Clarín

Serrat y de qué va hoy el fascismo

- Ricardo Roa

Acusan a Joan Manuel Serrat de fascista. Hay muchas cosas locas y ésta es de las que pueden ir de cabeza. Lo acusan algunos talibanes de izquierda por no apoyar como ellos la independen­cia de Cataluña. Una de las caracterís­ticas del fanático es que está orgulloso de serlo. Otra es su psicopatía: acusa a los demás del defecto que él mismo padece. Esta historia de Serrat sólo serviría para alimentar los manuales de anécdotas. Pero esconde una manera universal de hacer o deshacer la política. Y nos lleva a pensar un poco más en qué es hoy el fascismo. No desde la ideología sino sencillame­nte desde el sentido común.

Serrat, catalán y de izquierda, le hizo muchísimo bien a Cataluña. Cantó en catalán para el mundo cuando pocos o casi nadie lo hacía. Hasta se fue de Eurovisión porque no lo dejaron cantar en catalán. De eso hace 50 años este mismo mes.

Un poco antes, la televisión pública española lo había elegido para cantar en ese festival. Treta vieja: el franquismo quería colar una imagen renovada y nada mejor que ese cantautor progre y a la vez formal, inofensivo: no usaba melena. Dijo Serrat: en catalán o nada. Le respondier­on: nada. Vivió los últimos años de Franco exiliado en México.

Hizo pesar su conciencia al igual que cuando hace poco dijo que el referendo en Cataluña no era transparen- te. Serrat fue un separatist­a para los fascistas y es un fascista para los separatist­as. Pasó de profeta a traidor. Una de las peores derrotas del progresism­o es haberse entregado a las prácticas del fascismo.

El fascismo corre por derecha y corre por izquierda porque los adueñados de la verdad absoluta tienen dos manos pero una sola idea que no admite ningún pensamient­o que no sea el propio. Es una operación que se multiplica a sí misma.

Dice Serrat: “¿Qué es un fascista?: Aquel que desprecia al resto de quienes no piensan como él. Yo he defendido siempre con vehemencia el derecho que tiene cualquiera a expresarse aunque no crea lo que yo”. Para algunos puede parecer una definición poco técnica o al menos incompleta. Nos parece que da en la médula.

Serrat ha sido y es enemigo de cualquier dictadura y ha sido y es un militante en la defensa de los derechos humanos. También hizo pesar su conciencia cuando descubrió la Argentina a fines de los 60. Nos alegró la vida en esos tiempos amargos y difíciles y cuestionó a los militares en el poder que le impidieron volver a la Argentina como hizo Pinochet en Chile.

Despojado de su significad­o inicial, hay que pensar en ese trastrocam­iento que opera el fascismo. Da vuelta las cosas. Enreda, ensucia y miente. Aquí lo vivimos y sobradamen­te con el kirchneris­mo y 6,7,8, el programa que coproducía­n Diego Gvirtz, los servicios de informacio­nes y la AFIP para perseguir con los archivos del Estado a todo aquel que pensara distinto del Gobierno. Si eso no es fascismo ¿a qué llamamos fascismo? No le demos más vueltas. Sabemos bien de qué se trata, si hasta Serrat cae en la volteada.

Fascismo de estos tiempos: usar el fascismo para acusar de fascista al que piensa distinto. Le tocó a Serrat.

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