ad que estuviera en el colectivo, pero después también era una preocupaci­ón. Siempre decía que estaban todos locos, que tengamos cuidado”, recordó Gisele.

Hace seis meses otro crimen había sacudido a la familia. Alan Ferreyra, el primo de Jésica (la pareja de Leandro) fue asesinado a la altura del kilómetro 44 de la Ruta 3, también en Virrey del Pino, durante un robo.

Mientras intentan reponerse, las hermanas de Alcaraz buscan Justicia. “Necesitamo­s es la ayuda de la gente que viajó en el colectivo. Todo lo que hayan visto puede ser importante. Lo que queremos es que agarren a los que verdaderam­ente hicieron esto”, coincidier­on. ■

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Juntos. Leandro (arriba a la izquierda) con cinco de sus seis hermanos.

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