Clarín

Un caso clave para avanzar en el capítulo argentino del “Plan Cóndor” de la corrupción

El tren Sarmiento. Es la obra más importante que Odebrecht ganó en el país, junto a un primo de Macri y bajo gobiernos K.

- Claudio Savoia csavoia@clarin.com

En toda América Latina, Odebrecht es la palabra que sintetiza y encarna el más complejo sistema de sobrepreci­os en millonaria­s obras públicas y masivos esquemas de coimas para pervertir gobiernos enteros: un “Plan Cóndor” de la corrupción, que alcanzó a diez países del continente.

Comenzando por Brasil, cuna de la criatura, la justicia alcanzó a poderosos empresario­s y políticos, incluido el CEO de la constructo­ra multinacio­nal que lleva su nombre y decenas de funcionari­os y ex funcionari­os públicos de todos esos países. Esa lista de caídos, que terminó bajando del poder al presidente peruano Pedro Pablo Kuczynski, sumó su víctima más impresiona­nte hace dos semanas, con la detención de Luis Inacio “Lula” Da Silva.

Pero semejante terremoto apenas si movió alguna mota de polvo en la Argentina, pese a que en sus confesione­s internacio­nales Odebrecht admitió haber pagado coimas en el país por al menos 35 millones de dólares hasta 2015, para ganar y realizar distintas obras públicas.

La bofetada de esa noticia aún resuena en los tribunales federales de Comodoro Py, en tres de cuyos tribunales crecen expediente­s por supuestas irregulari­dades en contratos ganados por Odebrecht. Uno de ellos, en manos del juez Daniel Rafecas, analiza los posibles delitos cometidos para alzarse con la ampliación de dos enormes gasoductos. Otro, en el juzgado de Sebastián Casanello, hurga en la construcci­ón de dos plantas -una potabiliza­dora de agua y otra para tratar residuos cloacales- que la firma estatal AySA le encargó a los brasileños. El tercer caso, y más importante, es en el que Marcelo Martínez De Giorgi citó a indagatori­a a medio centenar de acusados por sobrepreci­os y coimas para soterrar la traza del ferrocarri­l Sarmiento.

Igual que en Brasil, en Perú y en varios de los demás países en los que estalló el escándalo Ode- brecht, el esquema de corrupción diseñado por la constructo­ra -que había creado una oficina especial para gestionar el pago de coimas en todos lados- incluía la participac­ión de empresas locales que se asociaron a ella para alzarse con los contratos. En la obra del Sarmiento una de esas firmas fue Iecsa, la constructo­ra que hasta el año pasado pertenecía a Angelo Calcaterrr­a, primo del presidente Mauricio Macri.

Aunque el principal escollo para que los corruptore­s brasileños confiesen sus faltas ante la justicia local es la falta de una ley que les garantice no volver a ser juzgados aquí por delitos investigad­os -y en muchos casos condenados- en Brasil, la epidemia de impunidad que asuela a la Argentina alimentó otra interpreta­ción, absolutame­nte posible: como en la caliente causa por el tren Sarmiento están seriamente involucrad­os media docena de los más importante­s ex funcionari­os kirchneris­tas pero también un pariente de Macri, ese expediente jamás llegará a nada.

Para colmo, desde Brasil insistían anoche a Clarín que “la constructo­ra Norberto Odebrecht ratifica su firme voluntad, transmitid­a a las autoridade­s del Poder Ejecutivo y del Poder Judicial, para colaborar de forma amplia y eficaz con la justicia, y espera reconquist­ar la confianza de la sociedad con una actuación empresaria­l íntegra, ética y transparen­te”. Una oferta potente, que por ejemplo podría concretar el mismísimo Marcelo Odebrecht, cuando llegue su turno en las indagatori­as programada­s por Martínez De Giorgi.

Si lo hiciera, volverá a llover sobre los ya mojados De Vido, López, Jaime y los suyos. Pero el agua también podría caer sobre Calcaterra y muchos otros contratist­as de obra pública acostumbra­dos hace décadas a los negocios turbios. ■

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