Un “teléfono rojo” para agilizar el diálogo entre Seúl y Pyongyang
La línea directa se abrió ayer por primera vez desde el final de la Guerra de Corea, para conectar a los líderes.
Las dos Coreas abrieron ayer por primera vez una línea telefónica directa entre sus dirigentes, una semana antes de una cumbre entre el presidente surcoreano Moon Jae-in y el líder norcoreano Kim Jong-un en la zona desmilitarizada que divide la península.
Este “teléfono rojo” conecta la Casa Azul, sede de la presidencia surcoreana en Seúl, con la oficina en Pyongyang de la Comisión de Asuntos de Estado, presidida por el dirigente norcoreano. Y permitirá a ambos líderes intercambiar directamente puntos de vista y mantener un diálogo en situaciones de crisis. Según la presidencia surcoreana, la comunicación directa facilitará el diálogo y evitará malos entendidos entre las dos partes.
“La conexión histórica entre los dirigentes de las dos Coreas acaba de establecerse”, declaró Yoon Kun-young, un alto cargo de la Casa Azul. Hubo una conversación de prueba entre funcionarios de las dos partes que duró cuatro minutos y 19 segundos. “La conexión es buena. Es como hablar con un vecino”, agregó.
Aunque no se ha confirmado oficialmente, se cree que Moon y Kim podrían mantener en los próximos días una conversación telefónica previa a su cumbre del día 27.
La península coreana está dividida desde hace 70 años. Desde el fin de la guerra (1950-1953) no se permite ninguna comunicación telefónica o postal entre los ciudadanos de ambos países. La guerra terminó con un armisticio pero no un tratado de paz, por lo que las dos partes continúan técnicamente en conflicto.
Esta línea telefónica es el último paso del acercamiento diplomático entre los dos vecinos desde los Juegos Olímpicos de invierno organizados en el Sur, en febrero pasado.
Los dirigentes de las dos Coreas se reunirán el próximo viernes del lado sur de la zona desmilitarizada. Será la tercera cumbre entre los dos países desde el fin del conflicto bélico.
Moon declaró el jueves que deseaba que se declarara oficialmente el fin de la guerra como preludio a la conclusión de un tratado.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que debería reunirse con Kim en mayo, hizo saber que daría su “bendición” a las dos partes para negociar ese acuerdo. Pero todo dependerá de los programas balístico y nuclear norcoreanos.
El Norte, que el año pasado disparó misiles intercontinentales capaces de alcanzar el territorio continental de Estados Unidos y llevó a cabo su mayor ensayo nuclear hasta la fecha, siempre ha dicho que necesita el arma atómica para protegerse de una eventual invasión estadounidense.
Pyongyang se mostró dispuesta a negociar sobre el tema, a cambio de garantías a su seguridad. Y ha expresado que sólo avanzará en la “desnuclearización” de la península si las tropas estadounidenses se retiran de Corea del Sur. Pero en Washington esto es impensable. Estados Unidos insiste en que busca una desnuclearización total y verificable. ■